Esta es la historia que empece a escribir de mi personaje, no llevo mucho y apenas esta comenzada, a ver si dejo de ser tan vago y me pongo y la acabo
Espero que os guste.
-¡Maestros de la espada por Aenarion!-Grité con todas mis fuerzas.
La tormenta empeoraba por segundos. La lluvia deformaba mi visión de la horrible pelea y a mi alrededor todo era lucha, dolor y muerte. El entrechocar de las espadas se mezclaba con los incesantes truenos y mis ordenes con el rugido del viento. Me di cuenta que ya no podía percibir el exótico olor de los bosques de Cracia, solo el hedor de la sangre, mi sangre y la de mis hermanos.
El frenesí de la batalla empezaba a aumentar, el asalto de los elfos oscuros era implacable, nos superaban en número, y estaban dispuestos a darnos el golpe de gracia, sus hechiceras empezaron a entonar una salmodia que me desgarraba los oídos. La moral de mis hombres se desmoronaba, supe entonces que estábamos condenados.
Por un breve instante perdí la concentración, el equilibrio, tiempo suficiente para que el druchii con el que me batía, me asestara un corte ascendente, de la clavícula hasta el pecho, desgarrando mi cota de mallas. Gire sobre mi mismo desviando su segunda estocada y continuando con mi danza contraataque a su flanco desprotegido, el brazo me ardía por el intenso esfuerzo, gracias a Khaine mi hoja consiguió penetrar la armadura de obsidiana y perforar el pulmón...El elfo oscuro intentó gritar, sin éxito, segundos después se sumergía en la eterna oscuridad.
Antes de que pudiera alzar la vista a la batalla percibí un destello por el rabillo del ojo, con la máxima velocidad que pude, viré, y alcé mi espada por encima de mi. Ambas armas chocaron con una furia inimaginable, algo que nunca había sentido, mi propia hoja latía, luz contra oscuridad. Fue entonces cuando me percaté de mi oponente: Malus Darkblade, mano derecha del Rey Brujo, comandante de sus ejércitos y el artífice de esta trampa mortal.
Una fina grieta surcó la hoja de mi espada hasta la empuñadura, no podía creer lo que veía: mi espada se rompió en mil pedazos.
Recordé lo acontecido los días anteriores, como nos dirigimos a una clara emboscada... la razón de tanta muerte... mi orgullo.
Continuará...
Aleon Asramgil, El precio del Orgullo