EL SONIDO DEL MAR BATIENDO LAS ROCAS
La fugacidad de una vida, de cada instante, aprovechar cada minuto que se te concede, la consciencia del tiempo pasado, valores que nunca he entendido, ahora cobran sentido.
-¡Pumm! ¡Aguantaaaad!-.
La eternidad, el sueño de cualquier mortal, la excelencia de un mundo imperecedero, donde todo el mal es erradicado y la vida es placentera. Que remotos son ya aquellos recuerdos, cuando era un niño y jugaba en los verdes prados de Lothern.
-¡Pumm! ¡Aguantaaaad!-.
La puerta empieza a ceder y me saca de mis pensamientos, la muerte y el dolor de la pérdida empañan mis recuerdos, arrimo más el dolorido hombro y aprieto con más fuerza. A mi lado, soldados viejos y jóvenes, estoicos, inmutables, gente valerosa, comprenden que la puerta que mantienen cerrada es la de la propia muerte y cuando ésta caiga, no habrá escapatoria posible.
-¡Nooo quiero morir!, por favor ¡noo! ¡Pumm!.-
Los gritos de los soldados enloquecidos, resuenan como ecos distantes por mi torturada mente. Los niños, los que quedan… están agrupados en el piso superior de la ciudadela con las mujeres, cuando cedió la puerta principal pocos fuimos los que llegamos con vida. En el exterior, al otro lado, la muerte, golpea una y otra vez la puerta de nuestra existencia.
-¡Aguantad por todo lo que amáis de esta buena tierra! ¡Por Talabecland! ¡Cuando caiga la puerta luchad…luchad con valor…hasta la última gota de sangre! ¡Pumm!-.
La madera cruje, y se raja, la puerta aguantará pocos envites ya…mi mente vuelve a evocar un fragmento de aquellos felices años en los que la paz prosperaba en mi isla, cuando me estiraba en la hierba con mis hermanos a escuchar el batir de las olas contra los acantilados de Lothern.
-¡Craaaack!, ¡Formad una línea, valerosos hijos de Sigmar, alzad escudos y preparaos para cargar!-.
La puerta se resquebraja, un último envite, llega el momento, cuánto daño, cuánto mal, cuánto sufrimiento. Apenas somos una treintena contra una horda, una batalla épica como las que mi padre solía contarme sobre Aenarion, el primer Rey Fénix de Ulthuan, salvo que esta vez nadie quedaría con vida para contarla.
-¡Pummmm! ¡Craaaaaack!-.
-¡Ahoraaa, cargad, por Sigmar y por el Emperador!-.
La puerta se abre de par en par y entre gritos de locura, de devoción y cánticos nos lanzamos a los brazos de la muerte. Los enemigos entran a raudales, y nos empujan hacía el fondo de la sala. Logramos contenerlos por unos segundos, pero no paran de entrar más y más. Mi escudo está abollado, mi espada chorrea la sangre de los corruptos hijos de Tzeentch, pero siguen viniendo más y más y mis fuerzas van fallando. Apenas quedamos diez, es el final. Un golpe, la tibiez de la sangre, la vida se me escapa, se me nubla la vista y caigo al suelo. Todo a mí alrededor da vueltas. Ya no hay dolor, ya no hay sufrimiento, solo hay recuerdos llenos de nostalgia por los seres queridos que nunca más volveré a ver. Respiro por última vez, una sonrisa se dibuja en mi ya pálida cara y pienso;
Qué bonito recuerdo, el sonido del mar batiendo las rocas…
Aquí dejo mi aporte, espero que os entretenga un ratito
1 Saludo!
PD: podeis comentarla aquí mismo puesto que esta historia no tiene continuación