Malakay Ironrose y Till Moss - inquisidor y Deklam - Vanzern, Stirland

Una vez más blasfemastes contra tu estupidez. La maldita lluvia no había parado en tres horas. Los malditos árboles no ayudaban en nada a guarecerse de la lluvia. El maldito suelo estaba embarrado y lo único que hacía era salpicar cada vez que pisabas. Y tu maldita insensatez era la que te había llevado allí, solo tu maldita insensatez.

No lo entendías, realmente no lo entendías. Había sido en una noche de juerga, estando con Deklam y Lorang, que por alguna razón, no sabías cual, habías sentido la necesidad de marcharte al Imperio. Cogistes todas tus pertenencias y te marchaste todavía ebrio dejando plantados a tus compañeros. Habías abandonado la maravillosa Karak y ahora allí estabas, una semana después de aquello, calado hasta los huesos por el agua.

"Tres horas de asquerosa lluvía" recordaste. En aquella zona del Imperio los bosques no eran tan espesos como en el Norte, así que era una zona mucho más segura contra bandidos y bestias... pero no protegían de la maldita lluvia. Otro tronar surgió a tus espaldas. La tormenta debía era inmensa y potente.

Habías partido porque sí y ahora tu maldito orgullo no te permitía dar la vuelta y regresar. Qué pensarían Deklam y Lorang si hacías eso. No, no estabas dispuesto a pasr por aquella situación. Ese camino tendría que terminar en algún sitio. Y allí seguro que hay algo, y también cerveza.

Cerveza... el solo recuerdo de ese nombre te vuelve a la nostalgia. En todo el maldito viaje no habías probado ni gota del dorado líquido. "Ni gota, solo carne seca y agua", masculaste, "y encima tres horas de maldita lluvia", añadiste después.

De pronto, frente a tí surgió algo de esperanza, el camino se dividia en dos, uno solo decia Averland, en el otro, sin embargo, el nombre de Vanzern, y el solitario kilometro de camino que os separaba, representaba un objetivo mucho más tentador.

Con suerte esa noche cenarias en caliente.

Malakay miro el cartel con los ojos empañados por las gotas de la incesante y maldita lluvia. Quien le mandaba irse de Karaz, alli nunca llovia...

Con pasos pesados y unos gruñidos de su estomago que asustarian a un ciervo, encamino sus pies hacia Vanzern.

Los humanos no hacian nada bien, un enano habria empedrado el camino, pero nooo, los estupidos humanos lo dejaban de tierra, y sus hermosas botas se estaban ensuciando. Juro que haria a un humano limpiarselas.

La lluvia no se detiene durante el resto del trayecto y encima el viento se pone a sopla aun con más fuerza, pero ya comienzas a ver tu destino.

Vanzern es un pueblo algo grande, de unos doscientos y algo habitantes. Las casas de madera son muy desordenadas y colocadas de una forma muy aleatoria lo que hace que las calles sean muy raras. El pueblo está rodeado por una empalizada de madera de unos dos metros de alto. Desde la puerta dos figuras armadas avanzan hacia ti y te apuntan con sus alabardas.

- ¿Quién va? - gritó uno de los dos.

Parecían soldados regulares, aunque su aspecto desaliñado y las capas que tapaban sus uniformes hacian pensar otra cosa.

- No me alces la voz, humano- Dijo Malakay escupiendo al suelo.

-Llevo largo tiempo caminando, estoy mojado y sucio, asi que dejame entrar en el poblado antes de que tenga que apartate de mi camino!-

Acto seguido avanzo con decision a la puerta del pueblo. El martillo, que usaba de baston, fue asido con mas fuerza, y en sus ojos se vislumbraba una chispa de ira, que no recomendaba enojarlo mucho mas.

Ambos soldados se mantuvieron en posición, esperando a que no fuese más que un farol, pero al ver tu decisión en el último momento bajaron las miradas y te abrieron paso.

El enano paso entre los guardias mirandolos con desprecio. Una raza tan debil como ellos, intentando parar a un enano, estaban listos.

Malakay entro en el poblado, y se dirigio por la primera calle que se puso bajo sus pies, dispuesto a encontrar una taberna donde donde descansar sus pies al lado de un buen fuego, mientras tomaba un buen guiso y llenaba su estomago del delicioso nectar dorado de los dioses (aunque no esperaba mucho de la cerbeza humana, umbagk grog, que solia decir).

Avanzas por la calle, cuya superficia no tiene mucho que envidiar a la del exterior, y cerca de la plaza mayor encuentras un sitio que parece entretenido: "El Himno Rocoso".

Nada más verlo, un hombre fornido abrió la puerta mientras otro no menos músculoso lanzaba a un hombre armado y bastante lastimoso.

- ¡Si quieres más aquí estaremos esperandote! - gritó alguien desde el interior.

Pero el hombre estaba demasiado malherido para contesar y lo único que hizo fue arrastrarse por el barro hacia un rincón donde poder guarecerse de la lluvia.

De dentro se oían mucha música, carcajadas y sonido de diversión en general.

Cuantos mas pasos daba el enano, mas maldecia a la raza humana por no saber empedrar las calles. Por lo menos parecia haber encontrado un sitio agradable, El Himno Rocoso. Habia musica, ambiente, y 2 gorilas que podian servir de divertimento en un momento dado.

Se encamino a la entrada mirando con desprecio al humano tendido en el suelo (con una raza tan debil no se podia esperar mucho de sus ingenieros de caminos....) Y abrio la puerta de la taberna, mirando a su alrededor con superioridad.

Sus ojos astutos buscaron la mesa mas cercana a la chimenea, y se dirigio hacia ella sin preocuparse de quien estubiera en su camino ni si la mesa estaba o no ocupada.

Al entrar te encuentras una sala bastante grande, esta casi completamente repleta, solamente una mesa vacia al lado de la ventana, a media distancia del fuego.

En una esquina un bardo rechoncho canta alegremente mientras la gente de su alrededor lo acompaña y baila. La mayoría de gente son paisanos, un pequeño grupo de hombres armados, posiblemente mercenarios ocupaban una de las mesas más cercanas al fuego. La otra mesa cercana al fuego tenia una montaña de jarras de cerveza, detrás de ella sobresalía una cresta naranja.

Habái exactamente treinta y siete personas. El tabernero, dos camareras, cuatro guardias bien pertrechados, el bardo, el de detrás de las jarras, ocho mercenarios y veinte paisanos.

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Habías tenido mucha suerte. Aquella misma mañana, mientras vagabas por el camino una banda de hombres bestias te asalto. Tras correr todo lo que te permitieron tus piernas fuistes salvado por un grupo de soldados de Vanzern que te trajeron.

Allí, el tabernero al saber de tu profesión te había prometido hospedarte gratis a cambio de actuar cada noche, además de bebida gratis y quedarte con toda la propina que te ofreciesen.

Al parecer estabas siendo muy aceptado por la gente, y todo sería perfecto de no ser por ese enano tatuado que no paraba de eructar y hacer ruidos al beber. Para colmo uno extranjero había comenzado una disputa con los guardias y ahora entraba un segundo enano. Por suerte una canción más y serías libre.

Mientras avanzaba entre la gente (los que no se apartaban sufrian dolores en el costado, a causa de golpe por codo), vio a un humano de aspecto vastante lamentable berreando. Los humanos le aplaudian, en fin, para que opinar, la raza inferior no sabe cantar.

Volvio la cara y vio una mesa junto al fuego, de la que sobresalia una cresta roja... alzo la ceja pensando en que pudiera ser un matador.

Se acerco a la mesa y vio al enano.

-Siervo de Grimmnir, ¿permitirias a un compañero de la Antigua Raza acompañarte en la bebida?-

Buen ambiente, excelente comida, vino para refrescar el gaznate y el calor del publico le imbuía en casi un sueño.”¿¿Se puede pedir algo más??”. Till pegó un largo trago a su jarra de vino y la depositó en la mesa.

-Y ahora señoras y señores, y algún enano. Es un placer para mi tocar esta ultima canción dedicándosela a cada uno de ustedes, especialmente a Faina, que tan bien me tiene atendido, flor de mis ojos y dueña de mi corazón.- Una pícara sonrisa se dibujo en la cara del bardo a la par que una joven y bella camarera sonrojaba sus mejillas ante la mirada y sonrisas del resto del bar.-Con todos ustedes Un Enano en Lothern .

Dejándose llevar por los vítores y palabras amables de la gente, Till comenzó a cantar. Iba de mesa en mesa, cantando y saltando allí y allá, tocando su laúd con toda la habilidad que sus dedos distraídos por el vino le permitía. Embriagado por el calor de la gente, se subió a una mesa y empezó a tocar descontroladamente. De repente, Till tropezó con una jarra de cerveza. La música paro súbitamente por el susto del momento mientras la jarra volaba por los aires regando a la gente. Se dirigía de forma estrepitosa hacia dos enanos que suficientemente distraídos por su conversación parecía que no sabían lo que se les venia encima.

El matador te miró en ese momento con cara de pocos amigos. Era un enano bastante ancho de hombros, su cuerpo de desnudo salvo por un patalón maltrecho estaba lleno de tatuajes en los que se marcaba perfectamente la textura de sus grandes músculos. Cuando se disponía a hablar el bardo golpeó a la mesa y todas las jarras cayerón sobre vosotros, golpeandote innumerables veces. Una de ellas desafortunadamente golpeó en la jarra llena del matador que derramó su líquido en el suelo.

El matador enfurecido ando hacia el pobre Till y le agarró del cuello de la camisa y levantó su cuerpo aturdido del suelo hasta la altura de su cabeza.

- Más te vale pagarme cinco rondas si no quieres que te arranque los brazos y te de una paliza de muerte con ellos humano

Aun no habia recibido respuesta del musculoso compatriota cuando una lluvia de jarras callo sobre el.

El estupido humano habia tirado todas las jarras sobre ellos y habia roto la del matador, que amenazo de forma muy creible al bardo.

Malakay se observo un momento, las jarras le habian movido un ala del casco y perlado su cuerpo de restos de espuma... eso no era bueno.

Se acerco al matador y el desgraciado humano, penso en agredirle, pero el matador haria bien su trabajo.
-Desecho! Mas te vale que hagas lo que el matador te ha dicho, y lo mismo conmigo!-

-Vamos, vamos, amigos... Seguro que podremos solucionar esto de una forma pacifica y sin problemas a nuestro amigo el tabernero- Till miró con cara de preocupacion y una floja sonrisa al resto del bar.- Uy, creo que me estas haciendo daño.... - carraspeó- Vayamos a una mesa a discutirlo y calmarnos, ademas, tengo que acabar esta alegre cancion. ¿¿Dejareis a toda esta gente sin un buen divertimento antes de irse a dormir??

Desafortunadamente el resto de la taberna no parecía muy decidida a ayudarte, ni siquiera los guardias, de hecho hasta el grupo de mercenarios parecia divertirse.

- ¡Ni se te ocurra decirme lo que tengo que hacer a menos que quieras que te arranque esa lengua que tan bonitas palabras saca! ¡Pareces un puñetero elfo!

-Venga no te enojes, lo siento de veras. Yo mismo te pagare esa cerveza y te invitare a otra. ¿Que te parece?- Till miró al matador y seguidamente al otro enano con una sonrisa de ansiedad en la cara.- ¿No pretendereis sacudirme? Yo no soy un hombre de armas, solo se recitar canciones y tocar el laúd. No malgasteis vuestras fuerzas conmigo y acompañadme en una cerveza que yo mismo pagare.

Till nervioso miró a su monedero. Ya habia perdido una monedas el dia anterior en una apuesta con uno de los guardias y ahora tenia que invitar a aquellos enanos a cervezas. A este paso acabaria sus dias en aquella taberna.

-El enano ha dicho 5, y seran 10 en total contando las mias. Y ya puedes ir raudo a hacer lo que te hemos dicho, o tu culo acabara como un papel de las patadas que recibira-

Malakay miro a los mercenarios, riendose de la situacion. Solo faltaba, que le tiraran jarras por encima y que les hiciera gracia a unos estupidos humanos.-¡y vosotros, que os hace tanta gracia! mas vale que os centreis en vuestros asuntos si quereis llegar a la vejez!-

- Más te vale -dijo mientras te soltaba.

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Los mercenarios carcajearon con más fuerza y uno de ellos habló.

- ¿Y qué nos vas a hacer?

Malakay inspiro el olor de la taberna, intentando que no le explotara la vena del cuello. Sus musculos reptaban como serpientes bajo su piel, conteniendo la ira.

Esos estupidos humanos le estaban contestando?

Avanzo hasta su mesa, situandose a escasos centimetros de la cara del mercenario mas cercano. Sus nudillos se tornaron blancos al cerrase como un candado sobre su arma.

-Como una palabra mas salga de la cloaca que tienes en la cara refieriendose ami o a mi compañero que no sean disculpas por tu falta de respeto, me vere obligado a barrer el suelo con tu cara, humano!- La plabras brotaron de su boca con una rotundidad y tono bastante amenazador, y cantidades abundantes de saliba bañaban la cara del mercenario al hablar

Till se agarró la garganta esperando que todo siguiese en su sitio despues del repentino apreton de aquel forzudo enano.

-¿Ves como podemos arrglarnos sin llegar a peleas?- Till busco la mirada del matador buscando su aprobacion- Venga, acompañame a mi mesa. Seguro que tienes apasionantes historias que contar a un ignorante humano como yo. Siempre me han gustado las historias epicas enanas, seguro que tu podras enriquecer mi repertorio de bardo.
Acompañandole a una de las mesas que aun quedaban desocupadas se sento y alzando el brazo le hizo una seña a la camarera para que se acercara.

-Traenos cinco cervezas para mi amigo y un vinito fresco para mi- Till bajó el tono de voz- de los baratitos- acabó a la par que le guiñaba un ojo. Girandose miró al matador- Espero que puedas terminarte toda esta cerveza y demuestres a los fanfarrones de este bar que no me has hecho pagartelas solo por orgullo- terminó con una leve sonrisa.

Despues se acordó del otro enano, parecia discutir con los mercenarios. "Esperemos que se olvide de "sus" cervezas"