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| relatos enanos | |
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Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relatos enanos Miér Jun 04, 2008 7:57 pm | |
| Traedme el cuerno de Throrn o vuestra familia lo pagara..."
Estas palabras resonaban en la cabeza del duque Gustav mientras contemplaba la imponente fortaleza enana de Durak-Zum y recordaba con angustia la noche anterior, cuando aquel extraño emisario y sus 2 acompañantes acudieron a su castillo con las malas nuevas: su familia, hijas y esposa, habían sido secuestradas junto con el hijo del Capitán Franziskus, prometido de la hija mayor de Gustav.
"Si queréis volver a verlas con vida deberéis obedecerme..." dijo el siniestro encapuchado.
"Yo no acepto amenazas de ningún bribón secuestrador!!! Y menos aún si es tan estúpido como para acudir aquí solo con dos guardias!!!" rugió el duque Gustav "¡mis fieles, sus y a ellos!"
Los guardias del duque se lanzaron a por los extraños con férrea determinación, pero de repente retrocedieron asustados ante los dos guardaespaldas del extraño. Retirando las capuchas de sus capas dejaron a la vista sus faces cadavéricas y sus armas de aspecto arcaico que brillaban con una luz sobrenatural, eran Tumularios.
El encapuchado se echo a reír, emitiendo un sonido gutural, rasposo, totalmente inhumano. La sangre se helo en las venas de los ocupantes de la sala, al menos en aquellos que AUN tenían sangre en las venas.
El encapuchado descubrió su rostro mientras reía mostrando la faz pálida, descarnada y calva de un Vampiro Necrarca. "Tal vez ahora, estúpido humano, recapacites sobre tus palabras...
Si no me obedeces en todo, me complacerá enormemente usar a vuestros familiares para mis experimentos. Estoy seguro de que la mas pequeña será un estupendo juguete para mis zombis..."
El capitán Franziskus tuvo que agarrar fuertemente al duque Gustav para evitar que se lanzara sobre el vampiro, aun cuando el mismo deseaba arrancarle su negro corazón. "Deberéis atacar la fortaleza enana de Durak-Zum y traer el Cuerno de Throrn si queréis volver a verlas vivas" prosiguió el Vampiro "si os negáis las matare...o algo peor" Así que aquí estaban, su ejercito y el de Franziskus que esperaba algo más atrás, azuzados por el malvado Conde Belvirkan obligados a atacar a sus vecinos y aliados de la Fortaleza enana. Gustav sabia que aquello era un suicidio, y también sabia que pese a que sus tropas le eran totalmente leales a ninguno de sus soldados, desde el mas vil miliciano hasta el más noble de sus caballeros, le complacía la idea de atacar bajo el mando de un nomuerto. Pero eran soldado fieles a su señor, dispuestos a perder la vida para salvar a la familia secuestrada.
Aquello era casi un suicidio, pero lucharían con fuerza y honor....
Aquella mañana amaneció como un día mas, la niebla se despejaba sobre el campo y el centinela Enano penso, mientras fumaba en su pipa, que aquel seria otra aburrida guardia. No, un momento, ¿que era aquello que se movía entre la niebla? Caballería imperial, no era posible, sus ojos debian engañarlo. Aquello no podía ser un ejército marchando hacia el karak. Sería mejor avisar a su señor antes de que fuera tarde, nunca se sabe como pueden pensar los humanos.
Gullim, usando un extraño artilugio inventado por sus ingenieros para poder ver a grandes distancias, observo el ejercito que se aproximaba hacia su fortaleza. Aquello no era una visita de cortesía, ese ejercito estaba dispuesto para el combate y al frente marchaba el Duque Gustav.
Ese humano era noble, casi parecia enano y aquello no era normal. Decidió mandar un mensajero, para averiguar que pasaba asi que un girocoptero partió al momento. Ahora podía ver como se aproximaba a los humanos, el piloto saludó, intercambió unas palabras con Gustav y volvió a partir hacia la fortaleza forzando al máximo la maquina voladora.
Aquello decididamente no iba nada bien, el rostro de Gustav reflejaba una angustia tal que incluso llego a acongojar a Gullim. ¿Que demonios estaba pasando? El piloto del girocoptero le saco de dudas, explicandole lo que Gustav le había transmitido.
"¡¡¡Por el Hacha de Grimmnir, preparad la defensa, rápido!! Esos estúpidos humanos deberían haberse enfrentado al vampiro en lugar de ser manejados como marionetas, ¡¡pero les haremos recapacitar con el frio acero de nuestras forjas!! ¡Piloto, parte hacia Karak-Leuka y avisa a Gillibrang para que acuda en nuestra ayuda!, que se prepare para responder a la llamada del Cuerno de Throrn"
Gullim observaba como el ejercito de Gustav avanzaba imparable, ya habían situado la artillería sobre la colina pero aun tardarían en poder usarla. Sin embargo las maquinas de los enanos ya estaban dispuestas y abrieron fuego a la orden de su comandante. Uno de los lanzavirotes atravesó sin piedad a dos de los caballeros del Duque y algo mas allá los lanceros enemigo sufrían bajas gracias al impacto de un cañón. "Es una lastima desperdiciar vidas así, pero les enseñaremos a no hacer tratos con los malignos" penso el tozudo general enano.
La línea de defensa de los enanos esperaba pacientemente, aguardando a que los estúpidos humanos se situaran dentro del alcance de sus armas de proyectiles. Pero de repente, justo detrás del ejercito del duque surgió otro contingente imperial. Eran las fuerzas del Capitán Franziskus, dispuestas a flanquear a los enanos con el grueso de sus tropas en el lado mas desprotegido del campo de batalla.
Pero que era aquello tan enorme que avanzaba en la vanguardia? ¡Por Grimmnir! Un tanque a vapor, ahora si que tenían problemas. La maquina avanzaba directamente hacia el flanco de la fortaleza, solo los mercenarios de Agripa estaban bien situados para enfrentarse a esa maquina infernal. Ojalá resistieran o tendrían problemas de verdad....
Debían usar el poder del Cuerno de Throrn para traer refuerzos. Sin duda Gillibrang ya había recibido su mensaje y estaba disponiendo a las tropas en el portal de su karak. Entonces, a una orden del Duque, la caballería imperial se lanzó a la carga....
El cañón imperial apunto cuidadosamente, en dirección a la unidad del general enano. Tenían ordenes expresas del Duque para intentar acabar con el líder de los recios guerreros, con la esperanza de que así el ejercito se retirara o al menos pudiesen dialogar para intentar llevarse el cuerno sin sufrir bajas.
Gullim dirigía la batalla desde el centro de su unidad de Rompehierros, de momento resistían bastante bien. Solo una unidad del flanco derecho parecía amenazada por una posible carga de la caballería, los magos enemigos no les habían causado grandes problemas aunque esos dos puntos brillantes del cielo cada vez se acercaban mas. El tanque parecía seguir con el plan de acabar con el regimiento de mercenarios de Agripa, que se había preparado para recibir la carga adoptando esa extraña posición que denominaban "tortuga".
De repente uno de sus hombres grito algo y se giró hacia el enemigo...justo a tiempo para ver como rebotaba hacia el una bala de cañón que le impacto directamente en el pecho arrastrando con él a varios de sus Rompehierros. Franziskus puedo oír desde su posición tras la colina el grito de los enanos y supo que el cañón había cumplido su objetivo. Ahora solo debían esperar a que el tanque aplastara la resistencia de ese flanco para poder entrar en combate y acabar con los supervivientes.
"Ojalá se retirasen ...." penso mientras dirigía a sus destacamentos para adoptar una posición defensiva, nunca se sabia lo que podía haber tras aquella colina. Solo los matatrolls permanecieron impasibles, el resto del ejercito enano comenzó a flaquear. Mientras que Gullim era llevado al interior del Karak, gravemente herido, el Señor de las Runas Thain tomo el mando del ejercito. Golpeando fuertemente el yunque lanzo un poderoso hechizo contra la maquina de devastación imperial, pero solo acabó con un artillero.
El sonido de un potente cuerno resonó en el valle. Franziskus y Gustav pensaron que se debía a la muerte del general enano pero alguien mas lo oyó y decidió actuar. El Conde Belvirkan invoco a sus hordas de zombis y esqueletos y poniéndose al mando de una de sus unidades de Guardias Tumularios avanzo hacia el campo de batalla. Aquellos débiles humanos le servirían de pantalla y reforzarían su ejercito con nuevas tropas....
Pese a haber perdido a su general, los Rompehierros aguantaron la carga de la caballería del Duque Gustav. Lucharon valientemente y obligaron a retroceder a los jinetes humanos.
El duque lanzo una maldición por verse obligado a retroceder, pero aquellos Enanos acorazados eran realmente duros. Los milicianos cercanos no pudieron soportar mas la presion y al ver retorceder a la elite de caballeros tambien emprendieron la huida.
Su familia, recordó a su familia, recordó porque luchaban en aquella estúpida batalla y lanzando un grito de guerra reorganizó a sus caballeros, disponiendolos en una nueva línea dispuesta a cargar y vencer. O a morir intentándolo.
Aquel maldito cañon enano estaba diezmandolos poco a poco, asi que el Capitán de Caballería Karl Huptmann ordenó cargar contra el regimiento de guerreros enanos haciendo retumbar el suelo bajo el peso de sus poderosos caballos de guerra. La carga fue brutal y los enanos no pudieron aguantar el empuje y tuvieron que retroceder, perseguidos por el Regimiento de Caballería de Huptmann.
Pero se topó de frente con unos atronadores, dispuestos a vender caras sus vidas en la defensa del Karak.
Un poco más allá, los regimientos de lanceros del duque avanzaban presionados por una masa de zombis que habia surgido a su espalda. Los Enanos habian diezmado el regimiento que guiaba la marcha, dejandolo reducido casi a la mitad de su numero pero era preferible morir combatiendo bajo un hacha enana que convertirse en uno de aquellos engendros que marchaban lentamente a su espalda.
Gustav y Franziskus sintieron un escalofrío cuando la horda nomuerta hizo su aparición en el campo de batalla, aquel maldito engendro no contento con obligarles a luchar además los pretendía usar como pantalla contra el ejercito enano.
Ahora solo podían hacer dos cosas: o seguir atacando a los diezmados enanos pese al deshonor de sus actos, o bien volverse contra los nomuertos y redimir su culpa. Pero Gustav recordó las palabras del vampiro, "muertas o algo peor" y tomo una dura decisión. Seguirían atacando.
Franziskus se disponía a tomar la colina, sobre todo para alejarse de aquellos esqueletos que surgían a su espalda. Ahora que el tanque casi había acabado con la mitad de aquellos extraños enanos era el momento de moverse. Levanto su espadón para dar la orden de avance y....¿que demonios era ese sonido, cuernos y tambores de guerra?
Alguien avanzaba a toda velocidad desde su flanco tras la colina, aplastando el suelo con el peso de sus botas. De pronto sobre la colina apareció un regimiento de matatrolls.
Última edición por Kowin el Jue Jun 05, 2008 1:07 pm, editado 2 veces | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 1: la batalla del cuerno de thorn (parte 2) Miér Jun 04, 2008 7:58 pm | |
| "Parece que llegamos en el momento justo", penso Gillibrang al ver la batalla. Afortunadamente su ejercito siempre estaba dispuesto, pero la premura de la partida había impedido traer maquinas mas potentes que los dos lanzavirotes con que contaban. Aquel tanque tenia muy mal aspecto, debía ser muy duro pero si esos enanos tan raros podían atacarle en cuanto sus martilladores llegaran a combatir con el seguro que lo reducían a chatarra.
"Aquí hay algo mas que humanos, mi señor" dijo Snorri II, su fiel portaestandarte de batalla señalando hacia el enemigo.
"¡Maldita sea!" ,rugió Gillibrang, " No se a que juegan estos humanos pero si se han aliado con esos engendros de ultratumba no merecen vivir, ¡atronadores, abrid fuego!" El maldito rayo que surgió del cielo acabó con el cañón órgano, oblignado a refugiarse a su dotación. Algo parecido ocurrió con uno de los lanzavirotes de las torres de defensa que fue alcanzado de lleno por un extraño meteorito que surgió de la nada breves instantes antes.
La dotación del cañón situado sobre la colina contemplo como los atronadores eran diezmados y se prepararon para lo peor, pero el regimiento de guerreros de clan había conseguido sobreponerse y estaba adoptando una nueva formación de combate.
Justo a tiempo, porque la caballería imperial se lanzó sobre ellos de nuevo pisoteando los cadaveres de los atronadores.
Mientras, el tirador imperial ajustó su mira telescópica. Llevaba un buen rato intetnado acabar con aquel solitario enano que manejaba el lanzavirotes de la torre, pero el maldito barbudo se escondía tras la almena dificultando el tiro. Concentrándose en el disparo, apuntó cuidadosamente, rozó levemente el gatillo mientras recitaba mentalmente una letanía a Sigmar y disparó.
El único superviviente, hasta entonces, del impacto del cometa no supo nunca que acabó con él. Sólo sintió un fuerte impacto en el pecho y luego la negrura.... Los matatrolls se echaron sobre ellos justo en el momento mas inoportuno, aquellos enanos estaban locos pero desde luego no eran estúpidos. Estuvieron esperando pacientemente sobre la colina hasta que Franziskus cometió el error de distribuir mal a sus milicianos probablemente confusos por la proximidad de los nomuertos. Entonces cargaron sobre el mientras que desde el otro costado de la colina surgía una unidad de Rompehierros que anulo al único de sus destacamentos que aun podía hacer algo para equilibrar la balanza a su favor.
"¡Por Sigmar y por el duque!" arengó a sus espaderos, dispuestos a realizar una brutal carga colina arriba. Quizá después pudiesen recibir ayuda del regimiento de espadachines que acompañaba a Heinrich el Azul, el poderoso mago celestial. Pero algo les impidió moverse, el sonido de un poderoso y desafiante Cuerno de Guerra que se pudo oír en todo el campo de batalla congelo sus movimientos.
Aquella era la señal, Gillibrang había dado la orden de usar la poderosa magia rúnica del Cuerno Atronador. Ahora los patéticos humanos no podrían moverse de su posición y era el momento de cargar contra ellos antes de que pudieran reaccionar.
Garn el Matadragones dirigió la carga, dispuesto a morir en combate. Portaba un ancestral hacha que descargo con furia contra los debiluchos humanos, pero solo acabo con dos de ellos al igual que los matatrolls que lo acompañaban. Esos malditos humanos enlatados eran mas duros de lo que parecía, pero venderían caras sus vidas. Era preferible morir bajo el ataque de un troll (o algo peor) pero aquella era una batalla por la defensa de un hermano de raza y esa podía ser una muerte igual de gloriosa. Y lo consiguió, el Capitán Franziskus descargo tres golpes mortales sobre el matatrolls con su espada a dos manos que acabaron con su vida. Garn el Matadragones recibió a la muerte con una sonrisa en los labios...
Franziskus se preguntaba porque sus milicianos del flanco izquierdo no contracargaron y al dirigir su vista hacia allí lo entendió. Los Rompehierros habían impedido la maniobra realizando una brutal carga contra estos, sin duda morirían todos aquel día... Tras hacer retroceder a la caballería del Duque, los Rompehierros de Durak-Zum se lanzaron contra el flanco de los grandes espaderos. Nada podían hacer los humanos contra este ataque, la fuerza de la deseperación parecia dar una fuerza sobrehumana a los enanos y se vieron forzados a huir, pero la cercanía de sus propias tropas no les dejó correr muy lejos y fueron aplastados por los Rompehierros.
Ahora le tocaba el turno a aquellos desarrapados que habían sido tan estúpidos como para no huir con su regimiento....
Agripa veia como sus legionarios caian poco a poco ante la carga imparable de la áquina imperial, pero seguían manteniendo al tortuga sabedor de que aquello era lo único que podían hacer.
Intentó rodear al tanque un par de ocasiones pero no srivió de nada, aquel monstruo mecánico simplemente parecia ignorarlos. Sin embargo cada vez tenía peor aspecto, lanzaba humo por las juntas y chirriaba cuando se movía como si estuviese a punto de desmontarse. Aquello no era tan invencible como parecía, con un par de impactos tan certeros como los que le había conseguido dar antes tal vez pudiera hacerle más daño.
El comandante del tanque ya no necesitaba abrir su torreta para ver contra que luchaban, aquellas enormes grietas que el líder de los enanos legionarios había abierto en la planca frontal le permitían ver su gesto ceñudo y resuelto. Decidió retroceder y volver a cargar, ordenó a sus tripulantes ajustar los controles del motor a vapor y comenzaron la maniobra. Pero algo falló, de repente los remaches del motor comenzaron a saltar mientras el vapor a presión escapaba por las juntas del motor, con un pitido que no presagiaba nada bueno. Tal vez aguantara, pero por si acaso comenzó una plegaria a Sigmar por sus almas Agripa dio gracias a Grimmnir, por fin aquella máquina infernal había sido destruida. Al retroceder había comenzado a emitir un sonido característico que ya había oido antes en las forjas de los ingenieros enanos, sabía que le quedaba poco tiempo a la máquina. Y así fue, con un estallido el tanque se redujo a un montón de chatarra humeante. Por fin, podían moverse y combatir contra enemigos de carne y hueso. Y nunca mejor dicho, porque aquel regimiento que se aproximaba lentamente tras los restos del tanque a vapor eran zombis...
Los Rompehierros de Dain el Rápido acabaron con facilidad con esos patéticos milicianos a los que cargaron, al menos tenían valor al quedarse a pelear contra una unidad a todas luces superior pero de poco les sirvió. Pero el verdadero objetivo de Dain se encontraba justo detrás de estos humanos, así que pasando por encima de sus cadáveres se lanzaron contra el flanco de los Tumularios llevados por el impulso de la matanza.
Mientras tanto el Capitán Franziskus seguía enfrentándose a los Matatrolls, apoyado por la carga por el flanco que realizo la unidad del mago Heinrich el Azul. Pero la cosa empezó mal cuando el mago cayo bajo el hacha de uno de aquellos locos de pelo naranja, eso hizo que se distrajera y otros tres de aquellos locos le golpearon repetidas veces, tantas que ni tan siquiera su excelente armadura de placas puedo resistir y fue derribado al suelo encharcado de sangre de los matatrolls.
Las cosas no iban nada bien para los enanos de la Fortaleza. Los rompehierros fueron vencidos por una carga combinada de la caballería del Duque Gustav y los regimientos de milicianos restantes. Los matatrolls estaban combatiendo contra el segundo regimiento de lanceros, que portaban los colores del Capitán Franziskus, después de haber acabado con el resto de los lanceros ducales.
Sin embargo se vieron sorprendidos por una brutal carga por el flanco de la caballería de Gustav, pero venderían caras sus vidas. La dotación del cañón de la colina sufrió la carga de la caballería, nada pudieron hacer por impedirlo ya que tras acabar con sus compañeros de clan los jinetes humanos habían decidido que eran los siguientes.
Los magos imperiales habían huido despavoridos poco antes y la fuerza de los vientos de magia no era la misma entonces, por suerte los enanos solo contaban con el Yunque Rúnico. Pero el Conde Belvirkan no había perdido tanto poder como parecía, asi que invocó un regimiento de esqueletos para detener una posible carga de los enanos que aun quedaban en aquel lado del campo de batalla. Y ahora se ocuparía de acabar con aquel líder enano que diezmaba a su regimiento por el flanco....
La mente del Vampiro aun estaba nublada por culpa del mal funcionamiento de aquel objeto impío que portaba, así que el Conde Belvirkan apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando aquellos enanos cargaron contra su Guardia Tumularia. En cuestión de segundos habían eliminado a 4 de sus sirvientes y otros 5 se desmoronaron al perder la concentración por el ímpetu de la carga. Decidió resolver la situación el mismo, ordenó mentalmente con sus poderes nigrománticos a su unidad de reserva que cargaran por el flanco de los Rompehierros para aplastarlos...pero los humanos se adelantaron, aquellos estúpidos iban a arruinar su plan con una carga a todas luces suicida.
El segundo regimiento de Tumularios se encontró con su paso cerrado y permanecieron quietos, adoptando una posición para poder cargar cuando aquellos humanos murieran. Así que Belvirkan decidió inclinar la balanza a su favor usando su tremenda fuerza para diezmar a los Rompehierros y ocupo una posición desde donde poder combatir. Pero entonces descubrió porque el líder de los Rompehierros era apodado El Rápido, sin apenas darle tiempo a reaccionar se vió golpeado repetidas veces por el hacha rúnica del enano. Aquello fue demasiado para él, incluso con todos sus poderes no pudo resistir tal despliegue de fuerza y se disolvió en polvo junto con los restos de su regimiento de Tumularios...
El lamento de muerte del vampiro pudo oírse en todo el campo de batalla, mientras que la horda nomuerta se destruía presa de la falta de su general. El duque Gustav detuvo sus golpes contra enanos de Durak-zum, que aunque escasos ya en numero seguían peleando con una férrea determinación. Los vítores de los humanos, y el hecho de que patearan los restos de sus supuestos aliados, desconcertó a los enanos. Pero no abandonaron sus posición de defensa hasta que Gillibrang hizo sonar su cuerno de guerra de nuevo, dando fin a la defensa enana. Era el momento de contar los muertos, de ambos bandos, y de averiguar que demonios pasaba allí.
Espero que os guste, tengo muchisimos relatos pos i quereis que ponga más | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 2: El ejército del Ankh con felix y gotrek Vie Jun 06, 2008 12:02 pm | |
| relato encontrado por internet
Los pulmones de Félix Jaeger se hinchaban y deshinchaban pesadamente; el calor era sofocante y el aire era seco y abrasador.
Le dolía la cabeza y deambulaba en mitad del desierto perdido, solo y ciego a causa del conjuro que el Vidente Gris Thanquol le había lanzado hacía a penas un par de horas. El y Gotrek Gurnisson habían perseguido al skaven hasta aquella maldita tierra de los muertos, Nehekhara, con la intención de recuperar una estúpida reliquia enana en forma de pata de conejo. ¿Qué importancia tenía? ¿Por qué Gotrek había tenido que prometer devolverla? Aún más, ¿por qué tuvo él que hacer su juramento de escribir la heroica muerte del matador enano?
Habían llegado a la pequeña ciudad de Dabba desde Estalia. Allí los ciudadanos les habían brindado una excelente hospitalidad después de recorrer los infernales desiertos y las frías noches del desierto de Arabia. Por no hablar de tener que soportar las eternas quejas del enano sobre su sed.
Eran tan diferentes esas gentes a las del Imperio.., vestían ropas cómodas llamadas chilabas, tenían la tez morena y parecían tener un don especial para el comercio. Después de recuperarse en un par de días y que Gotrek sofocara su sed en todas las tabernas de Dabba, los guardias de la ciudad, que se movían excelentemente por el desierto, les acompañaron hacia donde habían avistado la pequeña hueste que formaba la escolta del Vidente Gris. ¿Hacia dónde se dirigía aquel skaven?
De repente, se toparon con los skaven y comenzó una pequeña batalla en la que el hacha de Gotrek, a pesar de sus manos sudadas, hizo una pequeña montaña de skavens. Después, Thanquol le lanzó el conjuro a sus ojos y convocó una tormenta de arena que le hizo perderse.
Tendido en la arena, la cabeza le daba vueltas y perdía poco a poco la conciencia. Oyó unos pasos que se acercaban y luego, todo se volvió negro. Félix se despertó cómodamente en una cama, pero no veía más que manchas grises; se incorporó rápidamente y puso sus manos sobre sus ojos para descubrir que los tenía vendados con un trozo de lino.
- Tranquilo, estás a salvo. Le dijo una voz de mujer con un acento muy raro. - ¿Dónde estoy? Le preguntó Félix. - En Deir el-Bahari, ahora descansa.
Habían pasado dos semanas desde que despertó. Durante todo ese tiempo la reina de Deir el-Bahari, Hatshepsut le había cuidado personalmente los ojos dañados, que se recuperaban lentamente.
Ella era la única con la que podía hablar, ya que ninguno conocía su idioma allí. Todas las tardes conversaba con él y su compañía le resultaba fascinante, pues era una mujer misteriosa, inteligente y encantadora. Aunque tuvo que conformarse con escuchar su embriagadora voz, cuánto le hubiese gustado poder contemplarla. Después de dos semanas, Félix empezaba a sentirse atraído por ella y no dudaba de que a Hatshepsut su compañía le resultaba más que grata. El le había contado el propósito de su viaje y ella le prometió que, cuando se recuperase, le ayudaría a derrotar aquellos skavens.
Hatshepsut le contó que tenía unos excelentes arqueros bendecidos por sus dioses, caballería, catapultas y carros de combate. Además, contaba con la ayuda de los animales del desierto, que eran sus aliados, y en caso de necesidad, hasta las representaciones de sus dioses les ayudarían. Pero su verdadera fuerza residía en los sacerdotes... Félix no llegaba a imaginar cómo sería aquel singular ejército. Hatshepsut perfeccionó su conocimiento del idioma de Félix, y éste aprendió unas cuantas palabras de aquel lenguaje que hablaba ella. Pronto lo puso en práctica con algunos de los que lo cuidaban. Todos allí eran muy amables y alegres, incluso los sacerdotes que entonaban extraños cánticos en su presencia. Lo que más le gustaba era jugar con los niños y oír sus risas.
Los días pasaron y una noche, Hatshepsut le dijo con voz muy triste que tenía que marcharse a Dabba. Sus exploradores habían descubierto una gran horda de skavens que se dirigían hacia la ciudad, además sus ojos se recuperarían en breve. La despedida fue triste, besó a Hatshepsut en los labios, pero éstos estaban muy fríos, ella le devolvió el beso sin decir nada.
Lo llevaron en un carro hasta las afueras de la ciudad de Dabba, y pronto se encontró andando solo hacia sus puertas aún con una venda puesta en sus ojos. ¿Por qué no lo habían acompañado hasta Dabba?
Cogió con sus manos el pequeño colgante de oro en forma de cruz que le había regalado Hatshepsut. Según sus palabras, el ankh, que era el símbolo de la vida, le protegería. También le regaló un pequeño broche de oro y lapislázuli con forma de escarabajo con el que sujetaba su gastada capa. Con él, le aseguró que nunca estaría solo; y de hecho, a veces tenía la sensación que algo se movía en su interior.
Cuando llegó a la ciudad, todo el mundo se extrañó de su regreso, incluido el enano, al que abrazó fuertemente y acto seguido, le invitó a tomarse un trago. La gente le esquivaba, sobre todo aquellos que veían el broche de la capa, pero no se atrevió preguntar por qué. Estaba demasiado contento por haberse quitado la venda y recuperado la vista como para preocuparse por eso.
Con tan sólo cruzar el entrecejo, el posadero sirvió dos jarras rebosantes de cerveza sin dejar de temblar. Sin duda conocía de sobra al enano.
- Llevo buscándote desde hace semanas. ¿Dónde te has metido? No me iba a ir de aquí sin ti. - Es una larga historia… Félix le puso al corriente de todo al enano y éste le contó que cuando se perdió encontró la reliquia tirada en la arena. ¿Era posible que aquel Skaven volviese sólo a por esa pata de conejo?
Toda la ciudad se preparaba para la batalla que se avecinaba, los skavens estaban a tan sólo dos días de marcha.
- Pronto–pronto llegaremos y podremos reclamar nuestra venganza sobre ese odioso humano y su amigo el enano. - Si-si, le decía El Vidente Gris Thanquol a su guardaespaldas Destripahuesos, que no paraba de quejarse del calor. Este le dedicó una estúpida sonrisa acorde a su inteligencia.
Thanquol había sufrido una humillación al perder aquel poderoso artefacto que le haría el Vidente Gris más poderoso de todos los tiempos una vez que alcanzase la pirámide negra. Con su poder, derrotaría hasta al patético consejo de los trece, la victoria estaba tan cerca..! Atacaría aquella ciudad con sus excelentes soldados skavens, que superaban en treinta a uno a los humanos, y se vengaría de Félix y Gotrek. Casi saboreó su victoria y lo celebró llevándose un poco de polvo de piedra de disformidad a la boca. Nada ni nadie se lo iba a impedir. Gotrek se había empeñado en inspeccionar los alrededores de la ciudad para mejorar sus defensas, pero a Félix aquellos buitres que planeaban sobre ellos y que parecían les perseguían, no le hizo ninguna gracia.
De repente y tras una duna, pudo contemplar una de las imágenes más aterradoras que recordaba en su vida, y eso que estaba acostumbrado en sus viajes con Gotrek a ver horrores como aquel Devorador de Almas al que hicieron frente. Había filas y filas de esqueletos con brillantes armaduras y ropas de color turquesa armados con arcos. Caballeros esqueléticos montando corceles esqueléticos y con sus lanzas apuntando al Sol. Una catapulta movida por dos monstruos esqueléticos, unas enormes y extrañas estatuas que habían cobrado vida. Montones de escarabajos y escorpiones juntos que correteaban por la arena y dos seres acartonados que dirigían a aquellas tropas. Unos carros ricamente decorados y tirados por caballos esqueléticos se acercaron hacia ellos.
El enano, con un ensordecedor grito de guerra, se dirigió corriendo hacia ellos con su hacha levantada y los pelos de su cresta completamente erizados. En ese momento, una momia de mujer con una bella máscara de oro, que conducía uno de esos carros, ricamente vestida, con una enorme lanza y escudo que reflejaba el Sol le dijo:
- Me alegro de verte Félix. ¿Qué tal van tus ojos? Hemos venido a ayudaros contra los skavens. Todos los pelos de la nuca se le erizaron a Félix… ¿Qué significaba todo aquello? Esa voz era de Hatshepsut. Era imposible, sin duda sus ojos le estaban jugando una mala pasada. Pero no debía ser así cuando Gotrek dejó caer su hacha en la arena y se giró con la boca abierta y su único ojo clavado en los suyos. - ¿Son estos los que te rescataron? Le preguntó. - Creo que sí. Dijo Félix titubeando. - Tienes unos amigos extraños. No puedo dejarte solo. FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 3: las cronicas de bugman Vie Jun 06, 2008 12:29 pm | |
| Capítulo 1: La fundación de la Cervecería y el Incidente de Nuln
Josef Bugman. Un nombre que provoca miradas de orgullo entre aquellos que tienen barbas largas y firmes y temblores en las piernas de aquellos que tienen el estómago débil. Un nombre conocido de un extremo a otro del Viejo Mundo. Es sinónimo de calidad y de borrachera, de sabor insuperable y resacas incomparables. De grandes tragedias y terribles venganzas.
Pero es muy poco lo que realmente sabemos de Josef Bugman, uno de los mas grandes enanos que en el Viejo Mundo han sido. Este relato es un intento de acercar su vida y su obra al gran público. Es un intento de mostrar lo que hay mas allá de su fachada como Gran Maestro Cervecero de Bugman. Aunque se podrían llenar libros enteros solamente con sus aventuras, experimentos y andanzas, solo podremos tener una idea aproximada de quien es realmente Josef Bugman cuando lo sepamos todo acerca de su familia, empezando por su abuelo Samuel, siguiendo por su padre Bono y terminando con su sobrino Dammin.
Es esta, pues, no la historia de un solo enano, sino la Historia de una saga familiar que a lo largo de cuatro generaciones ha convertido su apellido en el mas conocido a este lado de las Montañas del Fin de Mundo. Es esta una historia de auges y caídas, de buenos y malos tiempos, es, nada mas, pero tampoco nada menos, que la historia de una familia en su lucha por la supervivencia y la fortuna en el corazón del Viejo Mundo. Empezaremos esta historia tal y como deben empezar todas las historias: Erase una vez, un enano llamado Zamnil.
Zamnil pertenecía a una larga familia de taberneros en Ekrund, en las Montañas Espalda del Dragón. Cuando las minas de Ekrund fueron atacadas y destruidas por los orcos, Zamnil y su familia, junto a otros muchos refugiados, abandonaron las Montañas Espalda del Dragón en dirección norte. Muchos de estos exiliados fundaron nuevas fortalezas en las Montañas Negras y las Montañas Grises, así nacieron Karak Hirn, Karak Izor y Karak Norn. Otros muchos enanos se adentraron en el Imperio y se instalaron en las ciudades humanas como artesanos. Zamnil, por su parte, fundó lo que habría de ser el negocio familiar en las tierras del sureste del Imperio, junto a las orillas del río Sol, a los pies de las Montañas Grises. En ese lugar, alejado de lo mas cruento de las guerras que han sacudido y sacuden el Viejo Mundo, Zamnil y su hermano menor Durgrin fundaron la Cervecería de Bugman. Es en este momento en el que Zamnil, deseoso de abrirse a nuevos mercados, toma el nombre, mas ‘humano’, de Samuel Bugman, lo que le permitirá vender su cerveza mas fácilmente en el Imperio.
Llegado este momento, hemos de comentar dos puntos que han sido siempre origen de una cierta controversia.
El primero de ellos es si Bugman es el verdadero apellido de la familia o, por el contrario, lo adoptaron al fundar la Destilería. No hay pruebas que apoyen ninguno de los dos argumentos, aunque son ligera mayoría los que siguen la teoría de que el apellido Bugman fue adoptado por Zamnil cuando adoptó el nombre de Samuel, por considerar que Samuel Bugman sería mas comercial.
El segundo de los puntos polémicos se centra alrededor de sus conocimientos como cerveceros. Si bien es cierto que la familia había poseído durante siglos una de las mejores tabernas de Ekrund, nunca ha parecido este un motivo suficiente para la increíble calidad de los caldos surgidos de las tinas de Bugman. A lo largo de los años han surgido rumores de todo tipo para explicar el origen de las cervezas Bugman. El propio Samuel, hablando en una ocasión acerca de su archifamoso Brebaje de Troll, dijo que lo había descubierto por casualidad su Tatarabuelo Furgil durante un incidente en el que estaban relacionados un barril de cerveza y un troll, mientras regresaba de un viaje a Karaz-a-Karak, y que fue mejorado a lo largo de muchos años de constantes experimentos realizados por el propio Furgil y sus descendientes, tomando como cobayas a los propios clientes de su taberna. Llegados a este punto, Samuel se cerró en banda y se negó a dar mas detalles, aduciendo secreto profesional.
Pero retomemos nuestra historia donde la dejamos, Samuel y Durgrin, que conservó su nombre Kazalid, aunque adoptó el apellido Bugman, continuaron dirigiendo la Destilería durante muchos años. Años prósperos de continuado crecimiento, tanto en producción y ventas como en fama. El Brebaje de Troll, posiblemente la cerveza enana mas fuerte que jamás se haya destilado, y bebido, se convirtió en el producto estrella de una amplia gama de productos espumosos que rivalizaban en calidad con cualquier otra bebida accesible en el Viejo Mundo y superaban ampliamente a la inmensa mayoría de ellas.
Pero no todo este período de expansión continuada fue un rosario ininterrumpido de éxitos, también sufrieron reveses y accidentes. Desde convoyes asaltados por Goblins, Bandidos u Hombres Bestia hasta la explosión de una tina, suceso que paralizó la producción durante cinco semanas, en un intento fallido de mejorar aun mas la potencia y el sabor del famoso e infame Brebaje de Troll.
Pero de todos estos llamémosles sucesos, el mas conocido de todos es el llamado ‘Incidente de Nuln’. Como es posible, aunque raro, que algún lector lo desconozca, me dispongo a relatarlo aquí.
Al tiempo que crecía la fama de las cervezas Bugman, también crecía el status de sus clientes, ya no eran solo las mejores tabernas y posadas del sur del Imperio y los Karaks cercanos, se empezaron a recibir pedidos desde los propios Salones del Trono de los reinos enanos próximos, así como de los gremios de comerciantes de muchas grandes ciudades del Imperio.
Uno de aquellos pedidos procedió del propio Burgomaestre de Nuln, nada mejor que buena cerveza enana para aderezar la fiesta que celebraba sus diez años en el cargo. Ante la importancia del pedido, el propio Durgrin Bugman se puso al frente del convoy de once carromatos cargados de barriles de Cerveza Bugman. Ocho de aquellos carromatos eran para la fiesta del Burgomaestre y se entregaron sin contratiempos, pero los otros tres eran para el Gremio de Taberneros de Nuln y sufrieron un contratiempo. O mas bien, fue Durgrin quien sufrió el contratiempo. Atrapado en los festejos, con un ambiente de gran camaradería, particularmente por parte de los taberneros, con una gran cantidad de su propia cerveza para regar el gaznate y armado con toda la inocencia con que los enanos se beben una fiesta, Durgrin cayó en una hábil trampa. A pesar de resistencia al alcohol, los representantes del Gremio de Taberneros consiguieron emborracharlo completamente y arrastrarlo a una partida de dados.
El día siguiente trajo para Durgrin una ligera resaca y la noticia de que había perdido los tres carromatos llenos de barriles de cerveza jugando a los dados. La noticia de que el Gremio de Taberneros de Nuln le había engañado para quedarse gratis con la cerveza (la consumida en la encerrona había sido pagada por el Burgomaestre) produjo en él un efecto demoledor. Le había fallado a su hermano, a su familia y a su clan. Se había dejado engañar como un jovencito barbilampiño con uno de los trucos mas viejos y gastados del libro, le había fallado a su Raza.
Poco a poco se fue tranquilizando, con su espíritu calmado, se dirigió a sus ayudantes y tras ponerles al corriente los envío de vuelta a casa con la noticia. Mientras salían de la casa, Durgrin cogió un cuchillo y comenzó a cortarse el pelo, con la mirada perdida y murmurando juramentos tan antiguos como las propias montañas. Nada mas volvió a saberse de Durgrin Bugman. Muchísimos años después, su sobrino nieto Josef, durante una de sus correrías en busca de Goblins, encontró el nido de una serpiente alada, sobre la cara este de las Montañas del Fin del Mundo. Dentro del nido solo quedaban los restos del monstruo y de un enano, un matador, sin duda. Además del Hacha Rúnica, clavada en los costillares de la bestia, también encontró una jarra de cerveza grabada por un lado con la gran ‘B’ de Bugman y por el otro con las iniciales ‘D.B.’. Josef recogió ambos objetos y abandonó el lugar.
Sin duda os preguntareis como terminó el asunto de Nuln, es evidente que ningún enano iba a dejar estar las cosas.
En un primer momento, Samuel intentó negociar con el Gremio de Taberneros de Nuln, esto es, negociar como un enano, se presentó en la asamblea del Gremio con la factura por la cerveza y exigió una cuantiosa indemnización por los daños causados a su hermano. Los taberneros de Nuln se rieron en su cara. Samuel, antes que recurrir a la violencia ante tamaño insulto, rasgo casi inaudito en un enano, con gesto adusto, anunció a los taberneros reunidos en asamblea que, hasta que se pagasen la factura y la indemnización, ni un solo barril, ni una sola gota de cerveza, saldría de la Cervecería de Bugman con destino a Nuln. Dicho esto, Samuel Bugman salió de la sala mientras los presentes seguían riéndose.
Durante diez años los ciudadanos, el Burgomaestre y los taberneros de Nuln vieron pasar barcazas cargadas con barriles de Cerveza Bugman que buscaban el Reik y, a lo largo de sus orillas, las ciudades de Altdorf y Marienburgo. Muchos convoyes cerveceros hicieron alto en las posadas de la ciudad, pero ni una sola gota se quedó en Nuln. Mientras la fama de Bugman crecía sin cesar, Nuln era la única ciudad del Imperio en la que no se podía beber cerveza enana, de ninguna clase, ya que al conocer el agravio cometido, ningún cervecero enano se mostró dispuesto a comerciar de nuevo hasta que hubiese sido reparado. La poca cerveza enana, incluida de Bugman, que llegaba a la ciudad era exclusivamente para el consumo de la pujante colonia enana que, conocedores de lo sucedido, se negaban rotundamente a compartirla con el resto de los ciudadanos.
Nuln estuvo sometida a interdicto durante diez años, hasta que, un día, se presentó en la Cervecería una delegación del Gremio de Taberneros para saldar la deuda. Tras el pago de la factura, la indemnización y los correspondientes intereses generados, el interdicto fue suspendido y se reanudó el interrumpido envío de cerveza enana a la ciudad.
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:33 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
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| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:29 pm | |
| Capítulo 2: Bono Bugman, Expansión y Caida
Cuando este incidente se difundió no hizo sino aumentar la fama de Samuel Bugman y sus licores en todo el Imperio e incluso mas allá. La fama desató la curiosidad y la curiosidad unida a la extraordinaria calidad (por no hablar de su potencia y sabor) de las cervezas Bugman no hizo sino disparar las ventas.
A la muerte de su creador, la Cervecería de Bugman, situada en las orillas del río Sol, al pie de las Montañas Grises era ya famosa en todo el imperio, en los Karaks y asentamientos cercanos de las Montañas Grises y Negras y en los Reinos Fronterizos, donde ninguna celebración estaba completa sin su barril de Cerveza Bugman. Al mismo tiempo, los primeros cargamentos empezaban a llegar a las tabernas de las ancestrales fortalezas de las Montañas del Fin del Mundo, donde las primeras jarras de Brebaje de Troll fueron un éxito absoluto.
Tras la muerte de Samuel Bugman fue su hijo Bono Bugman quien tomó el control de las operaciones en la Destilería. Fue esta una época dorada para la Cervecería de Bugman. El antaño pequeño asentamiento alrededor de la Destilería se había convertido con el tiempo en una pequeña ciudad. Y esa ciudad se convirtió en el centro de un imperio comercial apoyado al principio en la reputación heredada de su padre y basado posteriormente en la extraordinaria calidad de sus licores.
El Imperio Comercial Bugman, en su momento de máxima expansión, abarcaba casi todo el Viejo Mundo, desde las Montañas del Fin del Mundo hasta Estalia y desde el sur de Tilea hasta Kislev. Barcazas cargadas de cerveza bajaban el Sol hasta su encuentro con el Reik y desde allí se distribuían por todo el Imperio y llegaban hasta Kislev, nada mejor que buena cerveza enana para combatir el terrible frío de aquellas tierras. Grandes convoyes atravesaban los Reinos Fronterizos hasta las fortalezas enanas de las Montañas del Fin del Mundo, las fiestas en los Salones del Trono de Karaz-a-Karak, Karak Kadrin, Zhufbar o, incluso, Karak Azul se regaban con abundante Brebaje de Troll y otras variantes Bugman de alta graduación. La flota comercial enana, anclada en Barak Varr, llevaba los productos Bugman a Tilea, Estalia e, incluso, el norte de las Tierras del Sur, donde las especialidades de menor graduación eran fuertemente apreciadas por las tribus nómadas que las habitaban. Bretonia no quedó apartada, antes al contrario, los convoyes llegaban a través de Pavarron y el Paso del Mordisco del Hacha, mientras barcos enanos de metal atracaban en los puertos del este.
Tan solo los delicados paladares élficos se resistían al fuerte sabor de la cerveza Bugman. Claro, que esto no suponía ninguna diferencia, Bono era lo suficientemente consciente de sus deberes ancestrales como para no haberse planteado siquiera entablar relaciones con los arrogantes hijos de Ulthuan.
Se cree que de esta época son las variantes de dos célebres proverbios enanos. Aunque apócrifas, hay quien se las atribuye al propio Bono, quien, si bien no fue un gran innovador en lo que se refiere a nuevas variedades de cerveza, si ha sido reconocido como un genio en todo lo referente a nuevos métodos de comercialización y un innovador en las técnicas de publicidad. Sin duda todos hemos oído estos proverbios:
‘Confía en la cerveza, pues la cerveza siempre ha sido una gran amiga de los enanos’.
‘Nada hay tan cierto como el fuerte sabor de la cerveza y la traición de los Elfos’. Esta época de prosperidad y expansión tuvo un abrupto final durante el recrudecimiento de las Guerras Goblin.
Las incursiones de Goblins, Orcos y otras gentes de mal vivir, habían ido en aumento en los últimos tiempos. Cada vez se necesitaban mayores escoltas en los convoyes que atravesaban los reinos fronterizos y los pasos de montaña.
Aunque no se prodigaba mucho últimamente, a Bono Bugman le gustaba ponerse al frente de un convoy y, de paso, visitar personalmente a los clientes para recibir halagos, sugerencias y alguna crítica relativa, generalmente, al escaso, a juicio del cliente, tamaño de la producción.
Este fue el motivo que impulsó a Bono a encabezar un importante convoy que debía llegar hasta Karak Kadrin tras hacer parada y dejar un pedido de similar tamaño en Zhufbar.
El convoy nunca llegó a su destino.
Blamgrut, un chaman Goblin con la sesera bastante menos estable aun de lo habitual, había anunciado, y convencido, a los caudillos de todas las tribus a las que pudo echar la zarpa, de que él y no otro era el enviado Gorko, o Morko, y que le había sido encomendada la misión de encontrar el Hidromiel de los Dioses, que haría invencible a todo aquel que lo bebiese.
A los pocos días de la partida, mientras el camino acercaba al convoy a las estribaciones de las Montañas negras, se encontraron con una inmensa horda Goblin. Dando muestras de que estaba inspirado por Morko, o Gorko, Blamgrut, en un raro alarde de alta estrategia, o de una suerte increíble, había conseguido evitar los destacamentos de Wissenland y de Karak Hirn que vigilaban los pasos y que de paso se vigilaban entre ellos. La horda verde cayó sobre el convoy enano como una nube de langostas sobre un campo de trigo. A pesar de que apenas tuvieron tiempo para prepararse, Bono consiguió organizar una defensa bastante sólida parapetando sus tropas tras los carromatos.
En un primer momento, la situación no parecía particularmente desesperada. Mientras los jinetes de lobo daban vueltas alrededor de los carromatos de los enanos, estos no cesaban de disparar sus ballestas, abatiendo certeramente un goblin casi con cada disparo. Como iba diciendo, la situación no parecía desesperada. Habían conseguido una posición defensiva sólida. Disponían de abundante comida y, aun mas abundante, bebida. Algunos de sus enanos estaban fabricando mas pivotes de ballesta con las tablas de los carros. Estaban a solo un día de Hochsleberg, donde tenían previsto hacer el primer alto en el camino. En la situación actual, y mientras pudiesen mantener la posición de los carromatos podrían aguantar durante varios días a que llegase ayuda.
Pero la situación no se mantuvo.
Espoleados por los goblins, un numeroso grupo de Trolls cargó hacia los carromatos. Al instante, decenas de disciplinadas ballestas enanas apuntaron a los monstruos que se acercaban a la carrera. Muchos trolls cayeron con su cuerpo convertido en un alfiletero. Pero, aun atravesados por docenas de pivotes, varios se levantaron y continuaron renqueantes hacia delante, como si le tuviesen mas miedo a sus guías que a los enanos que intentaban matarlos, o como si su pequeño cerebro no terminase de digerir lo que les estaba pasando. Fuese lo que fuese, media docena de trolls consiguió llegar hasta los carromatos.
Desmoralizados y desconcertados por semejante brutalidad, los enanos no reaccionaron a tiempo. Los trolls destrozaron los carros que se encontraron en su camino y abrieron una puerta en las defensas, y también en la moral enanas, por la que se colaron miles de goblins. La desesperada defensa de los enanos costó muy cara a los pieles verdes, pero, al final, la superioridad numérica goblin se impuso. Ningún enano sobrevivió al ataque.
En cuanto a la cerveza, tan pronto como todos los enanos estuvieron muertos, Blamgrut abandonó su posición en la retaguardia de su ejército y avanzó rápidamente para hacerse cargo de la situación. ¡Habían conseguido el Hidromiel de los Dioses!, ¡Ahora eran invencibles! En un frenesí descontrolado, la inmensa horda piel verde se lanzó como un solo goblin sobre los barriles.
De todos es conocido el efecto que produce una jarra de fuerte cerveza enana en hombres hechos y derechos. El efecto sobre el metabolismo goblin fue devastador. Los pocos sorbos que fueron capaces de beber cada uno les proporcionó una borrachera de proporciones épicas. Y una resaca aun mayor. Durante las semanas siguientes, una horda de goblins ebrios arrasó la frontera sur de Wissenland sin que ni hombres ni enanos pudiesen hacerles frente, mientras la noticia corría como un reguero de pólvora y muchas mas tribus de goblins corrían a unirse a Blamgrut y su incipiente ¡Waaagh!
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:33 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
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| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:30 pm | |
| Capítulo 3: Acerca de Josef Bugman
En la Cervecería de Bugman la noticia de la masacre de Bono y el convoy fue un golpe terrible. Fue así como el joven Josef, hijo de Bono, hijo de Samuel, se convirtió en el nuevo Gran Maestro Cervecero de Bugman. La niñez y juventud de Josef no fue muy diferente de la de cualquier enano destinado a ser el heredero de sus ancestros al frente del negocio familiar. A los estudios de la historia de su raza y de su clan se unieron las enseñanzas propias del negocio, acerca de la fabricación y comercialización de la fantástica cerveza de Bugman.
Era apenas barbilampiño cuando ya dirigía convoyes y trataba con arteros clientes que intentaban timar a un enano joven y, aparentemente, inexperto. A pesar de su corta edad, jamás perdió una sola gota de cerveza en estos viajes. Y, a pesar de su aparente, y real, falta de experiencia, jamás hizo un solo mal negocio ni perdió una sola venta a lo largo de difíciles negociaciones con astutos mercaderes expertos en mil y un trapicheos.
Son muchas las historias que se cuentan de esta época, pero quizá las que están mas cerca de la realidad son estas dos que muestran los rasgos de carácter de un enano llamado a ser una leyenda. Nadie duda del carácter testarudo de los enanos, ni de su obsesión por el honor y los agravios pendientes. Se cuenta que, en cierta ocasión, un grupo de incursores Goblin atacó un convoy dirigido por el joven Josef. Los pieles verdes apenas supusieron una molestia y fueron despachados con rapidez y eficacia.
Pero uno de aquellos pequeños patéticos seres agarró un barrilete que colgaba de la grupa de uno de los ponis. Era cerveza de baja calidad, si es que se puede decir que algún producto enano, incluidos los que se utilizan para alimentar a los animales, es de ‘baja calidad’, que se utilizaba para ‘animar’ a los ponis cuando estos remoloneaban. Así pues, como iba diciendo, un pequeño y asustadizo piel verde echó mano al barrilete de una de las bestias de tiro y escapó con tan preciado tesoro.
Josef, resuelto a no perder ni una sola gota del líquido espumoso, no importaba que no fuese apta para consumo enano, aunque si lo fuese para el humano, echó a correr, o lo que sea que haga un enano en vez de correr, tras el goblin. Viendo que no iba a alcanzarlo, las piernas de los goblins son mucho mas ligeras que las de los enanos, se echó al suelo y apuntó cuidadosamente con su ballesta. El piel verde, escamado por que había dejado de oír las pisadas de su perseguidor, aflojó un poco el paso y se volvió para controlar la retaguardia. Josef permitió que una media sonrisa se asomase a sus labios mientras disparaba. El pivote alcanzó al goblin en el ojo, la inercia de la carrera hizo que aun diese unos pasos antes de caer al suelo. El barrilete vio amortiguada su caída por el cuerpo del desdichado ladronzuelo y rodó mansamente por la hierba.
Josef recogió el pequeño bocoy sin echar siquiera una mirada al piel verde y regresó al convoy, donde sus compañeros acababan de dar cuenta del resto de incursores. Tras ‘animar’ a los ponis con un poco de no tan buena cerveza enana, el convoy continuó su camino.
Hay un rasgo de carácter que si bien es bastante raro entre los enanos, cuando se da puede generar auténticos genios. Los enanos no son, por su idiosincrasia, grandes innovadores. De todos es conocido el viejo proverbio: ‘lo que fue bueno para mi abuelo era bueno para mi padre, lo que era bueno para mi padre es bueno para mi y lo que es bueno para mi será bueno para mis hijos. Así ha sido, es y será por los siglos de los siglos y hasta el fin de los tiempos.’
No obstante, siempre hay espíritus inquietos, que generalmente, si logran sobrevivir a la ira de sus padres, terminan en el gremio de ingenieros. Ahí tenemos, por ejemplo, a Borin Cabezahierro, inventor del infame Machacapiedras con Ruedas propulsado por Caldera de carbón, también conocido como Apisonadora a Vapor.
Josef Bugman fue uno de esos espíritus inquietos, aunque en su caso le venía de familia. Sus primeros experimentos con los alambiques y las tinas datan de su mas tierna infancia. Durante una de aquellas pruebas sufrió un accidente al incendiarse la cuba con la que estaba trabajando. De la potencia del brebaje con el que trasteaba da cuenta el que la vergüenza que sintió cuando su incipiente barba fue totalmente pelada en el incendio apenas duro unos pocos días, la barba le creció aun mas de la longitud que tenía y en un tiempo realmente record. No hay duda de que estas experiencias, y aun otras mas descabelladas, fueron del germen de lo que habría de ser el producto estrella de Bugman y la cerveza enana por antonomasia. Pero me estoy adelantando a mi historia...
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:34 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:30 pm | |
| Capítulo 4: ¡Venganza!
Este era, pues, el enano que acababa de heredar el mayor imperio comercial del Viejo Mundo. Joven aun pero con la experiencia adquirida por el camino duro, el mejor maestro. Con la barba corta pero habiéndose ganado el respeto de sus mayores. Josef Bugman aceptó el título de Gran Maestro Cervecero y se dispuso a continuar con la labor de sus ancestros.
Pero hay algo que ningún enano puede dejar de lado. Hay cosas que un enano no puede olvidar, no debe olvidar y no olvidará. Reuniendo a los trabajadores de la Destilería, se sentó frente a ellos y anotó en el Damaz Kron de la familia los nombres de los muertos en el salvaje ataque al convoy, mientras el silencio envolvía el lugar como un sudario. A continuación se puso en pie y pidió voluntarios. La palabra venganza flotaba inexpresada entre los enanos allí reunidos. Un mar de manos se elevó silencioso ante la mirada adusta de Josef. Pocos eran los que no habían perdido algún pariente o amigo en el ataque y el hecho de que no hubiesen perdido a ningún ser querido no hubiese supuesto ninguna diferencia.
No pudieron ir todos. La producción no debía suspenderse y, además, la Cervecería no podía quedar indefensa mientras hubiese por los alrededores un horda de Goblins borrachos. El destacamento de retribución, armado hasta los dientes, se alejó ante la mirada seria y silenciosa de sus compañeros. Un enano no marcha a la guerra acompañado por el sonido alegre de las trompetas.
Durante semanas persiguieron a la horda siguiendo su rastro de destrucción y acabando con cuantas bandas de goblins encontraban en su camino. Muchos fueron los pieles verdes que cayeron justamente bajo las hachas enanas. Fue durante estos aciagos días cuando Josef reveló el talento natural que le llevaría a convertirse en un auténtico maestro en el no tan noble arte de tender emboscadas, como la que salvó al pequeño pueblo de Himersdarft Era una banda numerosa, casi triplicaba a los enanos. Pero claro, esto los goblins no tenían forma de saberlo. El camino atravesaba el bosque por su parte mas estrecha, no era, tampoco, particularmente ancho y corría semihundido entre los grandes árboles. Los pieles verdes, con el cerebro todavía afectado por la cerveza, y sin ganas de pegarse con las espesa maleza, se lanzaron alegremente por el camino. Cuando toda la banda estuvo dentro del bosque, saltó la primera parte de la trampa. Varios árboles previamente talados cayeron sobre el camino cortando la retirada mientras otros árboles caídos les cortaban el avance. De inmediato, los enanos cogieron sus hachas y atacaron a la vez la cabeza y la cola de la columna. La estrechez del camino y el que estuviese mas bajo que el nivel del bosque, casi como una trinchera, impedían que los pieles verdes pudiesen utilizar su enorme superioridad numérica. Para cuando en el centro de la columna goblin se dieron cuenta de que los alaridos de sus compañeros ya no eran cánticos de alegría sino gritos de dolor y aviso, ya fue demasiado tarde, los enanos habían hecho ya gran parte del trabajo. Fueron muchos los goblins que trataron de huir por el bosque y estuvieron a punto de conseguirlo. Pero incluso eso estaba previsto. Pequeños grupos de francotiradores enanos estaban dispersos entre la maleza o incluso, los mas osados, las ramas de los árboles. Disparando sus ballestas casi a quemarropa, no permitieron que ni un solo piel verde saliese vivo del bosque.
Josef decapitó con un certero revés al último goblin y saludó con un gesto a su primo Dolin que mandaba el segundo grupo, el que había cortado la retaguardia enemiga. Cuando la tenaza enana se cerró en el centro del bosque, no quedaba vivo ni un solo piel verde en las cercanías.
Deteniéndose apenas el tiempo suficiente para comunicar a los asombrados habitantes de Himersdarft el resultado de la emboscada y para recoger las últimas noticias acerca del Waaagh! Blamgrut, los montaraces de Bugman siguieron su camino.
Llegado a este punto, debo hacer notar que este relato ha sido copiado del diario de Otto el Tuerto, a la sazón alcalde de Himersdarft, que jura y perjura que es cierto y que ellos mismos no se lo terminaron de creer hasta que no apartaron los troncos caídos que tapaban el camino y vieron la matanza con sus propios ojos. Tres kilómetros cubiertos de cadáveres de goblins. Si los enanos tuvieron alguna baja, Otto no pudo asegurarlo, ya que no se encontró ni un solo cuerpo enano en todo el bosque. Desde entonces, el tramo del camino que atravesaba el bosque fue conocido como el Paso del Hacha del Enano, Durfenachenpas en el dialecto local.
El primer encuentro de Josef Bugman con Blamgrut el Unificador, portador del Sagrado Hidromiel y Azote de Sonrosaos y Tapones, fue en las afueras de Lomersdarft, a dos jornadas de viaje desde Himersdarft, donde se reunió con el ejército destacado por el Conde Elector de Wissenland para acabar con las correrías de los pieles verdes por el sur de su provincia, pocas horas antes de que el Waaagh! Blamgrut atacase el pueblo.
La marea verde que se cernía sobre Lomersdarft fue saludada por una lluvia de plomo y pivotes, antes de que hachas y alabardas les presentasen sus respetos a las cabezas de los pieles verdes. La lucha fue enconada, compensando la ebria exaltación de los goblins la disciplina y fría eficiencia de hombres y enanos.
Blamgrut, protegido sin duda su cerebro por la verde energía de sus dioses de los poderosos efectos de la cerveza, vio que aquello no marchaba del todo bien. Sus tropas seguían asaltando el pueblo con la alegría y despreocupación del que tiene la mente nublada por el alcohol, pero podía ver como muchos de sus guerreros empezaban a flaquear. Aunque estaban causando serias bajas al enemigo, la sangría de sus propios goblins empezaba a hacer mella en la moral. Entonces sucedió, la visión llegó con un relámpago cegador y la comprensión inundó todo su ser. Mientras daba silenciosamente las gracias a Gorko, o a Morko, reunió a su alrededor a los goblins mas ‘entusiastas’y, tras arengarles convenientemente para terminar de aturdir sus ya poco despiertas mentes, los lanzó contra el muro de barbas y lanzas que defendía el pueblo. Blamgrut ni siquiera prestó atención a la rugiente ola que se estrelló contra el rompiente formado por los hombres de Wissenland, estaba concentrado en reunir el resto del ejército y sacarlo de allí. Los Dioses le habían hablado de nuevo. No lejos de allí estaba el mas grande depósito de Hidromiel del mundo. Si con tan solo el contenido de un cargamento habían arrasado las tierras de los sonrosaos ¿qué no serían capaces de hacer con las increíbles cantidades de aquel lugar mítico? ¡Serían invencibles! ¡Intocables! ¡El mundo entero sería suyo! ¡Se acabarían los abusos de los Orcos! ¡Iban a ver quien mandaba ahora!
En el pueblo, los defensores no tardaron en despachar la última oleada de goblins y se prepararon para hacer frente a la próxima. Pero el siguiente ataque no se produjo. Tras esperar varias horas, Kurt Rehaghel, capitán de las fuerzas de Wissenland decidió enviar exploradores para ver que pasaba. No tardaron en regresar y su informe era inquietante. Los goblins habían levantado el campamento y se dirigían a toda prisa hacia el oeste. La noticia hizo que un escalofrío recorriese la espina dorsal de Josef. La Cervecería. La mayor parte de sus defensores estaban allí, a su lado. La conferencia con el capitán Rehaghel fue breve, al poco tiempo los enanos se alejaban en dirección a las colinas, si forzaban la marcha quizá llegasen antes de que fuese demasiado tarde. Entre tanto, los hombres se ocupaban de muertos y heridos y se preparaban para seguir ellos también a la horda piel verde. La negociación había sido fácil y el acuerdo rápido sellado con un trago de cerveza del barrilete que Josef siempre llevaba consigo. El Conde no se hubiese sentido muy feliz si se hubiesen negado a defender el origen del néctar divino que alegraba sus veladas. Aunque, como comentaría el propio Rehaghel mas tarde ‘Aquél trago me supo como si fuese el último.’
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:34 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:30 pm | |
| Capítulo 5: Destrucción y Muerte
Los enanos surgieron del bosque, estaban exhaustos y harapientos. Josef miró hacia Ciudad Bugman. El ajetreo que podía divisar en sus calles solo podía significar que la alarma ya había sido dada. Bien, suponía que tendría alrededor de un día de ventaja sobre los goblins de Blamgrut y casi otro sobre los soldados de Rehaghel, utilizaría aquellas pocas horas para tratar de recuperar fuerzas. Al entrar en la pequeña ciudad se cruzó con una caravana que la abandonaba, mujeres y niños, el futuro de la pequeña comunidad, que trataba de ponerse a salvo. Reconfortado por el pensamiento de que, aunque sucediese lo peor, sus tradiciones y su herencia perdurarían, Josef se dirigió a su casa a descansar.
Josef Bugman se sentía un enano nuevo, habían pasado dos días desde su llegada y los había empleado en descansar y preparar con sus consejeros un plan de batalla. Los antiguos planes de defensa, datados de la época de su abuelo, no estaban completamente desfasados y se habían mostrado mas útiles de lo que él mismo, en un pensamiento completamente antienano, había esperado. Mientras observaba la marea verde que se aproximada desde la llanura del sur se preguntaba, y no por primera vez, si podrían resistir hasta la llegada de ayuda. El río los había retrasado mas de lo que esperaba y daba gracias a Grungni por ello, las tropas de Rehaghel debían venir pisándoles los talones. Pero el tamaño de la horda piel verde que se acercaba le hizo dudar.
Se encogió de hombros, se dijo ‘que sea lo que Grimnir quiera’ y bajó de la chimenea hasta su puesto de mando en la entrada de la cervecería. No disponían de tropas suficientes para defender el pueblo y se había decidido que se concentrarían en la cervecería, con la entrada y los alambiques sólidamente construidos en piedra, se consideró que sería la mejor fortificación de que iban a disponer.
Numerosos barriles llenos con las variedades de mas alta graduación del Brebaje de Troll estaban repartidos por todos los cruces que tenían a la vista. Varios braseros estaban encendido delante de los ballesteros. Josef pensó en las consecuencias que podía tener aquella emboscada, pero no tenía alternativa, las casas solo eran edificios, podrían reconstruirse, y necesitaría desatar un infierno que desmoralizase a los goblins antes de que llegase al combate con la patéticamente pequeña guarnición. Los primeros pieles verdes empezaron a verse por las calles que llevaban a la cervecería, situada en el centro del pueblo, fueron recibidos con una salva de pivotes y desaparecieron entre los insultos de los enanos.
Blamgrut estaba observando la defensa desde el piso alto de una de las últimas casas del pueblo. ’¿Y esos son todos los que pretenden detenernos?’ Pensó con una sonrisa maliciosa ‘bien, ellos sabrán...’ se volvió y dio orden de atacar. Los goblins, excitados ante las perspectiva de un río inagotable de cerveza divina, dejaron de contenerse y se lanzaron hacia delante aullando incoherencias.
‘¡Esperad!’. Los enanos contemplaron la horda goblin que se desparramaba por las calles y empezaba a rodear los grandes barriles colocados en las esquinas.
‘¡Encended!’. Los ballesteros acercaron las puntas de los pivotes empapadas en brea a los braseros mientras la vociferante marea verde se acercaba a la carrera amenazando con engullirlo todo a su paso.
‘¡Disparad!’. Docenas de llameantes pivotes volaron hacia los barriles rebosantes de Brebaje de Troll.
Hubo unos segundos de tensión en los que el tiempo pareció detenerse, mientras el fuego se acercaba a la cerveza. De repente, una explosión sacudió el pueblo destruyendo la casa en la que se había apoyado el barril y engullendo en una gigantesca bola de fuego a todos los pieles verdes que pilló cerca. Casi inmediatamente, otra explosión sacudió los cimientos de la cervecería, y luego otra, y otra...
Durante mas de un minuto no se pudo oír nada que no fuese el estruendo de las explosiones, que ahogaba cualquier otro sonido. Finalmente, solo quedó el sonido de las llamas que consumían los restos de la cerveza, los goblins y las casas destruidas. Blamgrut echaba fuego, parecía que él también iba a explotar de un momento a otro. La primera oleada del ataque goblin no había sido rechazada, se había desvanecido en el infierno desatado por los enanos. ¡Pero aquello no iba a quedar así! Aun le quedaba la mayor parte de su ejército y sabía que los enanos construían con piedras y barro, con lo que el fuego no duraría mucho ¡se iba a hacer una capa nueva con las barbas de aquellos tapones!
Josef observó como el fuego se iba poco a poco apagando. Ya no podrían tardar mucho. Era mediada la tarde y aun no había señales de los humanos ¿se acordaría aquel capitán de su acuerdo? Los humanos no tenían el mismo sentido del honor que los enanos, en la mente de Josef empezó a crecer la duda.
Los goblins asaltaron la sitiada cervecería con una idea fija en la cabeza: la bebida divina que los había hecho invencibles estaba allí defendida tan solo por un puñado de tapones, cuando los aplastasen el mundo sería suyo.
Los enanos recibieron a los asaltantes con una lluvia de pivotes, pero enseguida tuvieron que tirar las ballestas y echar mano de sus hachas y martillos.
El muro de barbas aguantaba la galerna como un rompeolas en el que se estrellaban los fútiles intentos de los pieles verdes. Subían y bajaban metódicamente las hachas rebanando una cabeza con cada movimiento. Cuando caía un enano su lugar era inmediatamente ocupado por otro y así el asalto continuaba mientras la reducida guarnición enana se iba quedando, poco a poco, cada vez mas reducida, mientras los goblins continuaban presionando en busca del licor prometido por sus dioses.
Josef empezaba a perder la esperanza, la línea de defensa enana era ya solo eso, una línea, cuando la llamada de un cuerno resonó en algún lugar hacia el oeste, a ese primer cuerno le respondió otro y otro y otro más. ¿Cuernos? ¡Cuernos! Cuernos enanos que anunciaban la llegada de la tan necesitada ayuda. El sonido de los cuernos fue saludado por una cacofonía de tambores que sonaban hacia el otro lado de la cervecería, el capitán Rehaghel había hecho honor a su palabra. La pinza pronto se cerraría sobre los pieles verdes, solo tenían que aguantar un poco mas.
La defensa cedió en ese momento.
No había refuerzos, nada con lo que tapar los huecos, la presión del número había terminado desbordando a los defensores y ahora solo les quedaba luchar por sus vidas. Los enanos intentaron encerrarse en el interior de la cervecería, pero era tarde. La marea verde se colaba por todas partes, rodeando y aislando a los enanos. Caían cuatro goblins por cada enano, pero no era aquella un proporción lo suficientemente buena.
La última resistencia tuvo lugar en la sala de destilación. Los pocos defensores que quedaban se apiñaron junto a la gigantesca caldera mientras los goblins se desparramaban como una inundación verde que lo llenase todo. Josef, con hábiles golpes de su hacha rompió los conductos que llevaban la cerveza recién destilada hacía las cubas y miles de litros de buena cerveza enana se desparramaron por todo el edificio. Luego, mientras el último de los defensores caía aplastado por la informe masa verde, arrojó una antorcha al río de alcohol que se extendía por el suelo... La expedición de Karak Norn, dirigida por Snorri Manodepiedra, se había tropezado con la columna de refugiados de la Cervecería de Bugman dos días atrás. Las noticias que traían les hicieron cambiar de rumbo. Ya sabían donde encontrar a los pieles verdes.
Cuando llegaron los goblins iniciaban el ataque. Rápidamente, Snorri dispuso sus regimientos y dio orden de avanzar mientras elevaba una silenciosa plegaria a Grungni, parecía que las explosiones que habían oído un rato antes habían sido provocadas por los defensores y no eran la señal que marcaba el final de la batalla y el principio del saqueo, aun podrían llegar a tiempo... El capitán Kurt Rehaghel observó como el destacamento enano iniciaba el avance por el oeste, se volvió y contempló como su propio despliegue ya estaba dispuesto. Sin tiempo para que sus oficiales le diesen las novedades, dio orden de atacar. La retaguardia goblin estaba a su alcance y a los defensores de la cervecería se les acababa el tiempo...
No se lo esperaban. Cuando llegó lo hizo con un siseo que iba creciendo en volumen e intensidad y que alcanzó las afueras del pueblo, donde enanos y hombres empezaban a combatir con la retaguardia goblin. El sonido era tan ominoso que la lucha se detuvo mientras unos y otros miraban con curiosidad y aprensión hacia la destilería. Con un bramido, las llamas irrumpieron a través de las puertas y destrozando las ventanas mientras lenguas de fuego se elevaban hacia el cielo.
El espectáculo fue dantesco durante unos segundos, los segundos que tardó el fuego en llegar al almacén, a las grandes tinas donde las cervezas Bugman aguardaban el momento de su distribución.
La explosión arrasó completamente la cervecería y todo lo que pilló cerca, mientras goblins, enanos y hombres se echaban al suelo para evitar la lluvia de cascotes. El fuego en los restos de la cervecería tardó cuatro días en apagarse, y no lo hubiese hecho de no ser por un piadoso chaparrón.
Ni un solo goblin escapó a la terrible sed de venganza de los enanos y de los hombres de Wissenland. El mismo Blamgrut fue capturado vivo, ensartado en un espetón y asado a fuego lento mientras Snorri Manodepiedra y Kurt Rehaghel, el uno junto al otro, y rodeados de sus fuerzas, observaban en silencio.
Ninguno de los defensores de la cervecería fue rescatado con vida. Tras una búsqueda concienzuda, se encontraron los restos de casi todos ellos. Tan solo uno permaneció desaparecido y se le dio por muerto.
El cadáver de Josef Bugman nunca fue encontrado.
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:34 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:31 pm | |
| Capítulo 6: Un enano surge de la niebla
La conmoción que causó la desaparición de la Cervecería de Bugman en todo el Viejo Mundo no puede expresarse con palabras. Mensajes de condolencia llegaron a los supervivientes de la cervecería, refugiados ahora en Karak Norn. Las últimas reservas de Brebaje de Troll fueron consumidas a la memoria de Samuel Bugman y sus descendientes en fiestas conmemorativas celebradas en los Grandes Salones de todos los Karaks y asentamientos menores desde las Montañas del Fin del Mundo hasta las Montañas Grises.
Se dice que cuando el Conde Elector de Wissenland, embargado por los remordimientos al no haber podido impedir la destrucción de la Cervecería, se confesó con el Gran Teogonista de Sigmar, este le ordenó como penitencia la entrega de todas sus reservas de cervezas Bugman, que eran considerables, al Culto a Sigmar, quedando él mismo, el Gran Teogonista, como administrador de los bienes entregados. Los años que siguieron vieron la casi desaparición de los goblins de las Montañas Grises y las Montañas Negras. Los pogromos y planes de erradicación llevados a cabo por hombres y, sobre todo, enanos, consiguieron librar la zona de pieles verdes e indeseables de la misma calaña. Bien, al menos por unas pocas décadas.
Mientras, los exiliados discutían el cuando y el como de su regreso a Ciudad Bugman. Si bien todos estaban de acuerdo en volver y reabrir la cervecería, no estaba del todo claro el como ni el cuando. Los maestros cerveceros habían perecido en el ataque y con ellos se habían perdido los secretos del Brebaje de Troll y de la mayor parte de las variedades Bugman. El enano que debería dirigir las instalaciones y evitar el desmoronamiento del Imperio Comercial, Delflin Bugman, hijo de Dolin, hijo de Durgrin, era un niño que apenas había iniciado su educación.
Y con estas discusiones pasaba el tiempo. La hierba y la maleza se habían aposentado sobre la otrora próspera Cervecería, cuando un carro tirado por un pony y dirigido por una pequeña figura embozada en una capa apareció en el camino ante las puertas de Karak Norn.
Habían pasado quince años.
Era una mañana clara y fria de principios de primavera. Los guardias miraban con suspicacia al conductor, una figura pequeña y encorvada envuelta en un manto plagado de pulgas y que olía como recién salido de un estercolero. Parecía un enano, y el hecho de que hubiese llegado hasta allí daba fe de ello, pero no hubiesen podido jurarlo.
El Guardián de la Puerta se plantó en medio del camino, apoyado en su martillo, a esperar al viajero. El carro llegó hasta él y se paró. Bajo la capucha del conductor todo eran sombras, tan solo se distinguía apenas el atisbo de una barba no muy poblada.
El Guardián miró aquel rostro oculto y preguntó: ‘¿Quién eres y qué asuntos te traen?’. El conductor se arrebujó aun mas en el manto mientras bajaba del pescante. ‘He venido a ver a tu Rey’, dijo, ‘traigo algo para él.’
Uno de los guardias se había acercado al carro y miraba curioso la lona que cubría la carga y empezó a levantarla mientras el Guardián de la Puerta preguntaba: ‘¿Y qué es lo que traes?’
‘¡No te atrevas a tocarlo!’ la voz de mando sorprendió a todos, pero sobre todo al guardia que se apresuró a soltar la lona como si quemase. Tal era la autoridad que emanada de aquella voz que ni siquiera el Guardián de la Puerta, que en una ocasión impidiera el paso a un enviado del Emperador porque no le satisfizo el motivo de su visita, protestó cuando su joven subordinado le dirigió una mirada entre sorprendida y suplicante.
‘Ya ha sido suficientemente duro traerlo hasta aquí’ gruñó el visitante ‘y antes de que os pongáis a pinchar y husmear, os diré que no se hizo a la medida de los goblins. Y ahora, si no os importa, estoy harto de estos harapos raídos y me gustaría hablar con un maestro sastre antes de ver al Rey.’
Tal discurso y el tono en que fue dicho solo podría haber salido de los labios de un enano, y de uno que tuviese una extraña historia que contar.
A todo esto, uno de los guardias ya había pasado el mensaje al salón del trono. El Rey, picado por la curiosidad accedió a recibir al extraño visitante.
Una andrajosa figura apareció por la puerta del Gran Salón del Trono dirigiendo un carro tirado por un pony y cubierto por una lona. El viajero caminaba con la seguridad de quien conoce el camino que pisa. En ese momento una multitud abarrotaba la gran sala, había corrido la voz acerca del extraño visitante y eran muchos los enanos que deseaban verlo.
El extraño llegó al pie del trono y se detuvo. Su cabeza se elevó para mirar al Rey. Solo su barba esta visible bajo la capucha del manto infestado de pulgas. Sin decir una sola palabra se volvió hacia el carro y arrancó la lona de un tirón. Bajo la lona ahora en el suelo, había descansado un bocoy de considerable tamaño.
‘Bien, el viaje ha sido duro.’ Dijo sin dirigirse a nadie en particular. ‘No puedo garantizar el estado en el que ha llegado.’
Metió una mano entre sus andrajos y sacó una jarra. La metió en el barril y la sacó llena de lo que sea que contuviese. La observó con ojo crítico y le dio un sorbo.
‘¡Hummm! Mejor de lo que esperaba. Con un par de semanas de reposo debería estar en su punto, pero servirá para daros una idea.’ Dijo mientras se acercaba al rey y le tendía la jarra. El rey tuvo un momento de duda, pero había algo en la actitud de aquel enano que hizo que alargase la mano hacía la jarra, se la llevase a la boca y la vaciase de un trago.
Los efectos fueron notables e inmediatos.
Las cejas se elevaron hasta el mismo borde de la corona mientras sus ojos se humedecían y un acceso de tos sacudía su cuerpo. La recuperación vino acompañada de un sonoro eructo. Miró a la jarra, luego al viajero, de nuevo a la jarra, la sorpresa se reflejaba en su rostro.
‘¡No puedo creerlo! ¡no puede ser! ‘¡es.. ...es Bugman!’ Un rugido de asombro recorrió la enorme sala. ‘¡Imposible!’, ‘¡Hace años que no queda una sola gota de cerveza Bugman!’, ‘¡Josef Bugman murió defendiendo la cervecería!’, ‘¡no hay maestros cerveceros de Bugman!, entonces ¿Quién...?’ ‘No, muerto no, pero casi.’ Dijo el extraño ‘Solo puedo suponer que la explosión me lanzó por una ventana hasta el rio, supongo que tuve suerte. Pero esperad, olvido mis modales...’
Con un gesto se deshizo del andrajoso manto. El enano que apareció ante los presentes era de edad difícil de definir. Parecía joven y se movía como tal, aunque los ojos mostraban una experiencia y sabiduría propias de una edad muy superior. Una barba mas corta de lo que debería enmarcaba un rostro surcado de cicatrices, recordatorio de una experiencia que ningún otro de los presentes había sufrido.
‘Josef Bugman, Maestro Cervecero, a vuestro servicio.’ Dijo con una inclinación de cabeza. ‘Pero... ¿Cómo... ?’ Acertó a decir el rey mientras miraba la gran ‘B’ grabada en la jarra y que no había visto antes, concentrado en su visitante.
‘No puedo decirlo con seguridad, Cuando desperté me hallaba en la orilla, varios kilómetros rio abajo. Me costó varios días coger fuerzas suficientes para volver a la cervecería. Cuando llegué el fuego ya se había apagado. El pueblo estaba arrasado, pero tuve la satisfacción de ver al brujo piel verde carbonizado en su espetón. Me dirigí a mi casa, estaba en ruinas pero en el sótano tenía dos barriles de Brebaje de Troll, uno me sirvió para recuperarme durante los meses siguientes, el otro es este.’ ‘¿Por qué no te has dado a conocer antes? A estas alturas la cervecería ya podría estar en obras.’
‘Por que no estaba preparado. Porque he necesitado todos estos años para recuperarme y disponer mi regreso. He viajado de incógnito por casi todo el Viejo Mundo. He visto y he aprendido. Ahora ya estoy preparado para volver a empezar de nuevo y devolver a la Cervecería de Bugman al lugar que le pertenece’
Un gruñido de aprobación recorrió la inmensa caverna al oír estas palabras. La identidad del visitante fue establecida sin genero de dudas y en cuestión de minutos la noticia de que Josef Bugman estaba vivo, había vuelto e iba a reconstruir la cervecería había alcanzado todos los rincones del Karak... y no pasaría mucho tiempo hasta que alcanzase incluso la mas alejada de las fortalezas de las Montañas del Fin del Mundo para regocijo de todos los habitantes del Reino de los Enanos.
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:35 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:31 pm | |
| Capítulo 7: La reconstrucción de la Cervecería y la Fundación de los Montaraces de Bugman
Largos fueron los años de la reconstrucción de Ciudad Bugman, pero los trabajos fueron acometidos con la típica tenacidad enana. Muchas fueron las obras que se realizaron en aquellos días:
La ciudad fue demolida, saneada y reconstruida según los cánones enanos de belleza y eficiencia.
La propia Cervecería fue planificada de nuevo, en el proyecto estaban incluidas futuras ampliaciones en previsión de un incremento de la producción y de las ventas. Amplias avenidas llevaban hasta los almacenes donde pronto se cargaron de nuevo los carromatos con toneles de todas las variedades Bugman.
El antiguo muelle de piedra sobre el Sol fue demolido y se excavó una dársena, rodeada por los edificios de la Destilería, en ella atracaban las gabarras que bajarían el Sol rumbo al Reik y a todos los rincones del Imperio.
En esa dársena pronto atracaron también dos botes a vapor, versiones de bolsillo de las enormes naves acorazadas que protegían a la Flota Comercial Enana, regalos construidos por el Gremio de Ingenieros de Barak Varr. Si, muchas fueron las obras que se hicieron en aquellos días, pero pocos los cambios que se produjeron. Muchos de los Maestros Cerveceros habían muerto, pero sus conocimientos no se perdieron y, bajo la dirección del Gran Maestro Cervecero de Bugman, el propio Josef, por cuyas venas corría pura la sangre del fundador, su abuelo Samuel, pronto todas las variedades de cerveza Bugman, desde las mas flojas hasta el Brebaje de Troll, salían con dirección a las principales tabernas del Imperio y los Karaks cercanos.
Como decía, los cambios reales fueron pocos, en realidad, solamente dos. El primero de ellos consistió en la creación de una fuerza militar. Josef no quería que se repitiese la historia. Muchos enanos habían muerto por que los convoyes y las rutas comerciales no eran lo bastante seguras. No volvería a ocurrir.
Así fue como nació la Compañía de Montaraces de Bugman. Todos los enanos de Ciudad Bugman debían servir periódicamente en la Compañía. Como capitanes se reclutaron a montaraces con años de experiencia en las Tierras Yermas y muchos aventureros y desheredados fueron atraídos por la promesa de un trabajo agradecido, buena bebida y aun mejor pelea.
Los Montaraces de Bugman patrullaban constantemente las rutas comerciales por delante de los convoyes. Ante la primera señal de peligro enviaban aviso al convoy para que se desviase de su camino y tendían emboscadas a las fuerzas hostiles.
Aunque un enano no puede competir en sigilo con un elfo, es muy difícil ver a un montaraz enano que no desee ser visto. Un enano no puede competir en rapidez con un jinete, pero el profundo conocimiento de los países que recorrían les permitía llevar avisos o ayuda a convoyes en peligro.
Muchos bandidos orcos, goblins, mutantes y humanos cayeron ante los pivotes de las ballestas enanas. Nadie escapa con vida de una emboscada enana.
Patrullas enanas recorrían buena parte de las Montañas Negras y Grises, así como los Reinos Fronterizos hasta las estribaciones de las Montañas del Fin del Mundo, los territorios mas peligrosos que debían atravesar los convoyes cerveceros.
Pero, a pesar de semejante despliegue, Ciudad Bugman nunca estaba desprotegida, siempre, siempre había un destacamento de guardia permanente: El Destacamento de Respuesta Rápida de Bugman. Su misión era proteger la cervecería y la ciudad por supuesto, pero también responder a cualquier amenaza a los convoyes o a los asentamientos mas cercanos en poco tiempo Josef había llevado a cabo sus preparativos con un cierto secreto, de modo que la primera de las intervenciones a una cierta escala del Destacamento de Respuesta Rápida de Bugman pilló a casi todo el mundo por sorpresa, particularmente a la tribu de mutantes que, surgidos de lo mas profundo de los bosques, se había lanzado a una orgía de destrucción y saqueo.
Eran tiempos medianamente tranquilos y ello había permitido que la Compañía de Montaraces dispusiese de tiempo casi suficiente para su puesta en marcha. Fue entonces cuando, por primera vez, saltaron las alarmas. Una banda de hombres bestia de los bosques oscuros andaban por la región saqueando aldeas y asesinando a todo aquel que encontraba, fuera hombre o enano. También mataron muchos goblins, pero claro, hay muertes que no pueden considerarse asesinatos... Bien, como iba diciendo, la reconstrucción de la Cervecería marchaba a buen ritmo y la organización de los Montaraces de Bugman estaba casi completa. Josef decidió que sus tropas estaban preparadas y que harían un ejemplo con aquella partida de guerra. Iba a ser un entrada en acción espectacular, de las que no se olvidan con facilidad.
El chaman observaba el pueblo fortificado desde la linde del bosque. Movía regularmente su bobina cabeza con preocupación. Algo no le gustaba, pero no tenía idea de cual podría ser el peligro. Los sacrificios de la noche no le habían dado ningún presagio, nada. Era un experto en interpretar los signos, por imprecisos que fuesen, pero se había encontrado con que no había nada que interpretar en las entrañas de los esclavos sacrificados. Hasta cinco habían muerto para que él pudiese echar una ojeada al futuro de la tribu. Pero nada, absolutamente nada de nada. Había dado una interpretación de urgencia, a gusto del Jefe, era un chaman con muchos años de experiencia, ya lo había hecho antes en situaciones similares, pero no podía quitarse de encima la sensación de que había algo que no marchaba, algo no iba bien...
Albert no apartaba la vista del bosque. Podía sentir la ominosa presencia de la horda bajo las frondas. Como capitán del ejército permanente de Wissenland estaba al mando de las fuerzas que defendían Boghenfel. Fuerzas que no eran precisamente muy fuertes. Había enviado mensajeros en busca de ayuda, pero sabía que esta tardaría en llegar al menos dos o tres días. Un destacamento de caballería podría amenazar el avance enemigo, obligarle a proteger sus flancos al mismo tiempo que los arcabuceros le permitirían ablandar la marea de mutantes mientras se acercaba, de modo que la embestida no sería tan poderosa. Con algo así podría aguantar sin mayores problemas luego, cuando llegase la ayuda, sería una simple batida de caza. Pero sabía que no disponía de esos caballeros ni de esos arcabuceros que necesitaba. Y sabía que la bestia que dirigía el ataque, y cuya presencia sentía como si estuviese a su lado, también lo sabía...
Los cuernos de los hombres bestia rasgaron el silencio. Los defensores se pusieron repentinamente en tensión. El chaman desechó sus temores y asiendo la cimitarra que colgaba de su cintura se unió al coro de rugidos que saludó el vibrante sonido de los cuernos.
Con un griterío ensordecedor, la horda de Gors abandonó el lindero del bosque y se lanzó a la carga sobre la mal protegida población. Sabiendo que no habría refuerzos para los defensores y que estos no disponían de nada con lo que contraatacar, el caudillo hombre bestia siguió la línea de la mínima resistencia: un asalto frontal.
Cuando la horda de hijos del caos llevaba recorrida la mitad de la distancia, un nuevo canto salido de unos cuernos de bronce los silenció y los detuvo casi en seco. Lanzando gritos de guerra que helaban la sangre, docenas de guerreros enanos surgieron a ambos lados de la horda atacante y antes de que se pudiesen recuperar de la sorpresa ya los tenían encima. Cogidos por sorpresa, los hombres bestia cedieron ante el empuje enano y fueron empujados hacia los escasos defensores del pueblo, que ahora salían de sus posiciones para rematar la faena.
Comprendiendo ahora el motivo sus temores, el chaman intentó encontrar un camino para salir de aquella encerrona, pero parecía que los dioses les habían abandonado. En ese momento se encontró frente a frente con un enano con una corta barba que enmarcaba una cara llena de cicatrices y unos ojos que mostraban un férrea determinación, en su casco una ‘B’ dorada brillaba al sol de la mañana. Bien, pensó, una barba enana siempre era un buen trofeo, aunque fuese una tan corta como aquella. Sus pezuñas se bañarían con la sangre de aquel desgraciado...
Josef había esperado el momento oportuno, también él había estudiado la desesperada situación de los defensores. Aunque la doctrina de combate enana consistía en presentar batalla cara a cara, Josef no estaba dispuesto a sacrificar mas vidas enanas de las estrictamente necesarias. Además, quería que aquella actuación fuese recordada, los enanos que habían surgido de la nada, los fantasmas que llevaban la muerte y la destrucción a sus enemigos. Un enemigo temeroso es un enemigo que ya ha perdido media batalla.
En lo más reñido del combate, Josef vio como se le venía encima una de aquellas monstruosidades de cabezas bobinas y piernas terminadas en pezuñas. Los amuletos que colgaban de su cinturón y el báculo forrado de piel humana lo identificaban como el hechicero de la tribu. Josef apenas le dedicó un segundo de su tiempo, con una finta esquivó la oxidada cimitarra y termino el breve combate con revés que envió a la bestia a reunirse con sus dioses, fuesen quienes fuesen...
El combate fue breve. Atrapados entre el martillo de los enanos y el yunque de los hombres de Wissenland, los hombres bestia fueron masacrados. Apenas un puñado logró escapar. En otras circunstancias Josef hubiese ordenado su persecución, pero en este momento no le importó demasiado. Los supervivientes correrían la voz. Los invisibles enanos con la ‘B’ en el casco.
Muy pronto un nuevo respeto nacería hacia los Montaraces de Bugman. En cuanto hubiesen impartido un par mas de lecciones, solo los muy desesperados atacarían un convoy o a los clientes de Josef...
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 12:35 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:32 pm | |
| Capítulo 8: La Batalla de la Colina del Ahorcado
Incontables son las hazañas realizadas por esta fuerza de elite. En su mayor parte pequeñas escaramuzas con los números en contra. Ataques rápidos y contundentes. Emboscadas cuidadosamente planeadas que eran desbaratadas en el último momento, cuando los atacantes estaban mas preocupados por el convoy que se acercaba al desfiladero que por su propia retaguardia. A lo largo de las décadas que han transcurrido desde su fundación, la Compañía de Montaraces de Bugman ha conseguido labrarse una reputación como uno de los mejores grupos de combate enanos de todos los tiempos. Si bien esta reputación es menor entre sus propia gente que entre los humanos, ya que los enanos consideran que las tácticas utilizadas son indignas de un enano y mas propias de un elfo. Aunque esto no ha sido inconveniente para que algunas de ellas hayan sido adoptadas por muchos Karaks, los enanos pueden ser extremadamente tradicionalistas, pero en ocasiones son también terriblemente pragmáticos.
Los combates a gran escala en esta segunda época de esplendor de la Cervecería de Bugman fueron numerosos, comparados con los habidos durante las décadas anteriores. Si bien fueron escasos comparados con las numerosísimas escaramuzas y pequeñas emboscadas que protegían los convoyes en las tierras yermas y en los pasos de montaña. La inseguridad era mayor que tiempos de su abuelo:
Las tribus goblin se fueron recuperando de los pogromos que siguieron a la destrucción de Ciudad Bugman y al mismo tiempo recuperaron su gusto por los saqueos.
Las invasiones orcas tampoco han dejado de lado Wissenland durante estos años.
En una ocasión un clan Skaven abandonó el Imperio Subterráneo para buscar suerte en la superficie. No la encontró.
Quizá el mas famoso de todos los combates librados por los Montaraces de Bugman sea la Batalla de la Colina del Ahorcado. Ocurrió sesenta años después de la refundación de la Cervecería de Bugman. El Destacamento de Respuesta Rápida de Bugman acababa de sacudir el polvo a una banda de goblins que estaban causando problemas en la ruta que llevaba a Karak Hirn. Los enanos, al mando de Delflin Bugman, primo de Josef, habían hecho alto para pasar la noche en un paraje llamado la Colina del Ahorcado. Allí se encontraron con un convoy de Karak Hirn, procedente de Ciudad Bugman y dirigido por Jorj Thorgrimson, a la sazón pariente del rey. Cuando Delflin le narró lo sucedido, a Jorj le faltó tiempo para escoger unos cuantos toneles de buena cerveza Bugman que amenizasen una fiesta en honor de los Montaraces.
Es difícil saber que le gusta mas a un enano, si una buena fiesta con borrachera incluida o una buena pelea. Puede ser que lo que mas le guste sea una buena fiesta con borrachera incluida y que acabe con una buena pelea. En todo caso, todos deberíamos tener cuidado con lo que deseamos, podría ser que los dioses nos lo concedieran... Los hombres y los elfos suelen subestimar la inteligencia de la raza goblin, a la que consideran inferior. Los enanos no suelen hacerlo, el motivo es que han combatido durante siglos contra ellos y saben lo arteros que pueden llegar a ser. A pesar de ello, nadie, excepto quizás los mas experimentados de los generales enanos, se hubiese percatado de la maniobra del Jefe de la tribu del Diente Roto, Blamgrut Mataorcos, que, por un curioso giro del destino, y sin que lo imaginase siquiera, llevaba el mismo nombre que aquel chaman que había arrasado la cervecería casi ochenta años antes. Claro, que tambien podía ser simplemente que la imaginación de los goblins sea realmente inferior...
Pero será mejor que os ponga en antecedentes, el caso es que Blamgrut Mataorcos se había hecho con el control de la tribu del Diente Roto apenas unos meses antes. Anteriormente, la tribu había estado dirigida por un viejo orco, cuyo nombre se ha perdido en las nieblas del tiempo, y que, si bien ya no estaba para muchos trotes, aun podía darle una buena paliza a cualquier goblin metomentodo por crecidito que estuviese. Y era precisamente eso lo que intentaba hacer con Blamgrut aquella mañana por solo Gorko sabe que motivos. Dicen que el enano sabe mas por viejo que por enano, y eso puede que tambien sea cierto para otras razas, el orco, aunque viejo y lento, se las había apañado bastante bien para arrinconar a Blamgrut tras una de las chozas del desvencijado campamento. Desesperado al no encontrar una ruta de escape, Blamgrut tropezó con tan mala suerte que se fue a dar de narices sobre una pila de lanzas apoyadas contra la pared. Las lanzas, empujadas por la base, se inclinaron por encima de Blamgrut, justo en la dirección en la que el inmenso corpachón de su perseguidor se agachaba para echarle el guante...
La misma cara de sorpresa que puso Blamgrut, se reflejaba en el rostro del orco mientras trastabillaba hacia atrás con tres lanzas clavadas en el pecho. Mientras el Anterior Jefe de la Tribu caia al suelo con un último estertor, Blamgrut miró a su derecha, luego a su izquierda, luego a su espalda, para ver la pared de la choza sobre la que se apoyaba, volvió a mirar a su derecha, había matado al Jefe, ¡había matado al jefe!
Lentamente, se acercó a la enorme mole de carne verde. No se movía. Se acercó aun mas a la cabeza y le atizó un estacazo en la cara con un el primer palo que encontró... antes de poner unos metros entre su persona y la de su de su ex-Jefe. Nada, sin duda estaba muerto.
A su alrededor se empezaron a oír ruidos, el campamento despertaba, debía darse prisa. Rápidamente se subió al pecho del orco. Con dificultad arrancó dos de las lanzas y, lanzando un grito de guerra capaz de helar la sangre en las venas de cualquier goblin, intentó, con éxito relativo, clavar aun mas la lanza que quedaba.
continuara........ | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 4: Onanduk-Agoraz Vie Jun 06, 2008 12:40 pm | |
| Vivo buscando lo que me quitaron, vivo solo para librar esta carga que pesa en mis botas. Las ofensas serán vengadas y el cuerno volverá a ocupar su lugar. Hasta entonces la sangre de mi hacha no será lavada, ¡y por Grungni que pronto lucirá resplandeciente! Onanduk-Agoraz, en la batalla de Los Campos.
EL CASCO DE UN SOLO CUERNO
Las jarras estaban llenas. La madera crepitaba. Los ánimos se apagaban y la nostalgia se colaba en el corazón de cada enano. La hora de cantar las sagas había llegado. Esa noche tenían junto a ellos a un enano admirable, y todos esperaban que hablara. Era Onanduk-Agoraz, general enano del ejercito de Ucornos de Barak-Varr. Sólo estaba de paso y se divertía antes de continuar el camino a la batalla que le aguardaba.
Todos estaban callados y lo miraban fijamente con la esperanza de que hablara. Los ojos saltones de los jóvenes hacían entrever la alegría de que su héroe estuviera entre ellos y uno no pudo calmarse y dijo: “¿Podría hablarnos de su casco señor?” Onanduk lo miró y sonrió. “Si no me falta cerveza y mi pipa siempre está llena podré hablar sin parar y podréis conocer la historia del mayor casco que jamás ha existido”.
Rápidamente tres taberneras se apresuraron a ser efectivas sus insinuaciones. Bebió rápidamente y limpió su barba blanca con el puño cerrado. La vejez de su rostro revelaba la sabiduría de sus años. Una barba larga y blanca, atada al cinturón y la armadura para que no se estropease. Cuidada con tesón y adornada con múltiples motivos en oro representando a sus antepasados, reliquias de honores pasados, de innumerables batallas ganadas, y múltiples ofensas vengadas. Los ojos negros se ocultaban bajo sus cejas espesas y blancas como la espuma de cerveza. Las arrugas profundas, señales evidentes de tantas sonrisas y tantos frunces de ceño. Onanduk era un enano, ENANO con mayúsculas, de esos que hacen leyenda, su cuerpo era fuerte, tanto que se dice que cruzó los desiertos del sur combatiendo con los no muertos durante seis meses sin comer ni beber. Durante esa campaña todos sus hombres perecieron, pero el salió victorioso y solo dijo al llegar a una taberna enana: “Buenas, ¿me podría dar tres barriles de cerveza Bugman?”, respondió el posadero: “bien, ¿se la preparo cuando lleguen sus compañeros?” y el respondió: “Creo que tardarán en llegar…, así que póngalos a mi lado… y un banquito por favor”. Durante el viaje, “conoció” a un no muerto espectacular, el llamado Richter Kruegar. Después de luchar durante todo un día, ambos se derrumbaron. Se miraron y Richter supo que no podría vencer a ese enano, así que se levanto pidió disculpas y alagó a Onanduk, y se ofreció para ayudarle en sus batallas. Pero esto son solo leyendas. Aunque a veces durante sus batallas se han visto cadáveres que se levantaban y mataban a sus compañeros, y una voz de ultratumba que gritaba: “¡Por Onanduk, enano entre enanos! “¡Ah! Bien, empecemos. Mi tataratataratataratatarabuelo Rinhork Cabezamartillo era de Karak-Ocho-Picos, después de la caída de nuestra fortaleza lo dejó todo para hacer frente a la amenaza de ratas y pieles verdes. Sus grandes batallas y sus brillantes estrategias hicieron de él el enano que fue, y llegó a ser uno de los enanos de confianza del rey. Mi tataratataratataratatarabuelo salvó la vida del rey cuando las paredes de la corte se desplomaron, ¡¡no por las construcciones enanas!! Estas son IN-DES-TRUC-TI-BLES, ni los temblores del mayor volcán son capaces de echarlas abajo. Pero las asquerosas ratas roían el corazón de la roca y escarbaban sin control ni precisión. Como decía, Rinhork lo salvó de una forma particularmente heroica. Como no tenía nada a la mano –ningún buen hacha o martillo- utilizó lo único al alcance, su casco. Arremetió contra los Skavens como una bestia y empaló a las ratas sobrealimentadas en los cuernos. El casco se perdió, pero el golpe fue tan fuerte que durante la confusión hubo tiempo de salvar al rey. Después de aquel día se le llamó Rinhork Cabezamartillo. Una vez acabó la batalla, el rey ordenó que los mejores herreros rúnicos hicieran un casco dorado con runas tan poderosas como las de antes, ya no hay herreros tan poderosos, sólo son residuos de lo que eran; este casco si es poderoso y no esas bagatelas,… bueno, como decía…” Respiró un poco y tomó otro trago de la jarra recientemente llenada.
“El casco era espléndido, sus runas doradas resplandecían con luz propia, y sus cuernos miraban al cielo clamando venganza.
Rinhork prometió ser el protector del rey y lo seguía donde iba, con su casco siempre puesto. Pero un fatídico día, durante la batalla del cuerno los elfos volvieron a hacer de las suyas y atacaron la caravana enana que transportaba al rey. La batalla fue dura, pero ni las bestias inmundas que venían con ellos pudieron frenar la furia enana, sin embargo Rinhork después de luchar durante horas con el general elfo, perdió un cuerno del casco rúnico por un golpe bajo del asqueroso elfo. Si no fuera por que mi tataratataratataratatarabuelo luchó con él, no hubiera vuelto a hablarse de él. ¡Maldito! Hmm, bueno, como decía…” bebió de forma brusca y visiblemente mosqueado. “El cuerno se desprendió y una luz cegadora partió por la mitad al elfo, ¡merecido lo tiene! Pero el cuerno fue a parar a manos elfas y se lo llevaron mientras huían. Sin posibilidad de alcance mi tataratataratataratatarabuelo juró que no descansaría de la lucha hasta que volviera a encontrar el cuerno. Además la runa más poderosa de todas estaba en ese cuerno y el casco se vio disminuido en poder. ¡Aun así sigue siendo el cuádruple de poderoso que cualquiera que podáis imaginar! Y así los elfos sumaron una más en sus numerosas ofensas a nuestro pueblo.
De esta forma se forjó la leyenda de mi familia, que lucharían en innumerables batallas, ¡todas ellas ganadas!... y la que no por fallos inesperados de algún gandul como vosotros, ¡jóvenes inexpertos!” Paró un poco para fumar en pipa, una gran bocanada de humo e hizo círculos con él, tan perfectos, como sólo los grandes fumadores saben hacer, rellenó la pipa, bebió cerveza y se quedó mirando la ventana como esperando que alguien pasara por ella. “Así pasamos por mi tátara tátara tatarabuelo Dawaz-Kar Cabezamartillo, por mi tátara tatarabuelo Rinhork Pelohierro, por mi tatarabuelo Therno, por mi abuelo, mi padre y por último a mi… ¡Ah! ¡Qué gran familia! Y esa es la historia, la historia de cómo el casco de un solo cuerno perteneció a nuestra familia, de cómo se perdió el cuerno rúnico y de cómo, hasta ahora, todos los ejércitos bajo el mando de nuestra familia han llevado como señal de la ofensa los cascos con un solo cuerno, ¡y seguirán así hasta que se encuentre!”
Se levantó de la silla, bebió la última cerveza, cerró la pipa y la colgó del cuello, cogió su gran hacha manchada de sangre seca y… alzó su casco, un casco dorado, de un solo cuerno. Se lo puso y se dirigió a la puerta, la abrió y antes de marcharse se volvió y dijo: “Buscad siempre lo que manden vuestros ancestros, no los deshonréis, amad a vuestra familia, luchad con honor y sabiduría, y sobre todo… ¡nunca confiéis en un elfo!” Salió por la puerta y cerró.
Los jóvenes enanos se miraron unos a otros, sonrieron, cogieron sus cascos y utilizando sus armas rompieron uno de los cuernos, se lo pusieron y gritando y alabando a Grungni salieron por la puerta en busca de un enano, un ENANO con mayúsculas, Onanduk-Agoraz
FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 5: los enanos regresan a ulthuan Vie Jun 06, 2008 12:42 pm | |
| Una fuerza expedicionaria enana se encuentra con un reducido ejercito élfico en la costa de Ulthuan
Recuerdo perfectamente el día en que los enanos quisieron volver a atacar nuestra Isla, la que tanto nos había costado proteger durante incontables siglos.
Entonces yo pertenecía al grupo de lanceros que regresaba de una amarga batalla en la que la mayoría d los nuestros habían perecido luchando contra los incursores Pieles Verdes, a los que a duras penas logramos vencer.
También recuerdo bien el tamaño de los barcos que vimos acercándose a la costa. Cuatro eran, si mi memoria no se ha deteriorado con el paso de los siglos, y de tal magnitud que en cada uno cabrían perfectamente diez de nuestros regimientos de cincuenta elfos cada uno. Puesto que los barcos todavía estaban a menos de un día de la costa, decidimos escondernos y prepararles una emboscada.
Miedo... sí, eso es lo que sentí al ver lo que bajaba de esos gigantescos barcos. Una increíble horda enana que pretendía saquear nuestro reino. Al parecer, habían hecho un pacto con unos piratas, los cuales les ayudaron dejándoles sus propios cañones para la ocasión (lo supe porque, aunque el sol aun no estaba alzado, mi aguda vista me permitió ver el dibujo grabado en el cañón, el emblema de Drog el largo), siempre y cuando los enanos les trajeran algún "recuerdo".Decidimos salir a la costa a plantarles cara, pues tal era nuestra desesperación que preferimos morir con honor en la batalla.
Ya asomaban los rayos de sol y solo entonces nos dimos cuenta del error que habíamos cometido y que, seguramente, nos costaría la vida.
Comandados por un Señor del Clan, alrededor de quinientos Rompehierros se situaron en el centro del ejercito, porque sus gruesas armaduras de acero les permitirían llevar el peso del combate ellos solos. A cada lado quinientos guerreros enanos mas, armados con enormes hachas; al fondo sobre una colina, los arcabuceros enanos apuntaron hacia nuestra reducida hueste compuesta tan solo por dos regimientos de trescientos lanceros y dos lanzavirotes de repetición garra de águila; y detrás de los arcabuceros un canon lanzallamas y dos cañones piratas dirigidos por varios enanos, algunos de ellos piratas.
El músico élfico taño su cuerno, tal vez el último que oiríamos en vida, cuando de un bosque cercano se oyó el trote de unos caballos y ruedas que se topaban con varios baches. Dos carros de Tiranoc aparecieron, en cada uno de ellos dos aurigas y un mago que habían oído el cuerno y supieron que había problemas. Tras ellos apareció una deslumbrante figura: un caballo blanco como la nieve y, sobre el, un mago resplandeciente cuya túnica parecía proceder de otro mundo, pues al mirarla se podía llegar a perder el sentido si el mago lo deseara. Según me dijeron su nombre era Fäerelion, de la estirpe de los más poderosos magos de Saphery, que consagran su vida al conocimiento de la magia pura.
Al ver la majestuosidad de su figura mi corazón se lleno de esperanza y animo, lo que me haría falta durante la batalla que iba a comenzar.
Sonaron las trompetas enanas, y a una orden del general cargaron contra nosotros. Mientras cargaban los arcabuceros dispararon, pero las balas no llegaron hasta nosotros, pues la distancia era muy grande. Los cañones piratas eran de muy mala calidad, porque por mucho que intentaron disparar no funcionaban y estuvieron un tiempo arreglándolos.
Nos preparamos para la dura carga de los Rompehierros y el general cuando vimos que parte del cielo se ennegrecía. Nuestros magos lanzaron un cometa gigantesco que fue a estrellarse sobre el general y los Rompehierros. Su general pereció, pero los Rompehierros llevan armaduras muy resistentes, y solo aquellos que estaban mas cerca del general cayeron con el. Los enanos vacilaron un momento, pero conocida como es la insistencia enana continuaron a la carga.
Aun así, el tiempo que habían perdido les costaría caro. Nubes de virotes oscurecieron el cielo, y fueron a parar contra todos los guerreros enanos, muchos de los cuales perecieron. Fäerelion observaba tranquilo el campo de batalla sobre una colina, y lo único que hacia era mover los labios e incontables llamas envolvían a los enanos, que aun así, persistían. Por desgracia para nosotros, los cañones ya se habían arreglado y, con una ensordecedora explosión, destruyeron uno de nuestros carros. El otro carro fue arrollado por los guerreros enanos, y se vio obligado a retroceder. Pero, apoyado por los lanzavirotes, logro reagruparse y aniquilar a todo un regimiento.
Recuerdo lo que sufrí cuando cargaron contra nosotros los Rompehierros. Nunca antes había sentido tanta presión, pero aun así aguantamos hasta que nos ayudaron más lanceros que nos cubrían el flanco. No habríamos podido con ellos de no ser por la ayuda de nuestros magos. El cielo se oscureció y comenzaron a caer rayos entre las filas de Rompehierros. Atacados por todos sus frentes los Rompehierros huyeron presas del pánico, e hicieron huir también los guerreros que pretendían cargar contra nosotros, porque sabían que si estos huían era porque era realmente peligroso atacar. Pensando que íbamos a ganar les perseguimos, y aniquilamos a la mayoría de ellos, pero apareció por detrás de nosotros una amenaza que realmente hacia peligrar nuestra victoria.
Los mineros, cavando bajo tierra, se lograron colocar tras nuestras filas dispuestos a atacarnos por la espalda. Pero no habían contado con Fäerelion que, además de ser un gran mago, había sido adiestrado para combatir entre los maestros de Hoeth. Invoco una espada de fuego y cargo contra las filas de los mineros. parecía increíble que un solo elfo pudiera acabar con tantos enanos en un momento, y es que hasta nosotros habíamos subestimado a Fäerelion.
Aniquilo a los mineros casi en su totalidad y se puso a nuestro mando y en primera línea de batalla.
Los pocos que quedaban fueron aniquilados.
Los pocos que huyeron fueron calcinados.
Nadie logro huir salvo un enano, al que Fäerelion dejo vivir para que regresara con los suyos y vieran que con los elfos no se ha de jugar.
El enano regreso, con una mirada mezcla de odio y terror, y fue el último que se vio en nuestras costas durante cientos de inviernos.
Yo sobreviví a ese día, y todavía estoy aquí, después de varios siglos. Incontables son ya las batallas en las que he participado, y aunque entonces yo era joven, aquella batalla permanecerá por siempre en mi memoria.
Ellyundil, comandante de los lanceros de Tor Achare
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| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 6 : la batalla en las puertas de san kughat Vie Jun 06, 2008 12:49 pm | |
| La siguiente narración está escrita en base a un Libro de Agravios encontrado 300 años después de los sucesos consignados en él, y en igual medida, a mis recuerdos personales de dicha batalla. Su recuperación, y parte del tesoro que se encontraba junto con él, fue posible gracias en parte a las excavaciones posteriores que se realizaron en el paso de montaña por orden del Alto Dignatario de nuestro pueblo.En la cámara secreta se pudo encontrar además el cuerpo sin vida del "Skrund" que lo ocultó.
Para los no iniciados en el lenguaje enano, el "Skrund" es el enano que tiene la sagrada tarea de sellar la entrada de la cámara secreta de todo castillo, donde se encuentra el Libro de Agravios y los tesoros más valiosos. En el Libro de Agravios ha de redactar como buenamente pueda y hasta el punto que su condición física se lo permita, el máximo número de detalles respecto a los agravios realizados en última instancia contra su raza, y después de ello, debe inmolarse para subsanar su orgullo perdido.
El cuerpo sin vida del "Skrund" fue devuelto a los enanos, y el tesoro fue dividido a partes iguales entre enanos, humanos y elfos. Aunque claro está, con gran indignación enana, ya que lo reclamaban todo para ellos. No obstante, quedaron un poco más tranquilizados al saber que el Libro de Agravios estaba intacto.Por las noticias que me han llegado estas últimas semanas, los enanos honraron y enterraron en la Sagrada Montaña al "Skrund" para que su cuerpo tuviera el eterno descanso del guerrero (ya que no su alma), para su gloria personal y para gloria de su clan y familia...
A continuación resumiré los extractos del Libro de los Agravios, del cual haré una fiel traducción, y los intercalaré con mis propios recuerdos. Así honrare a la verdad y a la justicia, como dicta el buen hacer de mi pueblo, ya de paso recogiendo testimonio histórico y entregándolo a los eruditos de los archivos generales del reino, que como mandan los cánones establecidos por las leyes, harán un tratamiento y ordenación posteriores de mi escrito. Para hacer más clara la lectura, remarcaré entre comillas la traducción del Libro de Agravios enano, y mis propios recuerdos los comenzaré con la Estrella de la Noche que brilla con luz propia.Comienzo el relato del día de la batalla de "San-Kughat"...
"...Esta mañana la niebla se había levantado con la salida del sol, por Alrik el Gran rey Enano que esto no presagiaba nada bueno. Aquí en la montaña baja la niebla no se levanta hasta después de pasada la mañana, nunca con el canto del gallo. Grrrrr.. efectivamente, ni por cien litros de cerveza pensaba en todo lo que este maldito día nos traería.
En este, que será mi último día, puedo y debo hablar libremente como manda la tradición, y aunque sé que a los enanos nos tachan de poco reflexivos, contradeciré este ultimo punto hablando de lo acontecido un día antes.A continuación haré mención a un suceso que tuvo lugar hará unas semanas, y que sin duda alguna tuvo repercusión en los sucesos de hoy día. Hace unos días, batimos en retirada a unos sucios goblins que intentaron adueñarse del castillo. Estos goblins debían ser más de mil...
Patéticas manchas verdes que avanzaban en filas de diez o veinte contra nuestra fuerte y bien defendida fortificación. Aún me río de ellos...
Ese día les enseñamos que cuando se corre, no se ha de correr en línea recta."
En esto creo que el enano exageraba un poco... pero aunque desconozco la cantidad exacta de goblins que atacaron a los enanos, y conociendo su bien merecida fama de exagerados... sí que conozco el número exacto de goblins que capturamos dos días antes de preparar la incursión al castillo de San-Kughat, y que sin lugar a dudas fueron los que buenamente pudieron huir de aquella incursión fallida. El numero ascendía a 57 goblins. Y aunque yo y todos los elfos que formaban mi compañía por aquel entonces, hubiéramos acabados con sus miserables vidas sin contemplaciones, el comandante humano Van Geyper, tuvo una "brillante" idea, propia de su irreflexiva y temeraria raza. Esa idea hizo temblar lo más profundo de mi cuerpo inmortal...
Van Geyper era un hombretón corpulento, su marcadas facciones contrastaban con su erizado pelo, corto pero muy negro...
Aunque hacía poco que nos habíamos unido, aquel día su decisión no me pareció acertada. No obstante, era ridículo intentar discutir con él. Van Geyper pensó que los goblins serian un buen entretenimiento en la batalla que se avecinaba..
."Mientras los enanos se distraen con esta basura verde, nosotros podremos atacar tranquilamente." decía Van Geyper.Y cómo no, los humanos con su particular y extraño sentido del honor hicieron un pacto con los goblins: "libertad a cambio de lucha."
¡Qué deshonra para mí... y qué deshonra para mis elfos! ¿Luchar al lado de infectos goblins? ¡Ni un millón de injurias en mi persona hubieran sido peor!Pero en aquellos tiempos estábamos a buenas con los humanos, y por ironías de la vida, nos eran particularmente imprescindibles para el asalto a la fortificación enana. Ya que las máquinas de guerra humanas nos eran de vital importancia, y no había hacedores de artefactos bélicos mejores que ellos (a excepción quizá de los propios enanos, nuestros enemigos ancestrales).Los elfos tuvimos que engullir nuestro orgullo, y aceptar el sucio pacto."
ya era mediodía cuando mi compañero "Skrud", de nombre Grimlü, me vino a despertar a la entrada de la cueva que nos servía de hogar. Aún recuerdo sus palabras exactas.
"Raknaz, Raknaz... despierta rápido...", me decía gritando al oído."
Han avistado un regimiento caótico en la entrada del valle. El General ha ordenado que estemos todos en las almenas en menos de dos minutos, así que coge tu hacha, tu ballesta y vamos para allí. No me gustaría llegar tarde por tu culpa.
"Salté del camastro, cogí mi hacha y mi ballesta, y como siempre duermo vestido salí rápidamente detrás de mi compañero. ¿Caóticos por aquí? Están muy lejos de sus tierras... en ese momento los caóticos no eran ni amigos ni enemigos...
A decir verdad, había habido tantos pactos rotos entre las diferentes razas que ya nadie era amigo de nadie. En un momento dado cada cual buscaba su propia conveniencia, así que si venían en son de paz serían bien recibidos, y si venían con malas intenciones... ¡pues sabrían lo que significa la furia enana!
Los caóticos enviaron un emisario con bandera blanca, y después de entablar conversación con él, el General le hizo pasar a su sala privada en el interior del castillo. Pude apreciar los relieves de su armadura, negra como la noche, con espinas y extraños símbolos grabados en él. Era una extraña raza, todos deformes, con formas grotescas por cuerpos, sinceramente yo no los soportaba. Personalmente nunca me han gustado los caóticos, no son de fiar; los humanos son escoria, los elfos aún mas, pero a parte de un goblin, lo peor después de ellos es un caótico, siempre con sus mentiras y engaños... nadie se puede fiar de un caótico.
"* después de leer este párrafo me viene a la memoria la escaramuza que tuvimos un día antes de la incursión a la fortaleza de San-Kughat...
Casi por sorpresa, en un recodo del camino nos encontramos un pequeño regimiento de caóticos que andaba sin rumbo fijo. Extrañados ellos y extrañados nosotros de encontrarnos frente a frente, desenvainamos nuestras espadas... y luchamos.Lógicamente, la lucha fue breve y tendía hacia nuestro favor, ya que aparte de ser más numeroso mi bando, ellos estaban muy desorganizados. Ese día matamos a muchos caóticos, y los que huyeron, lo hicieron tan rápido como sus caballos y pies se lo permitieron...
La huida fue en dirección a la fortaleza de San-Kughat, y nunca habría podido imaginar lo que más adelante nos esperaría."
después de casi una hora de charla, el General salió con nuestro huésped, y dio orden de que dejaran entrar al regimiento caótico dentro del castillo. Aunque no sin desconfianza, los dejamos entrar.Más tarde me enteré a grandes rasgos de la conversación de nuestro General con el Señor caótico. Sus tropas se habían batido en retirada frente a una fuerza hostil de gran tamaño que se acercaba a gran velocidad hacia nuestra fortaleza; grrrrr... como bien es sabido los caóticos son unos embaucadores empedernidos... grandísimos Thagi, eso es lo que son. Pero en este caso no nos engañaban, las heridas en el cuerpo de algunos dejaban claro que se habían enfrentado contra algo... en caso de que esto fuera verdad, necesitaríamos toda la ayuda de la que pudiéramos disponer, ya que nuestros efectivos no eran tan grandes como meses atrás. El General aceptó la oferta que le formuló el caótico: su ayuda a cambio de tres barriles de oro. Lógicamente nuestro General no era imbécil y aceptó a condición de que el pago se hiciera después del asedio... si es que de hecho éste se llegaba a producir.
Sinceramente, aquella noche después de mis cuatro cervezas no me podía dormir en mi camastro...
Maldije el día que me hicieron "Skrund", yo no rompí aquella runa, fue culpa de Omärz... grrrrr... No me gustaba ser "Skrund"...
Sí, ya sé que alguien tiene que serlo, y que es un muy alto honor, pero yo preferiría morir en lo alto de la montaña, combatiendo contra mis enemigos, y llevarme a unos cuantos conmigo antes de que las trompetas del más frío de los avernos me reclamasen.
'Odio, odio, odio... no quiero morir encerrado. Odio, odio, odio... quiero morir luchando.'
Era una vieja canción que me cantaban cuando aun no era adulto... siempre me gustó esa vieja canción, y siempre la tarareaba."
Estábamos a poca distancia de la fortaleza, pero después de un rápido consenso preferimos acampar y optamos por atacar por la mañana, recién levantado el sol... a los enanos no les gusta madrugar. Que la batalla sea por la mañana, y así fue.Mientras los goblins eran atados y bien vigilados por turnos por mis elfos, los humanos se arremolinaron en torno a un pequeño fuego y comenzaron a cantar viejas canciones... La música que entonaban era bella... la música, interpretada por la raza o el idioma que sea, traspasa cualquier tejido de la realidad, y el sonido que desprenden las notas se funde en lo más profundo del alma. Aquellas canciones evocaban antiguas batallas, historias de amor, de odio, de engaño.
A mis hombres también les gustaba la música, pero no eran tan amigables como para unirse en camaradería con los humanos, y preferían el justo descanso del guerrero, así que ordenadamente se retiraron uno detrás de otro a las tiendas.Solo yo y cuatro fieles compañeros nos quedamos con aquellos humanos. Durante aquella noche conocí mejor al comandante Van Geyper que a lo largo de los últimos meses. Si algo he aprendido a lo largo de mis muchos años de existencia, es que uno nunca deja de aprender de los demás, y el contacto con otras razas te hace ser más reflexivo y conocer bien otros puntos de vista. Tampoco está de más conocer a tus actuales amigos... que bien pudieran ser tus futuros enemigos.Aquella noche, antes de irme a dormir, contemplé aquellas dos bellas máquinas. Su poder es terrible, y solo por ese simple hecho deberían ser horribles, pero yo no podía mas que contemplar belleza en ellas. 'Gran Cañón' les llamaban los humanos... sin lugar a dudas un nombre adecuado, aquellas máquinas eran tan grandes como el más ancho de mis corceles... y sin lugar a dudas debían ser igual de bellas que mortíferas en las batallas.
"Esta vez me desperté con la salida del sol... grrrr.. el sol. Es grande y es venerable, pero podría despertarse más tarde que uno... nunca me ha gustado despertarme con él, mi humor se resentía más aún si cabe por ese hecho.
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 2:13 pm, editado 2 veces | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:50 pm | |
| Trompetas de guerra, trompetas de aviso, trompetas de urgencia...
grrrr... maldigo este día, lo maldigo con todas mis fuerzas... era señal inequívoca... los caóticos esta vez no se habían inventado una mentira, eran fuerzas invasoras...
Me preguntaba en aquel momento para mis adentros ¿quienes serían los osados? ¿patéticos bretones? ¿odiosos elfos? ¿otro inmundo montón de asquerosos goblins? ¿quizá algún fantoche batallón imperial con sus ridículos cañones?... la subida a las almenas no fue más tranquilizadora. Eran casi el doble que nosotros, había humanos... del imperio si no creo mal recordar (total, todos los humanos son iguales), había elfos... elfos, "el elfo bueno es el elfo muerto" me decía mi padre, pero el colmo de todo esto... llevaban a un rebaño de goblins con ellos...
¡¿como se atrevían a insultar nuestro honor de esa manera?! Que los arrogantes 'Elgi' se juntaran con escoria humana era cosa ya conocida, pero el hecho de que vinieran con una chusma de goblins era insultante para nosotros... grrrrr.. 'Odio, odio, odio y muerte a los pieles verdes, odio, odio, odio y muerte a todos "
Las primera maniobras fueron envolventes, pero antes de comenzar el inminente despliegue, desatamos a los goblins no sin cierto desagrado por nuestra parte. Los humanos se encargaron de hacer el resto, devolvieron sus armas a los goblins y les indicaron dónde debían comenzar a desplegarse. No hace falta decir que en ningún momento les perdimos de vista... ni ellos ni mucho menos nosotros, y en todo momento su despliegue quedó siempre por delante del nuestro.Trompetas enanas, trompetas de guerra, trompetas de aviso... así les llamaban los enanos, me parece recordar que una vieja canción enana empieza así. Nos habían visto venir. Mi pueblo no es rencoroso, a diferencia del pueblo enano, pero también sabemos luchar contra nuestros enemigos... y los enanos lo han sido durante siglos. Su terco carácter tampoco es que haya evitado en ningún momento la confrontación, su destino es morir luchando, y esta terquedad es la que les acarreará su propia destrucción...
Siguiendo con el transcurso del combate, avanzábamos en un despliegue semicircular. Queríamos envolver totalmente la fortificación, la cual solo tenía tres murallas, ya que el patio interior daba a la cara exterior de la montaña. Y como buena fortificación enana, estaba construida en la entrada de un gran acantilado, excavada y construida gracias a las rocas de la montaña...Para sorpresa mía, pude distinguir en la almena a unos cuantos caóticos, de aquellos contra los que habíamos luchado un día atrás. Los reconocí por sus emblemas y estandartes...
Si esa era la única ayuda que recibirían los enanos, me apiadaba de ellos... aunque pensando en mi situación no sé qué era preferible... si un traicionero y asesino caótico, o un despreciable goblin."Nos están envolviendo... nos están envolviendo... arggg que tensión... esa tensión era la que no soportaba, solo quería el fragor del combate, la lucha cuerpo a cuerpo a cuerpo con el enemigo, daba igual que fuera humano, elfo o goblin. Grrrr... por Alrik que vengan ya... aun estaban muy lejos... muerte y destrucción habría de ser su única salvación... eran el doble, eran el doble... el General solo esperaba que estuvieran a distancia de tiro para disparar los cañones que estaban protegidos en las torres de las murallas."
*"A la carga... !!"
Esa fue mi orden. Los bellos cañones humanos se quedaron a una distancia más que prudencial, ellos se encargarían de abatir aquellas murallas, mientras nosotros nos prestábamos raudos y veloces a atacar la fortificación. Mi escuadra de caballería era rápida, letal y disciplinada...
Entraríamos en la fortaleza costase lo que costase, aunque evitaríamos avanzar muy rápido, ya que así le daríamos a la batería de cañones tiempo suficiente para intentar abatir las murallas. O mejor aún, la puerta.Por mi derecha, y a poca distancia se encontraban los sucios goblins. De momento parecían estar cumpliendo el pacto... su sed de venganza era también en parte responsable de que se tomaran tan a pecho su palabra. Su odio por los enanos de sobras es conocido por todos...
Ahhh... nuestro hechicero intentó lanzar un hechizo contra el castillo. Aunque no soy muy partidario de la magia, he de reconocer que es un útil aliado en las batallas. El hechicero lanzo su Deflagración Infernal contra una de las torres, la cual escondía un cañón enano... No sé cómo él podía saber eso, pero en estos casos no me importaba, siempre que cumpliera con su función.
¡¡¡Boooom!!!
Un gran estruendo se escuchó. Los enanos estaban disparando sus cañones contra nosotros, y habían impactado contra algunos de mis Leones Blancos y contra unas tropas goblin... por suerte habían sido pocas bajas.El hechicero consiguió lanzar el hechizo... y por lo que pude ver con mi aguda vista, dos integrantes de la dotación del cañón de la torre este habían caído bajo sus efectos. Justo lo que queríamos: sin dotación, una maquina de guerra es un cascarón vacío que no tiene ninguna utilidad.Los cañones imperiales también empezaron a hacer su papel... sendos cañonazos se escucharon a lo lejos. Los impactos hicieron mella en la muralla enana, de la que se proyectaron esquirlas y fragmentos de roca en todas direcciones. Pero no cayó, las murallas eran resistentes. Solo esperábamos que acertaran a destruir la puerta, sino ninguno de nosotros podría entrar...
"Malditos elfos, malditos humanos... yo me encontraba en la muralla central justo antes del impacto que sufrió la torre este debido a un hechizo... ví cómo caían fulminados dos de los artilleros que manejaban el cañón, pobres diablos... no tuvieron ninguna posibilidad contra aquel vil hechizo...Recuerdo que eché la mirada hacia atrás, en el patio del castillo aguardaban unos jinetes caóticos y una bestia del caos. La almena central y la muralla oeste estaban defendidas por mí y mis camaradas... y en la muralla del este dejamos a los caóticos. El General lanzaba gritos de desesperación... un cañón apenas podría ser ya utilizado en la batalla... sus palabras aún resuenan en mi interior.
"Malditos hijos de un Elgi muerto. Sin hechizos, con honor...
¡¡Venid aquí!!
¡¡Haraz Bin, Haraz Bin!!
"La herrera rúnica intentaba en vano dispersar los hechizos, pero el poder de la magia élfica es de sobras conocido. Y aunque dispersaba algún que otro hechizo élfico, la voluntad y la cantidad de poder que contenía el hechicero élfico era más grande que el poder de la herrera.Los goblins tampoco se quedaban atrás, y con sus cortas piernas se acercaban cada vez más a la muralla. Osaban atacarnos por el lado oeste de la muralla... mi ballesta estaba tensada y cargada, lista para disparar. Solo esperaba la orden de tiro...
Mientras, el único cañón que aún funcionaba a pleno rendimiento seguía disparando. Los disparos de los cañones, con su ensordecedor sonido... cañones humanos, cañones enanos... odio esas máquinas, las odio... que vengan y luchen cuerpo a cuerpo, ¡¡que vengan y luchen!!El disparo del cañón humano me dejó sordo durante unos minutos. Las piedras que hizo saltar por los aires no me hicieron presagiar nada bueno: miré instintivamente hacia abajo de la muralla... le habían encasquetado un buen tiro, saltaron muchas rocas por doquier... malditos humanos que nos habían robado el secreto de la forja siglos atrás...
¡¡ahora nos matarían con nuestros propios conocimientos!! Grrrr.
¡Odio, odio, odio y muerte les espera!"
*Mientras los humanos seguían avanzando hacia las murallas este y oeste, mi caballería élfica se dirigía hacia la puerta. Estábamos a tiro de las ballestas enanas... pero esperábamos que su odio hacia los goblins hiciera que no nos tuvieran en cuenta hasta que fuera tarde.La inutilidad goblin no tardó en aparecer... una nube de energía se empezó a formar lejos en la distancia. A mi derecha, de un pequeño regimiento goblin que albergaba un chamán orco surgió un estruendo gigantesco... la nube de magia envolvió al hechicero orco... dentro del castillo había un hechicero del caos preparado contra cualquier ataque... contra cualquier ataque menos contra aquél. El cual nadie se esperaba... ni el propio chamán. El hechizo le había salido mal al chamán orco... pero como su saber mágico es tan extraño como su propia raza, en vez de verse menguado, el hechizo se vió amplificado por poderes que escapaban a su comprensión, y aunque la energía que lanzó consumió su cuerpo quedando totalmente calcinado, en el último momento consiguió arrojar aquel hechizo, y dirigió parte de esa energía contra el objetivo de su ataque... el hechicero del caos que se encontraba defendido dentro de las murallas del castillo.
Un chillido aterrador se escuchó momentos después en el patio del castillo, el hechicero caótico no pudo repeler tanta energía y cayó en medio de una gran bola de energía que iluminó durante largos segundos el patio de armas de la fortaleza.
El espectáculo resultó aterrador... aunque supongo que los asediados debieron verlo con mucho más temor que nosotros.Esto suponía un gran revés para los defensores del castillo, que veían como poco a poco sus defensas caían antes nuestros insistentes ataques...
Mientras, nuestros hábiles arqueros salían rápidamente del bosque y se dirigían abiertamente hacia la muralla central. A mi orden, una lluvia de flechas voló sobre uno de los objetivos primordiales que había que destruir... la herrera rúnica. Mi vista, nuevamente, se había fijado en ella antes que nadie... la herrera rúnica era una enana... se la podía contemplar desde lejos, situada en una esquina de la muralla central, era una hembra enana, sin barba y con una gran melena castaña... esto no es de extrañar, ya que en toda raza son las hembras las que conocen mejor los secretos de la magia. Fue una lastima, soy un guerrero y sólo lucho con guerreros... no mato cachorros ni hembras... pero era un enemigo muy poderoso, que dificultaba el avance. A mi orden los arqueros dispararon una nube de flechas sobre la herrera rúnica... al instante ví cómo cuatro flechas se le clavaban en diferentes partes del cuerpo, y caía pesadamente al suelo, para no volver a levantarse nunca más. Otro enano menos que ya no se nos opondría... y cada vez quedaban menos.
"Nooooo... bastardos elfos, han salido diez asquerosos arqueros del denso Thingaz y han disparado contra nuestra herrera... pobre Elaz-zhim... aún la lloro, tan bella flor... deshojada... marchita... muerta... por unas flechas asesinas propias de un Thagi... eso es lo que son esos elfos... ¡unos asquerosos Thagi!Pero la dura lucha no había hecho más que empezar... los humanos y sus cañones seguían disparando... un silbido... un silbido cada vez más fuerte... se acerca y con un tono cada vez más agudo... parece como si fuese a caer justo enci...
[-]Me levanté poco a poco del suelo, aún estaba desorientado, no sabía cuanto rato llevaba así, podían haber sido horas, podían haber sido tan solo unos segundos... mire a mi alrededor, muchos de mis compañeros había caído muertos o estaban tan desorientados como yo.
Busqué mi hacha y mi ballesta por el suelo, un manchurrón de espesa sangre recorría mi cabeza... me la sequé con la mano... por fin la encontré... ¡mi hacha! Solo me faltaba la ballesta, la encontré dos metros más lejos y a su lado mi fiel amigo Grimlü, que yacía muerto, inerte, su cuerpo sin vida miraba con una extraña expresión hacia el cielo. Reprimí mi pena... y un pensamiento se apoderó de mí...
¡ahora el ultimo "Skrud" vivo del castillo era yo!"
*Era perfecto... el último disparo del gran cañón había dejado inconscientes, cuando no muertos, a la mayoría de los enanos que defendían la muralla central. La lluvia de flechas goblins molestaba más a los enanos que daño real les infligía. Patéticas criaturas, aún se creerían que estábamos ganando la batalla gracias a ellos. Aún recuerdo algunas palabras de los que tenía más cerca...
"A laz almenaz... por zuz muertoz. Ji ji ji... vamoz a comé carzne enana!!"
"Ziii... zi, carzne enana pa comé, carzne enana pa cená. Ataquemoz zin pararr!!"
Si no fuera por el pacto con los humanos, los habría degollado allí mismo...
¡patéticas criaturas! No entienden de honor, no entienden de estrategia...
La verdad, no entienden de nada.Olvidándome de los patéticos goblins, giré mi cuerpo hacia atrás, y mientras seguía cabalgando hacia la fortaleza levanté la mano, y con un gesto mío empezaron a llover piedras hacia el interior de la fortaleza... nuestra arma oculta, una catapulta detrás de nuestras filas comenzaría su propio espectáculo...
Por si la confusión en las filas enemigas era poca, la catapulta añadió ese pequeño toque de distracción tan necesario en toda batalla. Estábamos a punto de llegar a la puerta... ahora solo faltaría que los cañones humanos cumplieran su cometido y consiguieran derribar aunque solo fuera un trozo de muralla...
¡Maldición, por un momento pensé que no entraríamos nunca en la fortaleza!"
El General chillaba desesperado '...¡resistid! ... aquí... y ahora.'
El General se encontraba en la muralla oeste, y tras una gran embestida humana estaba resistiendo a base de lanzar metal fundido y taponando los huecos con hachas... hachas, sudor y sangre. Recuerdo que mató a dos caballeros... pero la horda enemiga nos superaba en número...En aquel momento ví a lo lejos cómo nuestros mineros habían conseguido emerger a las espaldas de los cañones humanos... ¡por fin teníamos una oportunidad! pero... pero... ¡no era posible! Los humanos no fueron sorprendidos...
¡¡no!!
Encarando el cañón con gran habilidad hacia los mineros, que aun no están preparados... la desesperación se adueñaba de mí... los mineros se lanzaron a la carga, después de haber visto que el plan había fallado... un pequeño estruendo sonó... no había sido una bala de cañón. Sonó más a ¡metralla!. Siete... siete mineros cayeron ante mis atónitos ojos... La metralla acabó con ellos como un soplo de viento se lleva una frágil hoja. Los otros tres mineros que aún quedaban en pie no tardaron en caer. En ese momento mis esperanzas se vinieron abajo en picado...
FIN
Última edición por Kowin el Vie Jun 06, 2008 2:13 pm, editado 1 vez | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 12:50 pm | |
| "Raknaz... hijo de un Wanaz... reagrupa a tus compañeros y venid corriendo a echarnos un hacha."
Estas fueron las palabras de mi General, que combatía con ahínco en la muralla oeste. Rápidamente grité a mis cuatro compañeros que aún quedaban con vida, y me dirigí tan rápido como pude a su lado.La muralla central se encontraba sin protección en aquel momento... y la verdad es que tampoco es que importara mucho. Después de todo, estaba a punto de caer."
*Precioso y sublime... el arte de la guerra tan sólo es apreciable por aquellos que, como yo, se fijan no tan solo en la batalla, sino en sus pequeños detalles. La violencia es el recurso de los débiles. Los goblins y mis arqueros en conjunción, y a otra orden mía, inundaron la torre oeste de flechas... Perfecto, las flechas impactaron mejor de lo que yo esperaba. La dotación de la máquina de guerra había perecido y el cañón había caído por su propio peso de la destrozadas almenas a las puertas del castillo. Los goblins se regocijaban como si solo ellos hubieran participado en tal hazaña.
Mas observé que un ingeniero enano aún sobrevivía... curiosa situación se le planteó al enano. En su torre no había cañones... y en la otra torre aun disponía de un cañón. Ya que el último de sus artilleros hacia tan solo unos momentos había muerto, el enano se dirigió raudo a través de las almenas de la muralla central hacia la otra máquina de guerra. No permití que eso ocurriera. Otra lluvia de flechas cayó sobre aquel valiente enano... murió en el centro de la gran muralla central, lanzando un miserable grito de frustración. Ya no quedaba ningún artillero enano, y su defensa empezaba a desfallecer."Mi General arremetió contra espaderos y alabarderos que intentaban ganar terreno en la muralla oeste... entre charcos de sangre, no paraba de chillar y matar a cuantos humanos se intentaban colar por la muralla...
'Uzkul... humanos... ¡¡¡Uzkuuuuul!!!' se repetía a el mismo.En un respiro, giré la vista hacia atrás, y ví cómo los soldados del Caos aguantaban con pie firme en la muralla este, ningún humano había podido colarse por allí. Además, en ese lado de la muralla también se encontraba nuestro más valeroso héroe, el MataGigantes Grunzlar. Me permití una pequeña sonrisa, por ese lado de la muralla no pasaría ningún enemigo...
Nuestra sección de muralla también era segura, les estábamos aguantando... aun teníamos alguna opción de victoria...
Pero... otro silbido no... otro no... cada vez más agudo, sabía qué significaba eso, ya me había pasado antes... "Booom"... aunque esta vez no saltaron trozos de piedra como era costumbre. Esta vez los malditos humanos habían destruido ¡¡la puerta del castillo!!"
*Por fin... los cañones humanos habían realizado bien su trabajo, ya podíamos entrar en el castillo. No sabía qué clase de resistencia me encontraría... aunque supuse que no mucha. Ya que la mayoría de las tropas seguramente se hallaría en la defensa de las almenas laterales...
¡¡Entramos!!"
Cada vez habían mas alabarderos y espaderos en nuestra sección de la muralla. Su avance era imparable... ¿como habíamos podido dejar que eso ocurriera?"Raknaz... ¡¡pedazo de Wazzok!! Es hora de cumplir tu deber." dijo el general mirándome con tristeza en sus ojos."Pero, señor... aún podemos aguantar... Podemos matarlos, podemos...".
"Calla inmediatamente, 'Skrund'. Y haz lo que el honor y el deber dictan."
En ese momento no discutí más, sabia que allí y en ese momento todo había acabado. Bajé rápidamente las escaleras, y en ese momento oí unos relinchos en el patio de armas...En el patio solo quedaba aquel engendro del caos, era un monstruo que habían traído consigo los caóticos...
Estaba cual perro guardián, esperando en la entrada... ningún enemigo entraría. Mientras, yo corría por el patio de armas, agazapado por las esquinas para que nadie me viera. En ese momento vi entrar a unos corceles élficos en el patio... su capitán, un Elgi alto, erguido, majestuoso... quiso ser el primero en entrar. Me quedé quieto donde estaba... se decía que los elfos pueden ver a una garrapata a cien metros. Por la seriedad de mi misión, era mejor que nadie me viese... Me quedé quieto, aguardando a poderme mover sin ser visto... y dirigirme a la entrada secreta de la Cueva de Agravios, donde cumpliría con mi sagrado deber."*En ese momento, cuatro de mis mejores elfos y yo mismo entramos con un grito dentro de la fortificación, nuestras monturas se habían portado excelentemente...
Con un gran salto atravesamos los cascotes que cubrían el lugar donde antes estaba la puerta y nos situamos en la entrada del patio del castillo. Rápidamente mi vista se fijó en el interior del castillo y en sus posibles defensores...
Vi la situación de la muralla oeste y la del este... ¡qué grata sorpresa!"'Uzkul humanos....¡¡no!!...' son las palabras que escuche de mi general.Y acto seguido la voz grave de un humano "
¡Tu tiempo se acabó, enano!"
.Yo me encontraba detrás de unos barriles que había en el patio de armas, y pude ver cómo el cuerpo sin vida de mi general caía desde las almenas al patio... uno, dos y tres segundos fue el tiempo que tardó en caer... esos segundos me parecieron eternos. Pero su muerte había sido honorable... esa es la clase de honor que esperaba conseguir cualquier enano antes de morir.Por contra, la muralla oeste ya estaba perdida. Había más asaltantes que enanos para defenderla, solo era cuestión de tiempo que murieran o cayeran prisioneros... pero a los humanos les gusta hacer prisioneros.Pero alguien, en ese justo momento, saltó de la muralla este, era Grunzlar el Matagigantes... y del tremendo salto llegó de las almenas al patio de armas, a plantar cara a los elfos que habían osado entrar en el castillo. En su castillo... en su hogar..."
*Mi mente en ese momento analizó todo en cuestión de segundos, y me dí cuenta de que todo el planteamiento y estrategia que tenía en mente podría llevarse a cabo...
En el interior del patio una tremenda bestia del Caos aguardaba, era tan tremendamente fuerte como tremendamente imbécil.
'Es peor un enemigo astuto que un enemigo fuerte', siempre se lo repito a los jóvenes elfos, ella sería un claro ejemplo. Además aún quedaban algunos caballeros caóticos que aguantaban en pie después de la lluvia de piedras dirigida por la catapulta, ansiosos de luchar. Y esa seria su perdición... cerca de unos barriles creí ver a un enano, como rehuyendo el combate, escondido entre ellos.
Esto sí que sería excepcionalmente raro, ¡encontrar un enano que rehuya un combate!.
Extraño, pensé en aquel momento, y no le dí mas importancia. Quizá no fuera un enano, sino un goblin que había conseguido introducirse en el castillo...
Mi mirada estaba ya en asuntos más importantes, a mi izquierda se encontraba un enano, fuerte, ágil, vigoroso... debía ser un héroe enano, venía dispuesto a matarme con sus propias manos, si tenía la ocasión... genial... en ese estado de rabia sería fácil confundirle.Después de todo, cuesta poco utilizar algo de astucia, y en algunas ocasiones la mejor de las armas es la psicología.
Como siempre repito: 'la violencia es el recurso de los débiles'.Con una mirada cínica miré al enano, y con un gesto despectivo y provocador le indiqué que me siguiera... poniendo en entredicho su valor... ¡qué gran ardid! Hecho todo esto, en cuestión de segundos dí una señal a mis hombres, y alzando la mano y cerrando el puño dimos media vuelta y regresamos por donde habíamos entrado. Obedecieron al instante. Está mal que me regocije en ello... pero era una reacción tan clara que estaría mal no admitir que ya sabía qué iba a pasar antes de que pasara.
"Desde mi posición privilegiada detrás de los barriles, ví todo aquello como en una partida de ajedrez... en la que los espectadores por regla general ven los movimientos de los contendientes con más tranquilidad y adivinan los movimientos con antelación, ya que al encontrase fuera del fragor de la lucha, la observación y la serenidad cobrán mas fuerza...
Rápidamente me dí cuenta de que el gran Elfo conducía a Grunzlar a una trampa, a él y a todos aquellos que le siguiesen... podría haberle prevenido de ello, pero de haberle avisado tampoco le hubiera podido salvar... Así que no pude escoger, debía dejar a Grunzlar a su suerte... En ese momento aproveché que todos los ojos estaban fijos en otro lugar, y acabé de atravesar el patio de armas para dirigirme a la entrada secreta de la Cueva de Agravios.
Lo último que ví antes de adentrarme en las oscuras grietas fue a la bestia del Caos, tres caballeros caóticos y a Grunzlar salir por la puerta del castillo, persiguiendo a los elfos... ¡pobres desdichados! Les deseé la mejor de las suertes, en especial a Grunzlar, y comencé a correr gruta abajo... debía acometer mi tarea. Ese era mi deber, el deber del último "Skrud" en el castillo... mi deber.
Grrrr... Odio, odio, odio... me repetía y tarareaba..."
*Como el depredador que acecha a su presa... así estaba yo a la salida de la fortaleza del castillo, fue fascinante... fascinante y previsible. Los primeros en caer fueron los jinetes del caos, la bestia costó mucho más de matar, pero después de todo no era un blanco pequeño precisamente...
Al enano le dimos la oportunidad de rendirse. Se había llevado por delante a tres de mis hombres, pero ya se encontraba al borde la extenuación y lo superábamos en numero de veinte a uno. Una lucha desigual...
'Enano... has luchado bien. Ríndete y te serán perdonadas tu barba y tu vida.', le dije.
Los elfos no somos asesinos por naturaleza, y por norma general mostramos respeto por todas aquellas razas que lo merecen. Y aunque los enanos sean enemigos nuestros desde hace siglos, es una raza respetable, y debe ser tratada como tal... aunque independientemente de mis palabras, también conocía yo la respuesta del enano de antemano. Y no iba a ser una respuesta que actuara en beneficio suyo.
'¡¡Nai, na, nuf Elgi!!
¡¡Jamás!! Me río yo de vuestras misericordias y perdones, alto Elgi. Podéis llevároslas al más profundo de vuestros infiernos...
Por Alrik, por la sagrada montaña.
¡¡Uzkul Elgi, Uzkul!!'. Dicho esto se abalanzó contra nosotros con los ojos ensangrentados y con la voz de desesperación de aquel que sabe que ya todo está perdido.No llegó a recorrer cuatro pasos... aunque seguramente, para aquel enano, aquellos cuatro pasos fueron los más importantes y honorables de su vida. Las lanzas, las flechas, y las espadas lo atravesaron, como el cuchillo de un carnicero atraviesa la piel del cerdo... murió allí mismo, a la entrada de su castillo. Tal y como supongo querría haber muerto. Tal y como murió aquel día."Cerré todas las puertas detrás de mí... pero tenía que hacer una cosa antes de comenzar la gran escritura... o sea, este relato de agravios...Odio la pólvora, siempre la he odiado...
Grrrr... grrr. Maldigo al viejo Omärz... no había sido culpa mía, ¡la runa se le cayó a el! Pero claro... quien podía pensar que las culpas recaerían sobre mí, después de todo solo los mas jóvenes deben ser 'Skrud'...
Yo no quería ser un 'Skrud', yo no quería este honor. ¡Era Omärz! Pensé en el, y también pensé que debía haber muerto hacía ya un buen rato.Encendí una vela, y prendí mecha al reguero de pólvora que había ido dejando con el barril, a mi paso...
Por suerte aún conservaba mi hacha y mi ballesta. ¡Sería horrible no tenerlas en el último momento!La llama comenzó a recorrer la mecha, siguiendo la pendiente de las escaleras montaña arriba...
Pasaron los segundos, y después de casi una eternidad, se oyó un fuerte estruendo. Aunque me imagino que con la batalla el ruido sería imperceptible desde el exterior, como si de un trueno lejano se tratase, aunque algún ser vivo hubiera oído el sonido, ahora nada ni nadie podría encontrarme aquí abajo...
Ahora estaba yo solo, el último de los enanos de la fortaleza de San-Kughat...
Por suerte, me repetía a mi mismo, aún conservo mi ballesta, sobretodo mi ballesta, espero que sea un tiro limpio... pero antes, debo comenzar una historia que dejar en el Libro de Agravios para mis sucesores... ¿cómo podría empezarla?
¡Por supuesto!
Siempre me ha gustado este comienzo..."
"...Esta mañana la niebla se había levantado con la salida del sol ..."
autor desconocido | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 7 : Ungor-A-Drak Vie Jun 06, 2008 1:25 pm | |
| El paisaje era dantesco: miles de cuerpos orcoides yacían muertos por el campo de batalla, y otros tantos enanos les estaban haciendo compañía. Después de 9 horas de batalla, los enanos habían conseguido destruir el ejercito orco, que durante meses llevaba asolando decenas de asentamientos y plazas enanas e imperiales. Snorry Muerdenarices, matadragon de Ungor-a-Drakk, descansaba exhausto sobre el prado manchado de sangre, al lado del cuerpo de la serpiente halada que acababa de matar. El temple del matador, como del de todos los enanos que continuaban vivos, no era de alegría, como sería de esperar después de una victoria tan merecida y gloriosa, pues la perdida entre los suyos había sido muy grande, y para los enanos cualquier muerte era siempre costosa: esa noche no se celebrarían festejos. Entonces se le acercaron un grupo de hombres, porque el imperio había enviado tropas de refresco al ejercito enano, asombrados por la hazaña del matador. Uno de ellos se le acercó y le dijo:
-Señor, la vuestra es una raza misteriosa, y yo y mis amigos nos hemos batido en duelo contra los pielesverdes junto con los vuestros, pero no sabemos nada acerca de los de su estirpe, y sentimos curiosidad hacia los de vuestro clan.
Snorry comenzó a reír a carcajadas y después de unos segundos con un aire burlón se dirigió a ellos:
-Me parece que a vosotros, los humanos, el estar tanto tiempo expuestos al sol os ha afectado a la cabeza.... Nuestra historia es larga y penosa, y no solemos mencionarla nunca porque se nos ensombrece el corazón. No obstante, como creo que habéis luchado junto a los míos con valor, os contaré la historia del clan de los Fireforge, que ahora regenta la Fortaleza de Ungor-a-Drakk (la Gruta del Dragón, en Khazalid):
En primer lugar, nuestro clan, por razones de peso, no ha vivido siempre en la misma fortaleza: en un principio habitamos en la antigua fortaleza de Karak-Vlag, tan antigua o más que Karaz-a-Karak. En nuestro clan, desde tiempos inmemorables, los herreros rúnicos que salen de nuestras escuelas son sin lugar a dudas mejores que los de todos los reinos enanos, y esto es muy ventajoso porque pueden contrarrestar todo tipo de magia ofensiva lanzada sobre nuestras cabezas por los innumerables enemigos que amenazan a nuestro pueblo. Ungor-a-Drakk es una fortaleza muy nueva comparándola con otras como karaz-a-Karak, pero había fuertes razones por las que el clan de los Fireforge debía trasladarse ha nuevas tierras y abandonar la seguridad de las murallas de Karak-Vlad:
Este reino, como todos los demás reinos enanos, estaba habitado por muchos clanes diferentes, pero de todos estos el más importante era, lógicamente, el clan del rey. Por aquel entonces el rey que gobernaba la fortaleza era Durni Ternak, del antiguo clan de los Ternak, que era casi tan prestigioso por aquel entonces como nosotros, los Fireforge. Pues ocurrió que Durni, sin duda afectado por la influencia de algún ente del Caos, denunció a los Fireforge de traidores al negarnos a que Skalfi, el hijo de Duregar, hijo de Thain hijo de Morthar (al que las sagas enanas atribuyen la salvación de nuestra raza al matar en combate singular al Dragón Limbunminergar (con la mil veces bendecida hacha Highlander que desde ese momento ha pasado de padres a hijos en la historia de mi clan), que asolaba sin que se le opusiese resistencia alguna todas nuestros hogares) se tuviese que casar con Kakinak Ternak, la horrenda hija de Durni (más fea que un orco, según decían).Desde ese momento (el año 691 después del nacimiento de vuestro “dios” Sigmar) comenzó un periodo de amenazas e injurias contra los míos y después de decirle lo que pensábamos al rey de sus antepasados nos marchamos algunos kilómetros al sur, y comenzamos a construir la gloriosa fortaleza de Ungor-a-Drakk, que no ha caído y que nunca caerá ante el invasor mientras manos enanas fieles y leales a Grungi defiendan los muros, según han predicho nuestros hermanos más sabios y viejos, que no se equivocan nunca, pues su sangre está llena de la sabiduría que solo puede proporcionar el paso del tiempo.
Desde esta época nuestro pueblo trabajó muy duro y fuimos el reino que más prosperó de todo el viejo mundo: comerciábamos tanto con casi todas las fortalezas enanas (todas menos la de los traidores de Karak-Vlag), con reinos humanos, hasta con los elfos del bosque de Loren, que hasta ese día estaban cerrados cerrados al mundo. Es gracias a nosotros que han podido resistir a los que han intentado invadirles, pues fuimos los que les proporcionamos el metal con el que hacen sus armas (La historia ha demostrado que es un pueblo taimado y desagradecido, que durante la Gran Guerra contra el Caos no prestaron ayuda a nadie y no se movieron de su bosquecillo, y que de poco nos sirvió su amistad con ellos. Por eso decimos a los ilusos bretonianos que ahora les prestan ayuda: ¡Cuidado! Porque cuando os encontréis en peligro no os ayudarán y se aprovecharan de vuestra protección)
La época feliz de nuestro pueblo terminó en el año imperial de 2302 con la llegada de las hordas del caos: cientos de miles de guerreros del caos y otros tantos demonios emergieron de los desiertos del norte y atacaron en todas direcciones. Los enanos, en todas nuestras fortalezas nos mantuvimos firmes y fuimos valientes, como es lo normal en nosotros, pero acabó ocurriendo lo inevitable: Tal era la cantidad de guerreros que abatimos que los malnacidos que quedaban vivos amontonaron los cadáveres de los muertos sobre las murallas de las fortalezas e intentaban escalar por ellos. Esta táctica desesperada no dio resultado en ninguna de nuestras fortalezas salvo en una de las más importantes: la cien veces amada pero otras tantas odiada Karak-Vlag. A pesar de que mandamos tropas de auxilio para ayudar a nuestros hermanos, la ciudad acabó cayendo, ya que al estar tan al norte de los desiertos la misma niebla que envolvía estos acabó sobre la ciudad y una oscuridad se cernió sobre ella y nos fue imposible penetrar en ella.
Cuando la guerra terminó la niebla fue retirada por los vientos y en el lugar donde antes estaba la ciudad enana no había más que un terreno yermo sin rastro de que allí hubiese habido algún tipo de vida a lo largo de los años. Que Grungi ampare a los caídos en sus palacios intemporales.
Desde ese momento nos hemos ido recuperando de los efectos de esas guerras malditas y hoy estamos volviendo a recuperar la gloria de la que antes gozamos.
Alrededor de Snorry ya no estaban solo los 7 humanos que le habían pedido que contase la historia: casi todo el bastión imperial estaba rodeándole escuchando emocionados lo que el viejo y sabio enano les decía. Cuando este se levantó cogió su arma del suelo y se alejó del grupo de curiosos hacia el río para limpiar la hoja del hacha de batalla. Al arma le había venido bien beber la sangre de los orcos que se habían matado en el campo de batalla. 290 Orcos, 37 Trolls, 2 serpientes y 1 gigante se había cobrado el arma mágica desde que estaba bajo las manos de Snorry. Una vez enjuagada las runas de Highlander brillaron con fuerza de nuevo bajo el cielo que empezaba a oscurecerse. Antes de que anocheciese tenían que terminar de identificar a los camaradas caídos para que por la mañana del día siguiente partieran sin demos hacia los seguros muros de Ungor-a-Drakk.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ALBA GODRAK!!!!!!!!!!!!!!!!!
FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 8: un mito,un guerrero Thearg OjoNegro Vie Jun 06, 2008 1:26 pm | |
| Esta es la primera parte de la historia de Thearg OjoNegro, un General Enano cuya historia està plagada de misterio y traición. - Han empezado a descender, señor –informó el vigía de la torre al enano que estaba a su lado. - No los veo – rezongó Thearg mientras se movía inquieto de un lado a otro de la estancia- pásame el catalejo. Cuando tuvo el aparato en sus manos, el enano se lo llevó a su único ojo bueno y observó por él. Apoyado en la minúscula ventana, movía su cabeza resiguiendo el apenas visible contorno de las montañas. Empezaba a amanecer, y el sol dejaba ver sus rayos mientras subía perezoso por el este, pero a pesar de los haces de luz, aún no se podía ver nada a través de la espesa niebla que cubría todo el valle. Tan sólo con la ayuda del avanzado catalejo enano se podían vislumbrar las borrosas figuras que descendían por las escarpadas paredes de las montañas circundantes. - Toca el cuerno de alarma – dijo Thearg a su acompañante. - Si, señor. En menos de dos minutos, un sordo y penetrante ruido inundó toda la fortaleza, llamando a las armas a sus testarudos habitantes. Todos los enanos en condiciones de luchar se levantaron presurosos de sus incómodos lechos y empezaron a vestirse para la inminente batalla. Se calzaban las botas, se ajustaban los chalecos y se ponían las cotas de malla. Enfundaban sus armas, enganchaban los cinturones y se afianzaban los escudos. Sabedor ya de su deber, cada enano marchaba hacia su compañia lo más rápidamente posible; los guerreros se reunieron en el patio principal, mientras que los ballesteros y arcabuceros subían las inmensas escaleras de piedra hacia las almenas de la muralla. Los artilleros montaban sus pesados artilugios de batalla y los montaraces salían por los túneles inferiores para avistar las tropas del enemigo. Thearg seguía en la torre, observando con el catalejo las confusas sombras que seguían bajando en masa. Satisfecho por su número, bajó hacia la muralla, dónde le esperaban sus capitanes, ansiosos por conocer el plan de batalla. - Bien – empezó Thearg - son mas que nosotros, pero más débiles. Aún por eso no nos debemos confiar, pero si todo va según lo previsto, no pasarán de ésta mañana. Dejaremos que lleguen hasta el pie de la muralla sin ofrecer resistencia, y, cuando lleguen, se les arrojará el aceite y las piedras. Se replegaran por las cuantiosas bajas y entonces, abriremos fuego contra ellos. Entonces ya veremos lo que harán. Id a vuestros puestos y preparaos para la batalla. Los capitanes se retiraron presurosos, y Thearg se quedó en la muralla, observando cómo una massa uniforme se reunía al pie de las montañas. Negando con la cebeza, bajó las escaleras y entró en sus aposentos, en el interior del castillo. Antes de enfundarse en su pesada armadura, se arrodilló y rezó a Grugni y Valaya, los dos principales dioses enanos. Al terminar sus oraciones, se levantó y se vistió para la batalla: se calzó las botas claveteadas de hierro y se puso la camisa de cuero curtido para evitar el roce de la armadura de gromril. Se equipó con las espinilleras y se puso el casco lentamente, como si fuera un ritual sagrado. Cuando finalizó de vestirse, se dirigió hacia un baúl situado al fondo de la estancia, lo abrió lenta y orgullosamente, dejando a la vista lo que brillaba en su interior: un gran pico a dos manos, con la cabeza de un material plateado oscuro, y con extrañas runas marcadas a su alrededor. Lo cogió con gran solemnidad y lo estuvo observando durante varios minutos antes de apoyárselo en el hombro y salir al exterior. El enano ofrecía un aspecto intimidador; su único ojo refulgía con un oscuro y profundo tinte amenazador, y su cuerpo, totalmente protegido por la gruesa armadura, brillaba bajo la luz del creciente sol, acompañado por los destellos metálicos del gran pico que empuñaba. Cuando los Skaven iniciaron la marcha hacia la fortaleza, las runas del pico empezaron a brillar intensamente, con un matiz azulado. Las ratas se acercaron rápidamente, en una masa conjunta y uniforme. La niebla aún dificultaba la visión, pero ya se podían distinguir algunas sombras que sobresalían sobre las demas, las Ratas Ogro. Los Skaven de primera fila portaban tres arietes, con un techo de hierro para mayor protección de sus ocupantes. La masa seguía avanzando. Cuando los arietes llegaron al pie de la muralla, los encargados de las ollas de aceite arrojaron su contenido, que, mezclado con una viscosa susbtància suministrada por el Herero Rúnico que habitaba en la fortaleza, fundió el hierro del techo, dejando al descubierto a sus ocupantes, que segundos después fueron masacrados a pedradas, provocando la huida de los encargados de derribar las puertas. Con la entrada protegida, los arcabuceros y ballesteros enanos se encargaron de hacer retroceder al grueso del ejército Skaven, que ahora se retireba presuroso hacia la seguridad de la distancia, pero fueron igualmente bombardeados con los proyectiles de los cañones que disparaban desde las torres y la muralla. Satisfecho, Thearg paseaba por la muralla, animando a sus tropas y blandiendo el gran pico en dirección a la masa que se retiraba más aún, fuera del alcance de los cañones. Los enanos del patio, estaban sentados y jugando a los dados, ya que sabían que seguramente no tendrían que entrar en el combate cuerpo a cuerpo. Aunque no apartaban de su lado las armas, por si acaso surgía alguna necesidad imprevista de luchar. Hicieron bien. El suelo vibró y los enanos que no pudieron aguantar el equilibrio se desmonoranon al suelo, intentando agarrarse a un asidero. Después de la sacudida inicial, los enanos empezaron a gritar y a eñalar hacia la parte postieror de las murallas, donde una espesa humareda se elevaba desde el suelo hasta el azulado cielo. Desconfiados, pero ninguno de ellos lo suficiente nervioso o asustado para dejarse llevar por el pánico, los guerreros se colocaron en sus posiciones, en unos recios y pequeños cuadrados, en una recta fila y con los escudos por delante. Thearg, que habia mantenido miraculosamente el equilibrio al poderse sujetar a un carro de comida que estaba allí cerca, corrió hacia las formaciones enanas, que se apresuraban en acabar de cubrir todos los huecos. El general enano llegó a sus filas cuando la espesa humareda se empezaba a evaporar, dejando a la vista los escombros resultantes de la explosión. Algunos cuerpos enanos yacían desperdigados por el suelo, e igualmente mutilados, pero ahora, no se podía hacer nada por ellos, así que todos miraban al frente, hacia al agujero abierto en la muralla. Una masa oscura se recortó contra la humareda a punto de extinguirse ya. Cuando el humo desparació, los asombrados enanos pudieron ver a los Skaven, que, aunuqe no estaban en ningún tipo de formación, su gran número intimidaba. Centenares de lanzas asomaban entre la muchedumbre, algunas con macabros trofeos clavados en sus mangos. Las ratas avanzaban y volvían a rectroceder, indecisas, esperando la orden de ataque de su general. Pero estos minutos eran un tiempo precioso para los enanos, ya que los artilleros de la muralla ya giraban los cañones, mientras que los arcabuceros y ballesteros apuntaban hacia los Skaven. Thearg, al frente de sus Rompehierros, observaba con la impasibilidad digna de un general enano, pasando lentamente los ojos por la enérgica masa que seguía avanzando y retrocediendo entre los agudos chillidos de la muchedumbre, ansiosos por entrar en combate. Thearg estaba asombrado por el agujero abierto en la muralla, ya que no había sido obra de magia, ni de catapultas, había sido provocado mediante la pólvora, un potente explosivo inventado por los enanos, cuyo secreto sólo se lo habían transmitido a los humanos del Imperio. Aunque tal misterio devoraba la mente de Thearg, este sacudió la cabeza para librarse de tales pensamientos y concentrarse en la inminente batalla. Antes de que el general enano pudiera idear una estrategia para vencer a los Skaven, los cañones de la muralla dispararon, cuyos proyectiles cayeron en el centro de las ratas, abriendo un boquete de muertos. Mientras los artilleros volvían a cargar sus artilugios, las tropas de a distancia enanas dispararon sus mortíferas andanadas, ante lo cual, el líder Skaven dió la orden de atacar, antes de que fueran derrotados a distancia. El ataque frontal de los Skaven fue más provechoso para los enanos, ya que sus resistentes escudos soportaron la carga de las armas Skaven, mientras que el acero enano hendió facilmente las armaduras de los asaltantes. Ahora, la lucha era un encarnizado combate cuerpo a cuerpo, muy igualado, ya que la destreza de los enanos quedaba reducida por el aplastante números de enemigos, que después de cada oleada sobrevenían más y con más fuerza. Thearg y sus Rompehierros andaban de un lado a otro por la línia principal, animando a sus soldados y machacando Skavens. FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 9:Thark el rey enano Vie Jun 06, 2008 1:27 pm | |
| El rey humano Hurkuk ha deshonrado el nombre de sus antepasados al aliarse con seres de las tinieblas y atacar a los enanos y a los elfos. Una alianza de elfos y enanos se enfentará a los humanos para detener la corrupción del mundo. El rey enano Thark deberá mostrar su valía y derrotar a Hurkuk si quiere salvar a su pueblo...
-¡Fuego a discreción! –chilló el general Urdehm.
Las bolas de fuego salieron disparadas de las varas de los hechiceros humanos. Los guerreros enanos caían al suelo uno tras otro; no les importaba morir, eran los guardianes de su país, así que, si su vida era el precio que habían de pagar por él, la perderían gustosamente. Sin embargo, el ejército enano era numeroso, así que muchos de ellos llegaron frente a los magos y los atacaron rápidamente, sin dejar uno con vida. Los elfos corrieron para ayudar a los enanos, liderados por un tal Lindelorian, un elfo de alta estatura y porte noble. Los que se encontraban en la retaguardia lanzaban flechas con extrema precisión a los humanos; los que se acercaban a los enanos arrojaban sus afiladas lanzas. Cuando los espadachines élficos llegaron a la altura de los guerreros que combatían con espadas atacaron con largos sables a los humanos.
Thark el enano avanzó rápidamente para llegar a la batalla. El fuego de sus ojos mostraba su ira; la cicatriz de su cara, la experiencia en batalla. Sabía que moriría en esa batalla, pero ése era su destino, además de que sería conducido al Reino de la Inmortalidad por sus actos guerreros. Impaciente, lanzó una pequeña hacha arrojadiza y la clavó en el pecho de un soldado enemigo.
El rey de los enanos desenvainó su hacha de doble filo y se sumergió entre la confusión de humanos, sangre, enanos, armas y elfos, haciendo girar su hacha para atraer a los enemigos valientes. Los humanos lo rodearon mientras algunos enanos lo miraban sonriente; sin darle tiempo a reaccionar, Thark mató a uno de los que se le acercaban, destrozándole el cuerpo con un tajo rectísimo que iba desde la cabeza hasta la entrepierna. El humano se desplomó, y los que se habían atrevido a enfrentarse al rey huyeron despavoridos; éste había conseguido lo que quería, asustar a los enemigos.
Saltó contra otro de los enemigos y le cercenó la cabeza; poco a poco los humanos de aquel sector se fueron alejando, aunque sufriendo numerosas bajas ya que tanto los enanos como los elfos aprovecharon la cobardía de sus enemigos para acabar con sus vidas. Thark reía a carcajadas viendo hasta qué punto eran efectivos sus planes.
-¡Mire, general! –dijo un capitán humano a Urdehm- ¡Ese debe de ser el rey de los enanos...!
El general se acarició el cuidado bigote, con expresión furiosa en la cara.
- Quédate aquí, Hussar – dijo al fin - voy a acabar con ese pequeño rebelde.
Urdehm, seguido por un grupo de soldados de élite, cabalgó hacia el lugar donde se hallaba Thark; una vez allí, desmontó y ordenó a sus guerreros que eliminaran a los enemigos de la zona, pero que dejaran al rey enano con vida, pues quería acabar él mismo con la vida de ese insolente.
- Pero, general... – replicó un soldado. - Nada de "peros", guerrero – dijo Urdehm - haz lo que te digo y cierra esa sucia boca.
Urdehm se acercó a Thark. Sacó de la vaina su gran espada y dijo:
- Vamos, lucha, rey enano.
El poderoso enano sonrió divertido.
- ¿Me desafías, humano? – preguntó - ¿En serio crees que alguien como tú puede vencerme...? - Cuando acabe contigo seré finalmente reconocido como el mejor guerrero que ha existido en este continente; “Travis Urdehm, el guerrero que acabó con el rebelde rey enano Thark”, dirán... - No vendas la piel del oso antes de cazarlo, Travis Urdehm – dijo el enano - para que veas que soy un guerrero de honor cogeré una espada y con ella te mataré.
Tal y como había prometido, Thark dejó su hacha en el suelo con suavidad y cogió una espada que había cerca suyo. El acero brillaba con la luz del Astro. A Thark le pareció una hermosa espada... sí, realmente era una espada preciosa. El general Urdehm se precipitó hacia el rey enano, empuñando fuertemente su mandoble. Travis Urdehm alzó su arma. Rápidamente, Thark se cubrió la cabeza con la suya para protegerse del ataque. Cuando notó el choque de ambas armas, Urdehm apartó su espada e intentó acabar con el rey de un corte en el pecho, pero los buenos reflejos de éste le ayudaron nuevamente; interceptó el ataque del humano y consiguió herirle en el brazo izquierdo momentos después. Urdehm gimió de dolor, pero no se dio por vencido a pesar de que sus energías mermaban rápidamente. Intentó dar una estocada a Thark, pero éste detuvo su golpe fácilmente. El general cayó al suelo, agotado y herido. El enano soltó su espada y agarró de nuevo el hacha.
- Retírate, Travis Urdehm – dijo sonriendo compasivo - no puedes competir conmigo.
Urdehm no estaba dispuesto a rendirse, así que esperó a que el rey de los enanos se hubiera girado para clavarle su espada; se levantó silenciosamente y la dirigió contra Thark. Éste, que se había dado cuenta de que no podía fiarse del general, se giró al oír el ruido que producía la espada en moverse, paró el golpe y clavó su hacha en la cabeza del humano. Movió la cabeza de izquierda a derecha pesaroso y apartó el arma de la cabeza de Urdehm, que chorreó sangre.
- Debería haberse rendido.
Y así diciendo, Thark se alejó del ensangrentado cadáver.
El rey elfo Lindelorian luchaba valerosamente contra los humanos. Manejaba su sable élfico con gran ligereza, pero, al igual que a los demás miembros de su raza, no le gustaba cortar partes del cuerpo de sus enemigos, así que daba estocadas. Los elfos guardaban pequeñas dagas por si perdían los sables, y con ellos asestaban puñaladas; éste era el caso de Darlinan, capitán del ejército de los elfos, que contenía de una forma admirable a un grupo de humanos armados con espadas con una simple daga. Al verle, el rey acudió en su ayuda; no obstante, seis guerreros humanos contra dos elfos es un combate desigual.
Thark se restregó el brazo por la frente para limpiarse el sudor. Su hacha tenía un tinte de un horrible color escarlata negruzco... En esto se fijaba el rey enano cuando advirtió al rey elfo y a uno de sus capitanes rodeados por un grupo de crueles humanos sedientos de sangre. No podía permitir que su aliado Lindelorian cayera tan pronto, de modo que corrió hacia él, derribando a cuantos enemigos encontraba por el camino. Al fin llegó junto a los elfos; el capitán Darlinan había recibido un corte en la espalda que lo hacía sangrar considerablemente. Su bello rostro se tornaba pálido por segundos. Antes de que los humanos advirtieran su presencia, Thark acabó con la vida de dos de ellos. Los otros cuatro se giraron para mirar al enano, así que Lindelorian aprovechó la ocasión para matar a uno de ellos. El más robusto de los tres enemigos restantes le dio un empellón a Thark, derribándolo. Cuando éste se levantó, se las arregló para alejar al enorme guerrero de los elfos.
Intuyendo que el debilitado Darlinan no podría sobrevivir mucho tiempo ni tendría fuerzas para atacarlos, uno de los enemigos le dio una patada y, junto a su compañero, se giró hacia Lindelorian. Éste, consciente de que moriría, agarró su espada con fuerza y se dispuso a acabar al menos con uno de ellos, y así lo hizo; clavó su sable en el vientre del guerrero que había pegado al capitán. El rey elfo vio al único superviviente alzando la espada para matarlo, pero se dio cuenta de que se había quedado parado en esa posición y de que le salía sangre por la boca. Se levantó, y el humano cayó al suelo. Lindelorian vio que había una daga clavada en la espalda del guerrero; el capitán Darlinan estaba en el suelo, con la mirada fija en algún punto del cielo. El rey se inclinó, besó su frente, le cerró los ojos, cogió el cuerpo y se lo llevó a los sacerdotes elfos, en la retaguardia del ejército.
Thark paraba a duras penas los golpes del guerrero humano con el que se enfrentaba; aquel hombre estaba fresco como una rosa a diferencia del rey enano, que estaba cansado. Había matado a una multitud de humanos, entre ellos a un prepotente y cobarde general. El guerrero humano no utilizaba el cerebro, solo la fuerza bruta, y en eso superaba al rey enano; eso era lógico, puesto que medía más del doble que Thark. - ¡Mira! – gritó un soldado enemigo - ¡El gran rey Thark está siendo derrotado por un humano...!
El insolente soldado prorrumpió en carcajadas.
- ¡Vamos, Udmahn! – animaba - ¡Dale su merecido a ese... duende!
Thark no aguantaba a los humanos, y mucho menos a los humanos impertinentes, de modo que utilizó todas sus fuerzas para golpear con su hacha la espada de Udmahn, haciéndola caer al suelo. Acto seguido colocó su arma rozando el cuello de su enemigo y apartó la espada del guerrero de una patada. Retiró el hacha de su posición y el poderoso Udmahn suspiró agradecido.
El soldado que había insultado a Thark corría ahora para alejarse de su furia. Sin embargo, el enano era más rápido de lo que parecía, y alcanzó al desvergonzado humano en un santiamén. Alzó su arma y le hizo un profundo corte en la espalda. El soldado cayó al suelo retorciéndose de dolor; había aprendido la lección demasiado tarde.
El agotado rey enano se alejó de la batalla y se dirigió al lugar donde se encontraban los sacerdotes élficos, que también ejercían como sanadores debido a sus poderes curativos, y las tropas de reserva del ejército, así como la guardia personal de ambos reyes. Los soldados de élite de Thark eran los hurganes, guerreros parecidos a los enanos en constitución pero mucho más altos; los hurganes habían sido un pueblo numeroso cientos de años atrás, pero la forzada esclavitud a la que los habían impuesto los humanos había hecho que muy pocos quedaran ya. El jefe hurgán, llamado Kharnik, se acercó al rey.
- ¿Estáis bien, mi señor? – preguntó.
Thark asintió lentamente.
- La coraza – dijo.
Kharnik despojó al rey de su protección y le examinó el torso buscando alguna herida.
- Mira en el hombro derecho, Kharnik – murmuró el rey.
El hurgán vio una herida de poca importancia en el lugar que le había ordenado el rey Zhark, así que llamó a un sacerdote. Éste posó su mano derecha en la herida, cerró los ojos y la apartó. Kharnik vio cómo se cerraba la herida poco a poco. El rey enano ya estaba preparado para luchar de nuevo.
En aquel preciso instante, Zhark oyó un extraño grito de guerra proveniente de los bosques del norte, similar a un relincho: los elfos oscuros, aliados con los humanos, aparecieron montados en unas bestias parecidas a caballos, pero con colmillos y horrendos ojos. Eran quenetios, animales utilizados para muchos objetivos por los elfos oscuros, que imitaban su chillido para usarlo como grito de guerra.
Los elfos oscuros limpiaron de enemigos buena parte del norte del campo, y después se propusieron seguir destruyendo al ejército de la Alianza. Zhark no podía permitirlo; hizo una seña a los poderosos hurganes y corrió hacia el campo de batalla. El príncipe de los elfos oscuros, Hersth, cabalgaba con una cara siniestramente sonriente. La horrorosa sonrisa espantó a Lindelorian, pero aún así se dispuso a derrotarlo. Agarró su sable mientras Hersth cargaba contra él; su espada chocó contra la armadura de su enemigo, pero el rey elfo cayó y fue pisoteado por el quenetio. El príncipe Hersth agarró su lanza y la alzó para clavársela al derrotado Lindelorian en el estómago cuando oyó un potente grito a su espalda. Giró la cabeza y vio al rey de los enanos empuñando su famosa hacha, así que incitó a su montura para que le derribara como había hecho con el rey Lindelorian, pero Zhark cortó la cabeza del quenetio, haciendo caer al príncipe Hersth. Cuando éste se levantó y vio al fuerte enano, dispuesto a matarlo, salió corriendo a trompicones, puesto que se había hecho daño en la pierna. Zhark aún no había recuperado sus fuerzas totalmente, así que, en lugar de correr para perseguir al miedoso elfo oscuro, agarró su lanza y se la arrojó, clavándosela en la espalda. De este modo los elfos oscuros se dieron cuenta de que su líder era un cobarde, y se retiraron de la batalla.
Zhark se acercó al moribundo Lindelorian. Éste respiraba pesadamente. Cuando el enano le pasó la mano por la frente, el rey elfo dijo:
- Llévame a los... sacerdotes. Ellos me darán la bendición. Acaba con los enemigos..., rey Zhark.
El enano agarró a Lindelorian. El elfo se agitó con una violenta convulsión, escapando de los brazos de Zhark. Después hubo una segunda sacudida, y el rey enano vio como salía espuma rosácea de su boca; agarró el cadáver de su amigo y se lo llevó del campo de batalla.
El rey de los humanos había salido de su ciudad. Cabalgaba en su caballo blanco e hizo una seña a sus hombres para que continuaran la lucha. Al contemplar a su poderoso e imponente rey, los humanos vieron recobradas sus fuerzas, y empezaron a someter al ejército de la Alianza. Zhark gritó, y los enanos decidieron vender caras sus vidas; atacaron brutalmente a los humanos, que los superaban en número pero no en ímpetu, y destrozaron a la mayoría. El rey humano avanzó hacia el enano.
- Rey enano Zhark – dijo - vuelve a tus tierras y no te haremos daño. - Sabes que eso no es posible, Gran Rey Hurkuk – dijo con una irónica reverencia. Hurkuk se enfureció. Bajó de su caballo blanco y desenvainó su larguísima espada.
El rey humano descendía de una estirpe de poderosos guerreros, pero había deshonrado su nombre aliándose con los elfos oscuros y obligando a los enanos y a los elfos a servirle, de modo que Lindelorian y Zhark se propusieron acabar con él. Pero ahora Lindelorian estaba muerto, y el rey de los enanos sabía que no saldría vivo de ese duelo; podía ser vencido y asesinado, o podía vencer y morir a manos de los soldados del rey. Cualquier enano habría elegido la segunda opción, como hizo Zhark.
El rey se creía muy poderoso debido a la fama de sus antepasados, quienes sí eran fuertes, no como él; ésa sería su perdición, pensó el rey enano. No pensaba usar una espada contra Hurkuk, quien tenía una el doble de larga que las del resto de soldados. Usaría su hacha. El hacha que había recibido de su padre, quien la había recibido en herencia del suyo...
Hurkuk gritó mientras descargaba un poderoso golpe sobre Zhark, que se cubrió con el hacha; debido a la fuerza del ataque, el arma le golpeó la cabeza, pero eso fue mejor que haber recibido el ataque del humano directamente. El rey humano no era experto en el uso de su arma, de modo que tardó mucho en levantarla; cuando iba a agredir de nuevo al enano, éste agarró el hacha y decapitó a Hurkuk.
El duelo no había durado mucho, incluso menos de lo que había imaginado Zhark. Sabiendo cuál sería su destino, lanzó su hacha hacia atrás, a su espalda, donde se encontraban los hurganes. El rey enano oyó el grito de uno de los generales que acompañaban al rey poco antes de recibir los impactos de varias flechas por todo el cuerpo. Zhark se desplomó.
La reacción de los soldados de la Alianza no fue la que habían imaginado los humanos; dirigido por Kharnik, el líder de la guardia hurgana, arremetieron contra las tropas humanas y las derrotaron.
El cuerpo de Zhark fue enterrado en una tumba de piedra junto a las de sus antepasados. El hacha del rey le acompañó al Reino de la Inmortalidad. El pueblo de los enanos, junto al de los elfos, saneó el mundo que habían estropeado los humanos, y todo gracias al sacrificio de su rey.
FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 10: la muerte de un heroe Vie Jun 06, 2008 1:29 pm | |
| LA MUERTE DE UN HÉROE [Por Grotaron]
¿Cuántos días llevaba dando vueltas? ¿tres, cuatro, cinco, más?, a pesar de su condición de enano no era capaz de calcular cuanto tiempo había pasado a tanta profundidad, según creía estaba a unos 3000 metros bajo tierra.
-¡Malditas ratas!-.
Siguió maldiciendo durante un rato y gruñendo sobre lo buenos que eran los viejos tiempos y como habría evitado que los Skavens construyeran tales madrigueras tan cerca de los túneles.
Granfork debería ser un barba larga en el ejército de Karak-a-karak, su barba llegaba hasta el suelo a pesar de su altura 10cm. mas alto que cualquier otro enano, su barba estaba tintada de rojo y su pelo era una cresta, tal y como debía ser un matador, estaba sucio y desaliñado, llevaba años sin bañarse en agua y para rematar su malhumor llevaba mas de dos semanas sin beber cerveza.
Inspecciono de nuevo la cueva mientras su miedo crecía, podía venirse abajo en cualquier momento, las construcciones Skavens eran asquerosas, sin apuntalamientos y vigas para evitar su caída durante su construcción y sin fuerza para aguantar mas de tres siglos en pie, mucho menos para aguantar eternamente como casi todas las construcciones enanas, porque las nuevas construcciones la verdad no estaba muy seguro de que fueran a aguantar mas de uno o dos milenios. Si la estructura caía el moriría y esa no era una forma digna de morir, pero tampoco lo era morir a manos de una de esas ratas apestosas, aunque murieran cien de ellas no serviría para vengar a un solo enano, aunque fuese a un matador.
Olor a pólvora, eso indicaba la presencia de armas de fuego, ¿de los Skavens o de algún aliado?, Granfork comenzó a caminar en esa dirección mientras recordaba su etapa de aprendiz de ingeniero, su primer arcabuz aguanto mas de veinte batallas durante unos 30 años, era muy insegura pero le salvo la vida en varias ocasiones, también recordó el día de su desgracia, el gran rey Thorgrim visito el gremio probando varios cañones y arcabuces, según los rumores, que mas tarde serían confirmados, quería equipar a su ejercito con arcabuces y cañones nuevos y contratar a dos o tres ingenieros para que ayudaran a los que tenía cuidando los cañones, las catapultas, etc… El mayor honor que podía recibir un ingeniero después del honor que suponía ser el maestro ingeniero, decidió mostrar al rey su arcabuz que tan bien le había servido y que eligió ese momento para estallar, después de este hecho el maestro ingeniero le hecho del gremio y el decidió dejar sus ansias innovadoras para transformarse en un conservador, fue a Karak-kadrin donde hizo el juramento de matador, se tiño el pelo y la barba de rojo y salio en busca de una muerte heroica con la que recuperar su honor y que no había conseguido aun.
Oía la batalla, ya estaba cerca, gritos, armas chocando, disparos. Al fin llego al final del túnel y vio una gran caverna, las paredes bien pulidas, llenas de dibujos e intrincadas tallas y las grandes y magnificas columnas le dijeron que estaba en las salas inferiores de una Karak, a lo lejos vio figuras luchando, estaba muy oscuro, en ese momento vio varios fogonazos de luz acompañados de un ruido infernal.
-¡Arcabuces!-.
De repente vio una luz oscura que salía del otro ejército como respuesta. -¡Skavens!-.
Empezó a correr hacia la batalla mientras oía luchas a su alrededor, se detuvo y observo a su alrededor, la batalla estaba muy disgregada, había pequeñas luchas por todas partes. Otro disparo aun mas fuerte le hizo volver la vista al frente justo para ver maravillado un torrente de fuego que caía sobre una manada de ratas, a pesar de todas las veces que había visto en acción los cañones lanzallamas y saber manejarlos era algo que seguía maravillándole. Oyó un grito a su derecha y se giro justo a tiempo para parar un golpe de una rata.
-¡Un asesino!-.
-¡Muereeeee enanooooo!-.
Volvió a atacar con su cuchillo, Granfork logro interponer el hacha izquierda y comenzó un golpe con el hacha que llevaba en la derecha el skaven lo esquivo limpiamente y reinicio el golpe de su cuchillo esta desde el centro, el enano retuvo el cuchillo usando sus dos hachas y se fijo en la hoja cubierta por un pringue que debía ser un veneno bastante potente, soltó el cuchillo con el hacha derecha y lo retuvo con la izquierda, la derecha la uso para dar un golpe con el golpe con el que logro herir el brazo izquierdo del skaven que comenzó a sangrar, sin perder tiempo soltó la izquierda y realizo otro golpea al pecho del hombre rata que logro apartarse lo justo para que el golpe no le matara aunque se llevo un buen tajo, el siguiente movimiento del asesino fue mas rápido consiguiendo hacerle un corte al enano en el brazo, viendo la situación del combate y de su rival el matador decidió dar un golpe desde la derecha con ambas armas la alimaña paro el golpe a duras penas, se desangraba rápidamente, en ese momento el enano vio el hueco que necesitaba y le dio un cabezazo a la rata en el pecho, esta cayo hacía atrás con los ojos blancos, sin vida.
Granfork volvió a la batalla al oír detrás de el pasos, se dio la vuelta justo a tiempo para ver a un par de skavens con capa negra saltar sobre el que interpuso sus hachas como pudo, no fue tan rápido como era habitual, el veneno estaba actuando, el hacha izquierda salio volando, el matador respondió lo mas rápido que pudo cortándole el cuello a uno de los skavens, el otro ataco de manera instintiva obligando al matador a agacharse lo mas rápido que pudo, logro esquivar la espada oxidada pero vio caer varios trozos de un pelo rojo, ¡su pelo!, se levanto listo para dar un golpe con la izquierda cuando se acordó de que le faltaba el hacha, paro un golpe con la derecha, estaba en una mala situación, en ese momento la rata se desplomo, Granfork vio al rompehierro que acababa de romper la cabeza a la rata.
-¡Gracias amigo!, no era esa la muerte que busco-.
-Si no se ha movido mucho podrás encontrar lo que buscas en aquella dirección, y por tu bien espero que tu arma sea rúnica y que tus ancestros te den una buena bienvenida-. -Gracias de nuevo amigo-.
Recupero su arma y empezó a correr en la dirección señalada mientras palpaba su pelo notando los puntos donde faltaba y diciendo toda clase de maldiciones. Durante su carrera le salieron al paso algunas ratas que fueron rápidamente repelidas por sus hachas, entre ellas distinguió algunos guerreros de elite como alimañas con su negra armadura e incluso algunos monjes llenos de pústulas y con claros signos de enfermedad, los skavens estaban dispuestos a conquistar la karak.
Llego a su destino sin muchos problemas aunque algo mareado, “El veneno” fue su único pensamiento mientras observaba la situación, era la zona en la que estaban las maquinas de guerra, el combate había llegado ya al cuerpo a cuerpo, solo permanecían algunos cañones en posición para disparar, entre ellos había una figura que iba de un sitio a otro gritando ordenes, “un ingeniero” pensó Granfork de forma risueña con envidia, “yo debería haber llagado hasta ahí”, hecho otro vistazo en busca de la muerte que le había prometido el rompehierro pero no logro ver nada interesante, lo único que se le ocurrió era preguntar al ingeniero. Empezó a correr hacia los cañones mientras acababa con toda aquella rata que se ponía delante, más de una vez tuvo que para enfrentarse a un enemigo con mas nivel de lo habitual o para ayudar a alguien en apuros, por mucho que el ansiara la muerte debía ayudar a sus congeneres que aun conservaban el honor, en más de una ocasión se encontró rodeado por dos, tres hasta cuatro skavens a la vez. Al final logro llegar a su destino con algunos corte menores y un tajo no muy profundo en el brazo izquierdo, al levantar la vista para ver al ingeniero que se había detenido a su llegada no pudo de ninguna forma esconder la sorpresa en su cara.
-¡Granfork Arcaboom!-.
-¡Serrison Riflecorto!-.
Estuvieron hablando un rato, comentando cada uno un poco de lo que había sido de su vida, Serrison era ingeniero a las ordenes del ingeniero real, un puesto de gran categoría y honor, por su parte Granfork contó algunas de sus hazañas como su visita al norte donde había matado a varios caudillos. La conversación continuo sin que ninguno de los dos enanos se preocupara de la batalla que se desarrollaba a su alrededor, cada vez que se acercaba un skaven su vida desaparecía bajo las hachas de Granfork o la pistola de Serrison. Pronto la conversación cambio de tema hacía la ingeniería, Serrison explico a Granfork un cambio en los arcabuces que los hacía mas resistentes logrando que no explotaran ni echándoles demasiada pólvora, Granfork a cambio le contó maravillas de otras tierras y le hablo de los artilugios humanos que había visto en Nulm, las criaturas que había visto en el sur y en el norte. Serrison contó a Granfrok que estaba allí por orden del rey Thorgrim para ayudar al rey de Karak-ocho-picos a recuperar y reconstruir su ciudad.
La conversación se alargo por casi una hora sin que ninguno de los dos se preocupara por nada mas hasta que, de repente, oyeron un rugido, Granfork miro en la dirección de la que procedía y vio a un gigantesco hombre rata que superaba los dos metros y medio, era como varias ratas ogro juntas. -¿Moulder?-.
-Eso pensé yo-.
-¡Mío!-grito Granfork con todas sus fuerzas.
Fue corriendo hacia la gigantesca rata mientras se fijaba en las heridas que esta tenia, sintió un mareo “El veneno vuelve a actuar”, llego hasta la figura a la vez que esta sufría un disparo en el hombro, cargo atacando con ambas armas a la vez, la rata se movió a una velocidad increíble esquivando ambas armas y lanzo un golpe contra el cada vez mas débil enano que le logro apartarse lo justo para llevar solo dos tajos en la espalda, las armas del matador empezaron a brillar y el decidió atacar las piernas del monstruo que solo logro salvar su pierna derecha, un profundo corte cubría la izquierda, la respuesta del ser fue una patada que desgarro el pecho del matador, la situación era critica, el monstruo preparo el golpe final y Granfork vio su oportunidad, lanzo el hacha derecha al pecho del monstruo a la vez que este ataco lanzando al enano por los aires, su movimiento hizo que el hacha le atravesara el cráneo en vez de alcanzarle el pecho. Serrison se acerco al moribundo matador que yacía junto al cadáver de la gigantesca rata y se fijo en una bolsita que se le había caído del bolsillo.
-¿Aun lo conservas?-.
-¡Si!-.
Serrison abrió la bolsa que contenía un polvo negro.
-¡Tienes alma de ingeniero!- Granfork sonrió-, es la primera pólvora que fabricaste, ¿verdad?-Granfork asintió con la cabeza-sabes, aquel día, no habías echado poca pólvora-.
Los ojos de Granfork se abrieron de par en par mientras que con una sonrisa dijo: -Traidor-.
Serrison entrego a Granfork la bolsita y con lágrimas en los ojos le dijo: -Serás recordado como un héroe de Karak-ocho-picos, te lo juro por mi honor aunque eso para ti no signifique nada-.
Granfork le dirigió una mirada agradecida antes de que sus ojos se pusieran blanco, Serrison le bajo los parpados mientras se secaba las lagrimas, así acababa la vida de un matador, de un autentico héroe.
FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 11: La Batalla de las Colinas Aullantes Vie Jun 06, 2008 1:31 pm | |
| Autor: Sir William King
Los Caballeros Pantera se acercaron con el característico traqueteo metálico de sus armaduras. Félix se apartó del camino y les dejó pasar. Sólo un necio se habría mantenido en medio del camino de los pesados Caballeros y sus monturas totalmente revestidas de metal. Sobre el yelmo de uno de los caballeros la cabeza sin ojos de un gran felino contemplaba inexpresivamente el campo de batalla.
“¡Tú! ¿Qué haces pendoneando por aquí como un mentecato encandilado? ¡Vuelve a tu compañía!”
Félix miró a su alrededor. Un hombre corpulento con la insignia de la cabeza de toro de Ostland en el escudo estaba vociferando y gesticulando furiosamente con su lanza. A Félix le costó comprender que el hombre se refería a él. Estuvo tentado de decirle que se fuera al infierno, pero se encogió de hombros y se marchó, decidido a encontrar al Matatrolls antes de que empezara la batalla. Su juramento le obligaba a inmortalizar las gestas del Matador en un poema épico, así que pensó que como mínimo debía estar presente para presenciar el conflicto.
Subió a la cresta de la colina y se colocó junto a la artillería imperial. Por todas partes había ingenieros y artilleros ocupados. Un capitán artillero se inclinó sobre un barril de pólvora para medir distancias, mientras consultaba un pequeño libro de tablas. Los fornidos artilleros, con el torso desnudo, apilaban penosamente bolas de cañón detrás de sus enormes armas forjadas en hierro. Unos jovencitos sudorosos soplaban las hogueras para que no se apagara.
Desde este punto privilegiado se podía avistar todo el campo de batalla. En la lejanía Félix divisó un gran ejercito Elfo procedente de Naggaroth. Una hidra y una mantícora guiadas por señores de las bestias sobresalían por encima del resto de cuerpos. Distinguió la larga línea de caballeros gélidos a la vanguardia del ejército enemigo. Hasta la posición de Félix llegó el pavoroso aullido de aquellas bestias gigantes, provocándole escalofríos. Ya se había enfrentado anteriormente a los caballeros gélidos y no había sido una experiencia agradable. En el flanco derecho del ejercito, los druchii arrastraban unos enormes y sofisticados lanzavirotes destripadores. Cerca de él se extendía a lo largo de una angosta loma, en línea recta, una unidad de arqueros. Los elfos eran demasiado poderosos como para menospreciarlos.
Félix había oído muchos rumores sobre el poderío de los elfos de Naggaroth. Los soldados del Emperador estaban desplegados entre dos pequeñas colinas. En la colina de Félix había dos grandes cañones. En la otra había un terrorífico cañón de salvas y un mortero. Ambas colinas estaban protegidas por una pantalla de tropas de proyectiles. En la vertiente de la colina que se extendía debajo de Félix estaban los ballesteros de Tilea. Eusebio se giró y dirigió a Félix un cálido saludo.
Los arqueros de Reikland protegían el cañón de salvas. A su izquierda, al pie de la colina estaba la frenética hueste de flagelantes. Estos aullaban y se azotaban los unos a los otros. Félix no sabía si aquel sonido atemorizaría al enemigo, pero a él sin duda le estremecía.
Entre las dos colinas aguardaba el grueso de las tropas Imperiales. Estaban dispuestas como en un tablero de ajedrez. Las tropas más adelantadas alternaban una unidad de caballería con una de infantería. Félix observo como los Caballeros Pantera tomaban posiciones junto con la Reiksgard a pie. Los caballeros del Lobo Blanco blandieron sus enormes martillos a dos manos y intercambiaban chanzas amistosas con los alabarderos de Middenheim. Tras ellos había lanceros llegados de las provincias de Nordland y Hochland. Delante de todo el ejército se hallaba una larga línea de arqueros a caballo de Kislev.
Félix distinguió la orgullosa figura del joven Emperador Karl Franz portando el Rompecraneos. Éste acababa de dirigirse a las tropas del centro y estaba montado en su grifo Garra de Muerte, que con un par de aleteos, se elevo inmediatamente hacia el cielo. Un clamor de júbilo se levantó entre las tropas imperiales cuando vieron cómo la bestia se elevaba hacia las nubes.
Con el entrechocar metálico de las orugas y el chirriar de los pistones, un tanque de vapor rodó hasta colocarse en su posición en el centro de la línea. El aire vibró con el retumbar de su motor. El olor acre de su humo llenó las fosas nasales de Félix. Las tropas se apartaron para dejar paso al tanque de vapor. Su blindada estructura era una magnífica visión sobre el campo de batalla. Félix había oído rumores sobre este producto de la Escuela de Ingenieros Imperiales, pero jamás había visto ninguno. Creyendo que el saludo iba dirigido a él, el comandante del tanque abrió la escotilla y se quitó el sombrero para reconocer el homenaje que, creía, se le rendía. Una oleada de carcajadas fue la respuesta de los soldados.
De repente el ejército imperial quedó en silencio. De entre las filas druchii emergió algo descomunal. Con un batir de sus alas coriáceas se elevó hacia los cielos. Félix vio que se trataba de un dragón negro y de que en su grupa iba montaba un elfo. Intentó calcular la envergadura de las alas de la criatura, pero lo dejó por imposible. Era desmesurado. El dragón abrió sus fauces draconianas y dejó escapar un tremendo graznido. Una sombra de duda cubrió la faz de los soldados imperiales. Cada uno de los presentes sintió como el terror atenazaba su corazón.
“¡Traedme a esa lagartija! – Rugió una voz que Félix reconoció inmediatamente -. ¡Hoy todavía no he desayunado!”
Félix se giró para mirar colina abajo. Un puñado de Enanos ascendía trabajosamente por la elevación. Parecían un grupo peligroso; todos lucían enormes crestas de pelo teñido, todos estaban recubiertos de extraños e intrincados tatuajes y todos blandían unos gigantesco martillos de guerra y hachas de batalla. Pertenecían al Culto de los Matadores, esa extraña fraternidad maldita cuyos miembros han jurado buscar la muerte en batalla. Su líder era un Enano increíblemente musculoso que lucía un gran parche negro. Era él quién había gritado al jinete del dragón negro.
“Ese es Gotrek Gurnisson – dijo uno de los artilleros -. Es un pirado. Anoche le vi beber un tonel entero de cerveza.”
Como si respondiese al desafío de Gotrek, el dragón negro volvió a rugir. Su llamada bestial atravesó el campo de batalla. De nuevo, las fuerzas imperiales permanecieron en silencio.
“¡¿ A que no bajas aquí y me lo dices a la cara!?”, Gritó Gotrek. A los flagelantes se les escapó un sonoro lamento.
“¡ Y vosotros, escoria, callaos de una vez! – Tronó el Matatrolls -. ¿Es que no veis que mi compañero Snorri Masicanarices tiene resaca?”. Si los flagelantes oyeron al Enano decidieron ignorarle. En la lejanía los Elfos habían empezado a moverse.
“¡ A mediodía, carnicería!” Dijo Gotrek cuando el resto de Enanos consiguió llegar a la cresta de la colina. Inspiró profundamente y sonrío para revelar sus dientes caídos. Como siempre, cada vez que aparecía la más mínima posibilidad de que hubiera una matanza, él parecía obscenamente contento. “Sí, parece que hoy es un buen día”. “¿Un buen día para qué?” Preguntó Félix. Se sentía extrañamente feliz de ver al Matador, y no estaba seguro de porqué. Al fin y al cabo, no había nada tranquilizante en la visión de un Enano esquizofrénico con una enorme hacha.
“Para morir”. Gotrek apuntó con su poderoso y chato dedo índice a la horda que avanzaba. Entonces cambió su expresión. Parecía un chaval al que le hubiesen hecho un regalo especialmente bueno en una ocasión especial. “¡Mira, Snorri! ¡¡Hay muchos elfos!!”
El Matador que había detrás de Gotrek sacudió su cabeza y asintió con la mirada empañada. Félix se preguntó si era posible que aquel Enano llevase realmente tres tachuelas incrustadas en la frente.
“Snorri cree que tienes razón, Gotrek – sonrió Snorri, y blandió su enorme martillo de guerra hacía los elfos -. Snorri cree que tendríamos que acercarnos y tener una discusión civilizada con ellos”.
Los Enanos descendieron por la colina corriendo tan rápido como se lo permitían sus cortas piernas. Durante unos instantes Félix estuvo a punto de seguirlos. Entonces oyó el aullido de miedo de los artilleros y, por el rabillo del ojo, vio como un virote pasaba muy cerca de él. Se tiró al suelo. El aire fue desplazado por una masa enorme, y una corriente repentina le rizó el cabello. Mirando a su alrededor, Félix pudo ver como un artillero acababa de ser ensartado por el virote.
El aullido de los flagelantes aumentó de volumen, compitiendo con el gruñido distante de las bestias. Si Félix hubiera sabido hablar druchii, hubiera jurado que estaban asiendo una cuenta atrás...
De repente, los elfos dejaron de hablar. Del lanzavirotes salieron disparados dos virotes. Que fueron en línea recta a donde se encontraba Félix. Félix observo como se acercaba. Tuvo la aplastante sensación de que estaba totalmente indefenso ante aquella situación. Quería correr y ponerse a cubierto, pero no tenía ni idea de hacia dónde hacerlo. Quizá moviéndose sólo consiguiera ponerse en su camino, como el pobre diablo que tenía detrás.
Se oyeron claramente varios resuellos de alivio cuando los virotes cayeron detrás de la colina. Al ver que los elfos se afanaban en recargar sus máquinas Félix se arriesgó a echar un vistazo al campo de batalla. Una horda de elfas había avanzado. Eran unas bellas elfas casi desnudas. ¡Elfas brujas! Había oído siniestros rumores acerca de los rituales que hacían y los asesinos que formaban. Los ballesteros druchii abrieron fuego pero sus misiles apenas alcanzaron a la desafiante avanzadilla imperial. Los gélidos trotaron rápidamente a pesar del peso de sus jinetes. La impresión de aquella era una hueste invencible.
¿Qué era eso de hay? ¡Pero, no podía ser! Desgraciadamente lo era. Félix tembló. A su izquierda, no muy lejos, había divisado un pegaso negro que se aproximaba presuroso. La montaba una hechicera que parloteaba sin cesar. La hechicera elfica blandió un vaculo que despidió un halo de luz brillante. La hechicera apuntó su vara hacia la colina en que se hallaba Félix, haciendo que se le volvieran erizar los de la nuca. Sintió una tensión extraña en su piel. No pensó. Brujería no, por favor. Iba a morir.
Antes de que pudiera pasar nada más, Félix oyó el sonido de alguien recitando un hechizo muy cerca de él. Un hombre alto vestido con una capa gris alzó sus manos e hizo un breve gesto, como se espantara una mosca. El aura de emergía arcana que lo envolvía se fue tan rápido como había aparecido.
Con un rugido, el ejercito imperial avanzó. Los arqueros kislevitas a caballo galoparon hacia las elfas brujas. A poca distancia les seguían los Caballeros Pantera y los Caballeros del Lobo Blanco. El tanque de vapor retumbó mientras se dirigía hacia el enemigo, traque traqueteando ligeramente en el accidentado terreno. Con una precisión disciplinada, las formaciones de alabarderos y lanceros avanzaron dispuestos a tapar cualquier hueco en la línea imperial. La bandera del Imperio ondeaba, orgullosa, en el centro del ejército.
“¡Rápido silenciad a esos lanavirotes!” Gritó el capitán de la artillería. La tierra tembló y una gran nube de humo negro se esparció por la colina. Félix notó como el aire de sus pulmones vibraba y el atronador sonido del disparo le aturdió momentáneamente. Siguió el silbido del proyectil y vio como la tierra junto a los lanzavirotes saltaba por los aires. Nubes de tierra se levantaron elevándose más de cinco metros. “No está mal, comandante del segundo cañón. Pero ahora verás como debe hacerse. ¡Marcus, gira tres grados a la izquierda!” “Tres grados a la izquierda. Si, Señor” Después que los sudorosos artilleros movieran el cañón, el capitán cogió una tea encendida y tocó la mecha. Ésta chisporroteó, prendió y luego se apagó.
“Tienes razón, así es como debe hacerse. Realmente brillante”, dijo el comandante del primer cañón. | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 1:32 pm | |
| En la otra colina el mortero tronó. El humo flotó colina abajo y ocultó a los Tileanos. A lo lejos, un lanzavirotes saltó en pedazos, con sus componentes destrozados por el impacto. Félix vio al elfo que había estado cargándola salir por los aires.
“ Buen disparo”, observó mordazmente uno de los artilleros. Los arqueros y ballesteros abrieron fuego. Una lluvia de flechas y dardos cayó sobre el enemigo. Muchos corsarios cayeron agarrando las astas de las flechas que habían crecido de golpe, como obscenas flores de muerte en sus pechos. El aire entre los dos ejércitos crepitó mientras los hechizos y contrahechizos libraban su lucha particular. Una lluvia de proyectiles de hierro surgió del mago gris y atravesó a varios Caballeros Gélidos; el resto huyó lanzando dentelladas hacia sus propias filas mientras sus jinetes trataban de dominarlos.
Tres virotes de proporciones gigantescas hicieron estragos sobre los Caballeros Pantera. Dos valientes caballeros murieron al instante. La bandera de los caballeros cayó como un fino tallo al ser pisoteado. El espeluznante gemido de los caballos con la columna rota llenó el aire. Los caballeros restantes continuaron avanzando resueltamente hacia los elfos. Una andanada de pivotes de ballesta les acribilló. Un jinete cayó con el ojo atravesado por un pivote que había pasado a través de la mirilla del yelmo. Con un dardo clavado en el corazón, uno de los caballos trastabillo, el último caballo huyó aterrorizado de la batalla, llevándose consigo a su jinete.
Los kislevitas aceleraron su avance hacia las elfas brujas. Del interior del negro pelotón surgieron tres figuras encapuchadas. Todos ellos iban armados con cuchillos y garras. Desde que estuvieron lo suficientemente cerca saltaron hacia los arqueros a caballo.
Los jinetes se detuvieron en seco mientras sus caballos relinchaban de terror mientras intentaban esquivar los golpes letales de los asesinos. Dos asesinos fueron derribados por las flechas de estos, pero uno logro llegar hasta la caballería. El asesino provocó terribles bajas. Sangre y miembros mutilados fueron esparcidos por todas partes. Hombres y caballos cayeron como moscas. Félix aparto la mirada asqueado.
Los cañones hablaron una vez más. Esta vez sus disparos acertaron de lleno al segundo lanzavirotes, destrozándolo por completo. Los artilleros gritaron jubilosos. El capitán del primer cañón alzó su puño en el aire en señal de triunfo. El propio Félix se sintió muy contento, sobre todo por que ya pudiera atravesarle ningún virote.
Los kislevitas supervivientes avanzaron pera acercarse lo máximo posible al enemigo. Nuevos asesinos saltaron sobre las inconscientes víctimas que tan generosamente se les ofrecía. Félix observó como dos sucumbían bajo el fuego de los arqueros.
A la derecha se oyó un crujido cuando el cañón de salvas realizó un tiro experimental. Incluso a tanta dejó un reguero de sangrienta destrucción en la línea elfica. Los ballesteros dispararon otra vez, matando a dos asesinos. Teniendo en cuenta la distancia, podía considerarse un buen disparo. Una nube de flechas se flechas se encargó de los supervivientes.
“¡ Por Sigmar y por Karl Franz!”. El grito de guerra se elevó desde la línea imperial. Los elfos entonaron sus gritos de batalla. Una aullante oleada negra rompió contra el muro de acero que era la línea imperial, iniciándose un terrible combate cuerpo a cuerpo de más de media legua de frente.
Los penetrantes ojos de Félix exploraron el campo de batalla en busca de Gotrek. ¡Allí! Podía ver como los enloquecidos Enanos estaban abriéndose una sangrienta camino entre los elfos. La enorme hacha de Gotrek se alzaba y caía constantemente, destruyendo todo lo que se cruzaba en su camino. Tan sólo él estaba provocando tantas bajas como el tanque de vapor, que aplastaba a las tropas enemigas pasándoles por encima. Alrededor del tanque, los lanceros se agolpaban en una furiosa turba. Los Caballeros del Lobo Blanco irrumpieron en una unidad de furiosos jinetes oscuros haciéndoles huir en desbandada.
Habiendo silenciado la artillería enemiga, los cañones eran libres para provocar una masacre en la retaguardia de las formaciones enemigas. Oyendo los gritos de dolor procedentes de la batalla, Félix se alegró de su posición en la colina. Abajo, las bajas eran tremendas. Muchos no morirían inmediatamente, sino varias horas más tarde, a causa de las heridas. Muchos más seguirían viviendo, pero con terribles mutilaciones. Al pie de la colina, los lanceros y los alabarderos luchaban cara a cara con la una unidad de la guardia negra. En el apretado agolpamiento de cuerp9os apenas había espacio suficiente para mover un arma. Muchos morirían simplemente aplastados bajo los pies de sus propios compañeros, bajo el peso de la ingente masa que avanzaba y retrocedía.
Félix volvió a felicitarse por su posición. Por una vez estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado. De momento había podido evitar el brutal combate cuerpo a cuerpo. Con los lanzavirotes destruidos, estaba seguro y un una posición inmejorable para observar la contienda. Sólo faltaba que el ejército Imperial saliera victorioso. Bueno, los cañones podían encargarse de ello.
De repente, los artilleros profirieron un grito de terror. Félix siguió con la mirada la mano del capitán. En el cielo, un pequeño puntito aumentaba de tamaño rápidamente. ¡Era el dragón negro! ¡Por Sigmar, no! Aquello no podía estar sucediendo de verdad.
Con un chasquido, el dragón negro abrió sus ciclópeas alas, ralentizando su descenso. La mayoría de artilleros habían huido con una abyecta cobardía. El mago gris clavó su mirada en la bestia y empezó a entonar un cántico mágico. Demasiado tarde. La criatura cayó sobre él aplastándole bajo sus zarpas.
Demasiado aturdido para moverse, Félix se quedó allí plantado como una estatua. Sintió un súbito escalofrío cuando la serpiente alada se dirigió hacia él. Félix estaba cubierto por la sombra que proyectaban sus titánicas alas coriaceas. Su pituitaria captó el acre olor coriáceo de la bestia. El escamoso cuello del monstruo serpenteó y una cabeza tan grande como un hombre miró directamente hacia Félix. Él miró fijamente a los fríos ojos del reptil. La criatura lanzó un rugido gorgojeante y sus fauces revelaron dientes tan largos y afilados como dagas.
Por Sigmar, aquel bicho era realmente grande. Cuando se estiró para mostrar toda su envergadura, Félix calculó que era unas cinco veces más alto que él. La bestia agitó la cola, gruesa como un ariete, con un restallido tan estruendoso como el disparo de un mosquete. La larga lengua de la bestia, que brillaba con aquella mucosidad tóxica, vibró catando el aire y a Félix se le encogió el corazón.
En un trono montado sobre la espalda del monstruo había un Elfo. Evidentemente, era el general del ejercito. En su mano izquierda esgrimía una lanza y en la derecha un espeluznante báculo cuyo extremo representaba la cabeza de un demonio. Contemplo a Félix con sus ojos inyectados de rabia. Félix supo que iba a morir.
Rápido como el rayo, el dragón negro lanzó un mordico hacia delante. Las terribles fauces se cerraron con la potencia de una trampa para osos. Una vaharada de aliento apestoso envolvió a Félix. Instintivamente, Félix dio un paso atrás y las fauces se cerraron justo delante de sus narices. Félix se giró, sintiendo la apremiante necesidad de poner algo de por medio entre él y el monstruo. Rápidamente se colocó tras el cañón, sintiendo a cada paso el frío aliento de la bestia en la nuca. Entonces recuperó el juicio y se giró, sabedor de que no tenía ninguna posibilidad de escapar de la bestia. Era demasiado tarde para eso. En un inútil y dramático gesto de coraje sin precedentes, desenvainó su espada decidido a, por lo menos, caer luchando.
Con un golpe de garra, el dragón aplastó el cañón. Félix casi no tuvo tiempo de apartarse. Rodó hacia atrás para colocarse en una posición defensiva, tal como su maestro de esgrima le había explicado una vez. Era un reflejo modelado por horas y horas de práctica.
“¡ Ahora, tú morirás!” Dijo en una tosca imitación al lenguaje imperial el señor oscuro. “¡¿A qué no bajas aquí y me lo dices a la cara?!”, Grito Félix, con más bravura de la que realmente sentía. Las fauces del dragón negro se volvieron a cerrar. Ahora, pensó Félix. Un buen giro de muñeca y sería capaz de enterrar su hoja en la garganta del dragón, tal vez incluso de entre sus tiernos músculos hasta atravesar su diminuto cerebro. Los últimos estertores de la bestia probablemente acabarían con él pero, ¿qué más podía hacer? De todas formas iba a morir.
El tiempo pareció detenerse. Sintió todo lo que le rodeaba con prístina claridad, sintió sus propios movimientos guiados con certera precisión. En la lejanía podía oír los gritos de los combatientes y los gemidos de los heridos. El olor de la sangre, la pólvora y el miedo llenó su pituitaria. Un sudor frío recorría su espalda. Dentro de un segundo la criatura le picaría como un escorpión y Félix devolvería el golpe.
Una sombra cayó sobre el dragón negro. Unas poderosas garras atravesaron el aire. Cayó un brillante rayo. Un guerreo de dorada armadura golpeó. Un martillo enorme silbó en el aire describiendo un arco irresistible. La cabeza del general elfo se separó de sus hombros. El dragón negro se giro, resoplando. Una fuente de sangre manó del cuello del elfo y el cuerpo desmembrado cayo al suelo. Sintiéndose libre del peso de su jinete, el dragón negro rugió una sola vez y aleteó solemnemente en el aire, libre para volverse a sus montañas natales.
Félix se encontró cara a cara con el Emperador Karl – Franz, de pie sobre el cadáver del general elfo. El Emperador abrió su visor y contempló a Félix con sus ojos penetrantes y profundos.
“Eso ha sido lo más valiente que he visto nunca”, dijo el Emperador. “No ha sido nada”, dijo Félix. Entonces se dio cuenta de lo que había hecho y simplemente, se desplomó.
Cuando volvió, un sol rojo sangre ocupaba todo el horizonte del campo de batalla tiñendo la escena con su luz rojiza, como si se tratara de un cuadro del infierno. Había cuerpos mutilados por doquier. Los soldados imperiales arrojaban los cadáveres de los elfos muertos a grandes piras. Los lamentos de los heridos y los moribundos se elevaban hacia el cielo como lamentos de almas condenadas. El aullar frenético de los flagelantes borraba cualquier ilusión victoria. Félix se cruzó con un hombre agonizante que le pedía agua. Como no tenía agua que ofrecerle, Félix apartó la mirada y pasó de largo.
Encontró a Gotrek en la fría vertiente de la colina. El Matatrolls colocaba las últimas paladas de tierra en una tumba. No se giró al oír a Félix aproximarse; parecía perdido en sus propios pensamientos inhumanos y amargos.
“A mediodía... carnicería...” masculló Gotrek. Se apoyó en la empuñadura de la pala y giró su cabeza hacia el escenario de la matanza. D repente pareció muy viejo y muy cansado. Gesticuló con su recia mano derecha señalando la tumba. “Aquí yace Snorri Masticanarices. Mató a veinte elfos y a una mantícora –el Matador rió amargamente -. Esta se le cayo encima”.
“Hoy me ha encontrado con el Emperador Karl Franz. Me ha salvado del dragón negro. Creí que iba a morir”.
A lo lejos, el tanque de vapor arrastraba los cadáveres de los caballos con barda. De su chimenea brotaban chispas que brillaban como fuegos fatuos en la densa oscuridad. “Todos vamos a morir, humano. Sólo el cómo es importante”.
“Hemos vencido, Gotrek. Los caballeros de la Reiskgard destrozaron a los verdugos. Los cañones acabaron con las grandes unidades de lanceros. Incluso los flagelantes han colaborado matando a una hidra. Al menos eso es lo que me dijo Eusebio”. Félix carraspeó. Había decidido no explicar nada acerca del embarazoso desmayo que sufrió delante Karl Franz.
“Otra gran victoria sobre las fuerzas del mal”. Exclamó Gotrek burlón. Pero sus palabras no había alegría. Meneó la cabeza en un lento signo de negación, y la cadena de oro que llevaba colgando de la nariz tintineo. “Por Grungni, incluso cuando ganamos, perdemos. No existe ningún límite al número de Orcos, Guerreros del Caos y otros enemigos que nos acechan. Mueren a miles, pero siempre hay muchos más para reemplazarlos. Un día arrasarán el Reino de los Enanos, y el Imperio de los Hombres caerá. Y todo será sangre y oscuridad.
“Empiezas a hablar como un flagelante”, dijo Felix. Él seguía vivo cuando se suponía que debería estar muerto. Encontró difícil compartir los siniestros pensamientos del Enano. “Hemos ganado. Hemos hecho al ejercito de los elfos de Naggaroth. El Imperio esta ha salvo”.
“Por ahora, humano. Por ahora”.
FIN | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: relato enano 12: kurgaz barba Helada Vie Jun 06, 2008 1:34 pm | |
| LA LLEGADA
El sol empezaba a alzarse detrás de las montañas, y Kurgaz sentía el suave tintineo de la cadena de su medallón en el viento. Frente a él, los débiles rayos de luz empezaban a reflejarse en los cristales rotos de la antigua torre de vigilancia, mientras los bloques de infantería iban tomando posiciones frente al ejército de cadáveres. Llevaban dos semanas de dura travesía por las montañas cuando se encontraron con la hueste de no-muertos.
Todo había empezado con el mensaje llegado desde Karak-Ril, cuando su primo Balin le pidió ayuda ante el hallazgo del filón de oro. Kurgaz no se lo había pensado dos veces, y pidió permiso a su padre, el rey Tangrim de Karak-Garaz. El rey se lo concedió, y Kurgaz partió con sus propios martilladores, varios guerreros del clan, un lanzavirotes y un girocóptero a modo de explorador. Además, su hermano Balrik aceptó llevar el estandarte del clan junto con algunos atronadores. Habían partido sin tiempo casi para preparativos, de forma precipitada. Se guiaron únicamente por las indicaciones del malherido mensajero, y empezaron el viaje.
Por el camino, Ungrim Puñosediento, matador de renombre en esa parte de las montañas grises, se cruzó en el camino de la expedición, mientras llevaba consigo un enorme brazo de troll que devoraba sin demora. Kurgaz pidió a Ungrim que se uniera a sus fuerzas, y así lo hizo. Se juntó a su ejército a cambio de la promesa de enemigos para matar. Y allí los tenía.
Ahora, tenían frente a una horda de esqueletos que amenazaba con cortar su camino. Kurgaz se dijo que nunca antes nada ni nadie se había interpuesto entre él y sus parientes, y esa no seria la primera ocasión.
El flanco izquierdo era cubierto por la primera unidad de guerreros, los cuales tenían cerca la inspiración sangrienta de Ungrim. En el centro, los primeros atronadores ocuparon posiciones frente a sus martilladores y los demás guerreros del clan, mientras el flanco derecho era ocupado por Balrik, sus atronadores, el lanzavirotes y, ante ellos, el girocóptero. Enfrente, dos unidades de cuerpos esqueléticos flanqueaban a otra poderosa unidad de esqueletos, pero éstos últimos llevaban oxidadas y pesadas armaduras, y sus armas tenían un aspecto siniestro y casi mágico. Los lideraba un nigromante rodeado de un aura verdosa. El flanco izquierdo era custodiado por unas bestias murciélago y otro nigromante. En el flanco derecho, unos caballeros eran liderados por lo que parecía un humano de esbelta figura y poderosa montura. El vampiro tenia clavados sus ojos en Kurgaz, y el destello rojo, hambriento y feroz de esos ojos producía un suave tintineo en el colgante de Kurgaz. Estaba seguro que ese tintineo era una señal, tan seguro como de que el destino tenía reservado un lugar para el enfrentamiento singular entre ambos. Pero Ungrim parecía estar ya dispuesto a dar caza al vampiro, y echó a correr hacia los caballeros. "Poco sensato" pensó Kurgaz "pero nunca entenderemos a estos enanos marcados por sus errores". A los guerreros se les contagió su confianza y corrieron tras él hacia el enemigo. El girocóptero planeó hasta llegar al borde de un bosque, que le proporcionó cobertura, y esperó que el enemigo desfilara ante él para rociar-los con su cañón de vapor. Los atronadores de Balrik abrieron fuego, pero los murciélagos estaban demasiado lejos aún. "Ya se acercaran" pensó Kurgaz. El lanzavirotes empezó a brillar, y Kurgaz supo que las runas empezaban a trabajar. Con un estruendo, un enorme virote salió disparado hacia los caballeros al otro extremo del campo de batalla, para impactar finalmente contra el suelo, a escasos diez pasos del objetivo.
Entonces el ejército nigromántico empezó su avance. Los caballeros respondieron a los llamamientos de Ungrim y cabalgaron hacia él. Los murciélagos ignoraron la presencia del girocóptero y volaron hasta quedarse enfrente de los atronadores, desafiantes. Balrik se acercó a ellos para inculcarles valor y confianza ante la inminente carga. Los nigromantes avanzaron cautelosamente y empezaron a acumular poder mágico. Las runas de protección del estandarte de su unidad frustraron los planes de uno de ellos, mientras el otro nigromante invocaba esqueletos frente al lanzavirotes. "Esto no pinta bien" refunfuñó Kurgaz.
Sus enanos siguieron la marcha. Los guerreros de la izquierda se adelantaron a Ungrim y lo dejaron tras ellos. El girocóptero se situó tras los murciélagos y lanzó su chorro vaporeado. Algunas bestias gimieron de dolor y descendieron hasta estrellarse contra el suelo, pero el resto ignoraron las bajas. Los atronadores acabaron con tres más, mientras sus compañeros acababan con fila tras fila de esqueletos. Pero siempre había más detrás esperando ansiosamente por entrar en combate. El lanzavirotes intentó derribar los esqueletos que acababan de aparecer ante ellos, pero el virote se clavó varios pies tras el objetivo. Debían prepararse para una carga. Mientras, Balrik se acercó aun más a la casi aterrorizada dotación y Kurgaz dirigió a sus martilladores hacia los caballeros del flanco para apoyar a los guerreros.
Entonces, los caballeros cargaron a los guerreros enanos, que permanecieron en sus puestos afianzando sus escudos ante la terrorífica avalancha de huesos. Los esqueletos invocados cargaron a los atronadores, mientras los murciélagos descendieron sobre las dotación del lanzavirotes. El combate fue duro, pero los atronadores se impusieron al temor y acabaron con los esqueletos. La dotación no pudo con los murciélagos, y fueron cazados. Cuando Balrik llegó, los murciélagos ya se escabullían tras los montes. Los guerreros aguantaron bien la carga, pero el miedo se apoderó de ellos y corrieron enloquecidos. Ungrim, por el contrario, avanzó decidido y frenó la caballería después de que exterminaran hasta el último de los guerreros enanos. Kurgaz rezó a Grugni y Valaya por las almas de los caídos, mientras juraba que sus muertes serían vengadas antes del atardecer. Los tumularios siguieron avanzando y los esqueletos amenazaron al girocóptero. Las runas enanas frustraron la magia enemiga por el momento.
Kurgaz echó una ojeada al campo de batalla. Los atronadores del flanco se giraron esperando la aparición de los murciélagos, mientras el girocóptero burlaba a los esqueletos y se situaba tras sus filas. Los atronadores del centro abrieron fuego de nuevo y más tumularios cayeron ante la pólvora y el plomo. Pero permanecieron avanzando, pisando los restos de los abatidos por los tiradores. El silencio del ejército enemigo fue cortado cuando Ungrim rugió un desafío a los caballeros. El vampiro sonrió maléficamente y rechazó el desafío, dejándolo para el oficial de la unidad. Un enorme figura esquelética avanzó para situarse ante Ungrim. Las cuencas vacías de sus ojos brillaban con fuego, y acto seguido se lanzó hacia el matador. Lanzó un golpe con su lanza, pero el enano paró el golpe con el hacha, la cual empezó a brillar con un rojo sangriento espeluznante. "Quizá le he subestimado" pensó de nuevo Kurgaz. En respuesta, el matador describió un arco mortífero con su enorme hacha y partió en dos al jinete mientras esquivaba la acometida del corcel. La sonrisa se borró de la cara del vampiro, y fue sustituida por una mueca de desprecio. Pero ya era muy tarde.
La venganza fluía por las venas de Kurgaz, y la unidad de martilladores respondió a la orden de su señor y se lanzaron a la carga hacia el flanco desprotegido de los caballeros. Mientras, tumularios y esqueletos se abalanzaron sobre los guerreros y los atronadores. Los nigromantes consiguieron invocar a unos pocos esqueletos más. La batalla pendía de un hilo, y cualquier de los ejércitos podía hacerse con la victoria. Los pesados martillos acabaron con los caballeros, Kurgaz hirió mortalmente al vampiro, y los guerreros aguantaron la acometida. Los murciélagos volvieron pero se encontraron con los disparos de los atronadores, que acabaron con todos las bestias aladas. Ante tal masacre, el general nigromántico se alejó lentamente por el horizonte, mientras el vampiro huía en su montura jurando que algún día volverían a saber de él.
El sol se ponía, y fue entonces cuando Kurgaz se dio cuenta de la importancia de la victoria. Desde lo más alto de la antigua torre de vigilancia, se divisaba la improvisada fortaleza de Karak-Ril. Estaban más cerca de lo que Kurgaz había imaginado.
El joven señor bajó la mirada hacia su armadura. La runa de gromril brillaba con un poder importante, iluminando una hendidura en la cota de malla. El vampiro le había dejado un recuerdo. Kurgaz podía ver el color blanquecino de sus fuertes costillas, y como un río de sangre teñía toda la parte izquierda de su cuerpo. Debía descansar. Balrik se acercó junto a Ungrim. Este también tenía un corte muy feo del vampiro en el pecho, pero no parecía importarle mucho:
- Si cada batalla a tu lado significa una recompensa en cadáveres como la de hoy, te acompañaré hasta los desiertos si es necesario - dijo Ungrim a Kurgaz.
- No lo será - respondió Kurgaz - estoy seguro de que el nigromante volverá.
KARAZ - BRYN
Kurgaz se tocó el vendaje de su torso, mientras observaba a sus compatriotas. Los enanos trabajaron sin descanso durante días para improvisar un asentamiento fuerte. Sería un punto estratégicamente importante para Balin en vista de una invasión. El amanecer parecía extrañamente bello ese día. Kurgaz observaba, desde su habitáculo en la recién conquistada torre, el trabajo de sus compañeros. Los montaraces que habían pedido al rey llegaron a medianoche, aún en pleno apogeo de celebraciones por la conquista. La vieja torre no parecía más que eso, una solitaria y tosca construcción humana, medio derrumbada, rodeada por los restos de una muralla el triple de alta que cualquier humano.
El montículo de la torre coronaba las altiplanicies de los alrededores; era situada en una cumbre importante de las montañas grises. Como puesto de guardia, podían vislumbrar la tan cercana fortaleza de Karak-Ril. Incluso, a vista enana, se podía distinguir el número de enanos que trabajaban a marchas forzosas para levantar un muro alrededor del recién descubierto filón. Fargrim calculaba que había unos dos-cientos enanos trabajando, y si el viejo ingeniero decía algo, era de sospechar que sería más que cierto. Con la expedición de Kurgaz habían llevado más de quinientos, pero la batalla con los nigromantes había reducido los efectivos a poco más de cuatrocientos. Para cualquier general, ese número de bajas hubiera sido más que aceptable. Pero para Kurgaz representaba una pérdida inestimable. Hasta el último de sus enanos valía más que medio centenar de los malditos esqueletos a los que habían hecho frente la semana anterior.
En ese momento, el capitán de los montaraces entró en la estancia:
- Saludos, señor. Soy Gotrek Cazagoblins, líder de los montaraces del rey Tangrim de Karak-Garaz. – dijo en tono solemne y orgulloso, mientras se curvaba en una muy elaborada reverencia.
- No son necesarias las presentaciones protocolarias, viejo amigo. Sé que detrás de ese parloteo se esconde el mejor rastreador de todas las montañas grises. – contestó, con humor, Kurgaz.
Ambos se abrazaron. El viejo Gotrek había instruido a Kurgaz en el arte del combate, por orden del rey, cuando aun era poco más que un barbilampiño. El rey Tangrim apreciaba muchísimo a Gotrek, pues en más de una batalla, la intervención de sus montaraces había salvado la fortaleza de los ataques goblins.
Entonces una mueca de dolor apareció en la cara de Kurgaz, y éste posó su mano sobre la profunda herida que le había causado el vampiro.
Al ver el rostro de preocupación de Gotrek, Kurgaz dibujó una amplia sonrisa en su rostro:
- Deberías saber mejor que nadie que hace falta algo más que unos cortes para acabar conmigo. – dijo Kurgaz.
- Lo sé – contestó Gotrek, con el cejo fruncido – pero esa herida es más que un corte. La muerte estuvo muy cerca, joven. Debió de ser un adversario temible para llegar a hundir tu armadura. – añadió, sin cambiar su expresión de preocupación. - No te preocupes, Ulthar ya la ha reparado.
- Tratándose de Ulthar, no me extrañaría en absoluto; siempre cuidando de todos. Y ambos estallaron en carcajadas exageradas. Y siguieron charlando hasta la comida.
Los días fueron pasando lentamente. El duro trabajo de cada uno de los enanos de la expedición era evidente, puesto que en poco más de dos semanas las murallas estaban reparadas, y tan solo quedaban trabajando medio centenar de enanos y unos pocos ingenieros aprendices, bajo las órdenes de Fargrim, en la construcción de torres de vigilancia adjuntas a las murallas. Era, en verdad, un puesto importante, más parecido a una pequeña fortaleza. Un centenar más de sus enanos estaban trabajando en el muro interior de Karak-Ril, donde los ingenieros de Balin ojeaban planos y distribuían a los enanos.
Desde su llegada a la torre, bautizada ya como Karaz-Bryn (Montaña Dorada), Kurgaz no había hablado con su pariente, puesto que la construcción de las murallas había ocupado todo el tiempo. Pero, una vez terminado ya el muro exterior, Balin había invitado a Kurgaz y a sus enanos a un banquete de bienvenida en Karak-Ril para dentro de una luna y media.
Y llegó el día del banquete. Los enanos de Kurgaz vistieron con sus más preciadas ropas (los que se habían permitido el lujo de traerlas consigo durante el viaje). Ulthar, el herrero, Ungrim, el matador, Balrik, su hermano y portaestandarte del ejército, Fargrim, el ingeniero y Gotrek, el nuevo consejero y jefe de los montaraces, acompañaban a Kurgaz llenos de orgullo. Un murmullo incontrolable se alzó desde la columna de enanos cuando éstos entraron en los salones de la nueva fortaleza. El techo de la sala de banquetes era veinte veces más alto que un enano, y tenía la longitud de tres disparos de ballesta. Era impresionante, puesto que se había construido en menos de un mes. Entonces, se oyó una sonora carcajada. El sonido rezumbaba por toda la sala, y nadie sabía con certidumbre de donde procedía.
- Largo tiempo desde nuestro último encuentro, Lord Kurgaz.
Entonces la cara de Kurgaz se iluminó. En el fondo, unas enormes puertas de acero se abrieron pesadamente y, poco a poco, otra columna de enanos fue adentrándose en la sala. Delante de ésta, un figura destacaba por encima de las demás. Era más alto que un enano normal, el doble de robusto que Ungrim y llevaba una barba tan hermosamente ornamentada que habría avergonzado a todos los barbaslargas de Karak-Garaz.
Las dos columnas de enanos fueron acercándose, hasta que los líderes se encontraron a apenas pasos. Kurgaz avanzó hasta quedar enfrente del robusto enano:
- Soy Kurgaz BarbaHelada, hijo de Tangrim BarbaHelada, rey de Karak-Garaz. He venido ante la petición de ayuda, y aquí estoy. – dijo, mientras enarbolaba una exagerada reverencia, rectificándola sobre la marcha por el aún presente dolor de su torso.
- Bendito seas por acudir a mi llamada, primo mío. Yo soy Balin, rey de Karak-Ril.
Kurgaz se levantó lentamente, y miró a los ojos su pariente. Largas décadas habían pasado desde su último encuentro en Karak-Garaz. Tenía tantas cosas que contarle, que no supo que hacer. En ese momento, ambos enanos se abrazaron, y por toda la sala rezumbaron los vítores a ambos jefes y a sus ancestros. La fiesta duró hasta bien entrada la madrugada.
- En ese caso, el próximo vampiro que aparezca por aquí me corresponde a mí. | |
| | | Kowin
Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 04/06/2008
| Tema: Re: relatos enanos Vie Jun 06, 2008 1:34 pm | |
| EL ENEMIGO SE ACERCA
El Sol se ponía lentamente tras la línea montañosa del horizonte, dibujando en el cielo manchas violeta sobre un fondo anaranjado. Pequeñas figuras aladas se alejaban, probablemente alertadas por un instinto más sabio que el de muchos humanos.
Atardeceres como éste recordaban al Señor del Caos las lejanas tierras del norte, más allá de los salvajes territorios de los bárbaros, en el corazón mismo de los Desiertos del Caos. Allí, dónde reina la noche, repentinas erupciones volcánicas o tormentas de fuego cubren el cielo de llamas. Mientras, las furias sobrevuelan la basta extensión desolada en busca de presas fáciles que descuartizar, para regocijo de sus oscuros Dioses.
Ghuraqshyash, -Bestia Sangrienta, según se le denomina en viejo mundano-, poderoso y temible paladín de Khorne, recorría el mundo en busca de rivales dignos, pues sólo los cráneos de los más aguerridos guerreros merecen ser ofrecidos para el trono del Dios de la Sangre.
Su búsqueda lo había llevado a una montañosa región perdida, poblada únicamente de bestias salvajes, alejada de la mano de los hombres. Un río dividía el ancho claro en el que se había detenido la hueste, a los pies de un cerro escarpado.
Desde allí, una enorme figura embutida en una arcana armadura roja observaba, con calma, cómo la columna elfa se movía con cautela no muy lejos de su posición. Pero era algo en concreto lo que lo había llevado a esa cima: el flujo de los vientos del Caos era especialmente fuerte en la zona, lo que indicaba la presencia de hechiceros.
Casi podía ver cómo la energía oscura se arremolinaba alrededor de ciertos puntos, parecía poder notar en el ambiente la propia magia. Las runas de su escudo empezaron a brillar.
Todo ocurrió en unos instantes. El Señor del Caos se giró instintivamente, justo para ver una daga escarlata que relucía con intensidad y malicia lanzándose contra su pecho. Pero la luz del arma encantada se apagó y la hoja metálica rebotó sobre la ornamentada armadura, aturdiendo al asesino momentáneamente.
Ghuraqshyash golpeó al elfo con el escudo, partiéndole varias costillas por la brutalidad del golpe y, sin darle tiempo a reaccionar, lo decapitó con su hacha divina, que aulló de hambre al probar la sangre. Antes de que el cuerpo cayera al suelo con un golpe sordo, el Señor del Caos cazó la cabeza al aire.
La presencia de magia era más fuerte ahora. No, en realidad no es que fuera más fuerte, sino que estaba más próxima. El asesino no había venido sólo, había alguien escondiéndose.
Finalmente se dejó ver: de entre las sombras surgió una esbelta figura femenina, de largo y oscuro cabello y que se movía de forma elegante y sinuosa. Un traje relativamente sencillo dejaba entrever en varios puntos la pálida piel de la mujer. Portaba un estrecho cuchillo ceremonial en la mano derecha, y abría la mano izquierda como la garra de un ave de presa.
- Asombroso, siervo de los Oscuros Dioses del norte.-La voz de la elfa sonaba dulce pero peligrosa, y el extraordinario dominio de la lengua oscura reflejaba años de siniestros rituales y pactos con entes del mundo infernal. Hablaba con mucha seguridad, completamente indiferente al rápido enfrentamiento que acababa de presenciar- Jamás pensé que nadie pudiera eliminar con tal facilidad a un guerrero entrenado en los templos de Khaine.
Ghuraqshyash miró a la bruja con desprecio. El odio irracional hacia la magia propio de los seguidores de Khorne se apoderaba de él lentamente. Clavó la cabeza cercenada en una afilada punta de su armadura, y empezó a andar hacia la hechicera.
- Destrozar tu enclenque cuerpo no supone ningún reto, pero mi Dios reclama sangre y cráneos –dijo, al tiempo que dejaba caer el escudo y clavaba el hacha en el suelo-, así que te mataré con mis propias manos. - Estúpido salvaje… ¿De veras crees que me hubiera arriesgado a venir hasta aquí si no tuviera la seguridad de poder acabar contigo? Recompensaré tu insolencia con el placer de degustar mi poder.
La bruja lamió suavemente el cuchillo, cubriendo el filo del oscuro rojo de la sangre. La hoja del arma brillaba mientras su portadora dibujaba arcanos símbolos en el aire y pronunciaba el hechizo en lengua demoníaca. El Señor del Caos cargó con un grito que hizo temblar la tierra:
- ¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Cráneos para el trono de Khorne!
La elfa extendió la mano hacia el guerrero y el aire crepitó de energía. Entonces, un haz de pura oscuridad salió despedido hacia Ghuraqshyash, el cual, sin dejar de correr, cruzó los brazos ante su rostro. Pero el rayo se deshizo antes de llegar a tocarlo, para sorpresa de la bruja.
Probó de defenderse con el puñal, pero el Señor del Caos partió la hoja con su guante metálico como si de una rama seca se tratara. Acto seguido cogió a la hechicera por la cabeza con una sola mano y, haciendo muestra de una fuerza descomunal, la lanzó a varios metros de distancia.
El frágil cuerpo chocó contra el suelo con brutalidad dejando a la mujer casi indefensa. Empezó a arrastrarse haciendo un gran esfuerzo, alejándose de la amenazante figura que se acercaba lentamente. A pesar del deprimente estado físico en que se encontraba, su aguda mente buscaba con rapidez un modo de salvar la vida. - E… Espera… -la dificultad de hablar la obligó a toser sangre- ¿Buscas rivales que… que te supongan… un reto, dices? –El guerrero se paró un instante, analizando las palabras de la elfa.
- No he visto a nadie que dirigiera vuestra hueste ahí abajo. Ninguno de los soldados que marcha es enemigo digno de enfrentarse a mí en combate singular. Ni siquiera él –señaló la cabeza clavada en el escudo- ha podido hacerme un mero rasguño.
- Enanos –escupió la bruja. Probó de levantarse, sangrante aún por la fuerza del impacto- No muy… lejos de aquí se encuentra… una vieja mina enana. Nosotros nos… dirigimos hacia allí. Pero… pero nuestros exploradores han avistado… más enanos acercándose. –Logró alzarse, al fin, y clavó una mirada de respeto y odio en los ojos de Ghuraqshyash- Ayúdanos…, oh siervo… de los Dioses Oscuros, y podrás… saciar tu sed de batalla con… con todos los enemigos… que desees.
El Señor del Caos permaneció silencioso unos instantes. Tras de si, su arma, que parecía haber oído la conversación, rugía hambrienta. Ya había probado antes la sangre enana, turbia y oscura. Los enanos eran realmente rivales duros y buenos combatientes. - Avisa a tu ejército de que os seguimos –dijo, al tiempo que daba la espalda a la hechicera y empezaba a andar-. No intentéis traicionarnos, a menos que deseéis ofrecer vuestros cráneos para mayor gloria de Khorne.
La elfa sonrió, a pesar del dolor, y volvió con los suyos. Ghuraqshyash, tras recoger su arma y su escudo, descendió del cerro con grandes zancadas, debía movilizar la hueste cuanto antes. La cobardía de los elfos sería recompensada con la muerte, pero antes el suelo se teñiría de sangre enana.
EL ENEMIGO EN LAS PUERTAS
El cuerno del Martillo sonó distante en su cabeza, como un lobo hambriento quejándose a medianoche. Kurgaz se levantó de repente. Apenas se colaban débiles rayos de luz por la ventana de su habitación, y el amanecer tan sólo empezaba a dar señales de vida. Un gran jaleo empezó a oírse, naciendo como un susurro y aumentando al paso de los minutos. El líder enano se equipó rápidamente, y ciñéndose su armadura con cuidado a su torso, aún herido, y colgándose el martillo a su espalda, salió de su habitación. En los pasadizos del recién construido castillo, la confusión se palpaba en el ambiente.
Balin corría por los grandes salones de la fortaleza, dando órdenes a diestro y siniestro a sus enanos. Sólo la férrea disciplina enana había evitado el desastre ante tal sorpresa: el enemigo aguardaba en las puertas de las minas. Los puestos de vigilancia no habían dado señales de ningún movimiento, y tampoco se había recibido noticia alguna. Balin sabía que eso solo podía significar que sus exploradores estaban muertos. En ese momento, Kurgaz entró corriendo en el salón de banquetes, donde una gran multitud de veteranos esperaban las órdenes para desplegarse en el patio interior. Balin reconoció a su primo, y se apresuró a terminar con los preparativos. Para cuando Kurgaz hubo llegado a su posición, todos y cada uno de sus oficiales ya sabía lo que debía hacer. El rostro pálido de Kurgaz alarmó al enano:
- ¿Qué ocurre primo mío? ¿Acaso tienes miedo a la batalla? – preguntó entre risas Balin. - No le tengo miedo alguno al combate, ya lo sabes. Lo que me asusta es no saber a qué me enfrento. – respondió tajantemente el joven líder.
- Un ejército de elfos y demonios nos aguarda en las puertas del karak, pariente. - ¿Qué? – la confusión de Kurgaz pareció ir en aumento – ¿Qué hacen semejantes criaturas bajo el mismo estandarte? – mientras hablaba, Balin repasaba el filo de su hacha con interés.
- No lo sé, Kurgaz. – cuándo hubo terminado, Balin tumbó la cabeza hacia el joven –¿ Por qué no salimos ahí fuera y se lo preguntamos? Mientras abandonaban la sala, Gotrek se unió corriendo a ellos, junto con Ulthar y Ungrim.
- Kurgaz, dónde nos situamos. – habló Gotrek primero.
- A ver... Ulthar, te quiero en las almenas junto a los atronadores.
- Muy bien, joven. Que Grungni guíe tu mano.
- Gracias amigo. Ungrim, tu... – para cuándo el joven le iba a dar las instrucciones, el matador ya había desaparecido por las puertas de la sala que daban al exterior. – en fin... Gotrek.
- ¿Sí, mi señor? – Ulthar partió hacia su posición.
- Tengo una misión muy específica para ti. Sólo tu y tus montaraces podéis atravesar los bosques hasta Karaz-Bryn.
- Pero señor, mi deber está a su lado, como consejero, en el campo de batalla, y yo... - No puede ser, viejo amigo – le cortó Kurgaz – Necesitaremos refuerzos, el corazón me lo dice. Y sólo puedo contar con vosotros para tal fin; nadie conoce estos bosques como tu y tus montaraces.
- Yo... – Gotrek permaneció pensativo un momento, y Kurgaz sabía que tenía tantas ganas como él de enfrentarse al enemigo en batalla. – Esta bien, joven. Que así sea. Pero mi furia caerá sobre ti si no reserváis algunos de esos desgraciados para mi hacha. – añadió, con un guiño de ojo –
- Así será, Gotrek. Ahora, partid veloz. Todos dependemos de vosotros.
Los dos enanos bajaron corriendo las últimas escaleras y se unieron a las tropas en el patio interior. Con un asentimiento de Balin, las grandes puertas de madera chirriaron y se abrieron lentamente. Las filas de guerreros del clan fueron saliendo hasta posicionarse delante del muro exterior. Juntos, los enanos de Balin y Kurgaz formaron un muro de escudos y barbas, cuyos ornamentos brillaban al sol del amanecer. Kurgaz miró al enemigo a la cara en ese momento: ciertamente, demonios y elfos habían unido sus fuerzas ése día. Los flancos eran cubiertos por jinetes elfos armados con ballestas, acompañados por terribles máquinas lanzavirotes. En el centro, una mancha roja ocupaba un espacio privilegiado: los caballeros del caos, los temidos jinetes de Khorne. Su runa, grabada en las armaduras y monturas, latía como un corazón vivo. Al frente de la unidad, una poderosa figura se alzaba incluso por encima de los corpulentos caballeros, un campeón del caos, un enviado del dios de la sangre. Kurgaz experimentó una sensación de miedo y odio, que se reflejó en una sombría sonrisa en su rostro. Giró su rostro para mirar a su primo, al frente de sus orgullosos barbaslargas. La mirada de Balin valía más que mil palabras: el campeón era para él. Si lo hubiera tenido enfrente, Kurgaz le hubiera advertido del mal augurio que lo acompañaba ése día, y del respeto y consideración que valían tan imponente presencia. Sin embargo, Balin ya dirigía a sus enanos hacia dicha unidad, entonando viejos cánticos de guerra. Kurgaz dio media vuelta y habló a sus enanos.
- Amigos míos, fieles compañeros de innumerables batallas. El enemigo se halla hoy aquí para echarnos, para profanar nuestros templos y para arrasar nuestras ciudades. – el pesimismo parecía empezar a florecer en los rostros de los menos experimentados guerreros del clan -. Pero este amanecer será grabado en el Damaz-Kron como un día de celebración, ¡pues hoy saldaremos numerosos agravios pendientes desde generaciones! ¡Vamos a enseñarles a esos bastardos la furia de los hijos de las montañas!
Un grito de júbilo se alzó des del ejército enano. Una a una, las unidades de guerreros fueron marchando hacia la batalla con renovado orgullo. Kurgaz volvió a su puesto, frente a sus martilladores, y con un gesto de su martillo, señaló a los verdugos elfos que los aguardaban al otro lado del campo de batalla. Como uno solo ser, los enanos emprendieron la marcha hacia el enemigo sin temor.
FIN | |
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